Si conocieras el don de Dios…

Si conocierasa el don de Dios

Domingo III de Cuaresma. Ciclo C

Por: Cecilia Pérez Nadal.Vita et Pax. Valencia

¿Está o no está el Señor en medio de nosotros? Tentación de los israelitas cruzando el desierto y nuestra propia tentación, mujeres y hombres del siglo XXI.

Aquellos, con necesidad de agua, abrasados por la fatiga, la sequedad y el calor del desierto; nosotros, con necesidad de paz, de verdad, de amor, de justicia…  perdidos entre la insolidaridad, la indiferencia, el mundo globalizado y al tiempo individualista, la soledad y la injusticia.

¿Está o no está el Señor en medio de nosotros? ¿Sí o no?

Entonces, respuesta paciente y amorosa de Yahvé que se transforma en agua para que beba el pueblo.

Ahora, esta rememoración de la experiencia del pueblo israelita me traslada al pozo de Jacob con Jesús y la samaritana. Me identifico con ella y me veo con sed y frente a las palabras y ojos amorosos de Jesús que me hablan de un “manantial que salta hasta la vida eterna”.

Y, contando con esa presencia, nos dice el salmo: “no endurezcas el corazón, no endurezcáis vuestro corazón” con la desconfianza, la tentación, el recelo. No seáis duros de oído y escuchad la voz del Señor.

Tercer domingo de Cuaresma, haciendo camino al andar; sentido de peregrinación, tramo a tramo; hemos visto que con agua y con algo más: la Palabra del Señor, fortaleza y confianza, aunque se sientan las piernas vacilantes y los pies algo cansados.

Yo, camino junto a toda la Iglesia, formando parte de ella, con el signo de la ceniza en la frente y el recordatorio de que es necesario, preciso, indispensable, convertirse.

Y Pablo, en su carta a los romanos haciendo un panegírico sobre el fundamento de lo que somos, que sólo tiene razón en el Amor con que Dios nos ama y que se traduce para nosotros en la realidad de las tres virtudes teologales que afianzan, sostienen y son fuente de gracia capacitándonos para experimentar todo este misterio que nos supera y nos desborda.

Su seguridad hemos de hacerla nuestra y decir con sus palabras que “ese Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”.

Retomamos con el evangelio el maravilloso encuentro tenido junto al brocal del pozo de Jacob: Jesús y la mujer, protagonistas de una de las escenas más emocionantes y bellas salidas de la pluma de Juan. Jesús, pedigüeño del agua, profeta del don de Dios, prometedor de un culto en espíritu y verdad para los adoradores del Padre.

¡Señor, dame siempre de esa agua así no tendré más sed!

Yo, también quiero dejar mi cántaro, porque veo que ya no lo necesito si acepto llenarlo de eso que tú me ofreces. Señor, déjame que comparta tu agua y tu alimento, el que tú mismo has nombrado como la voluntad del Padre. Señor, déjanos compartirlos y seguir caminando hacia la Pascua.

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