Domingo 19 del T.O., Ciclo A
Por: Rosa Mª González. Vita et Pax .Tafalla (Navarra)
Después de haber saciado a la gente, Jesús apremia a sus discípulos a continuar su misión: ir a la otra orilla en la barca. Allí encontrarán a hombres y mujeres que tendrán necesidad de ser sanados, alimentados, liberados. Pero el camino en esa dirección tiene sus riesgos y los discípulos tienen que pasar por ellos: “la barca es sacudida por las olas porque el viento era contrario”.
Si seguimos a Jesús, si queremos vivir en fidelidad a Él y a su mensaje, sabemos que nuestra pequeña embarcación irá de una orilla a la otra, compartiendo la vida con aquellos que para vivir y sobrevivir les resulta una durísima carga. Jesús nos sigue apremiando hoy también a ir a la otra orilla y compartir nuestra fe, nuestro tiempo, nuestras energías con las gentes que encontramos cada día en el camino. Sabemos de nuestra fragilidad, de nuestra inclinación natural a la comodidad, del miedo a lo desconocido etc. etc., por eso queremos tener los ojos fijos en el Señor para actuar como él, para recibir y despedir a la gente, para retirarnos, para subir al monte a orar, para pasar la noche a veces a solas.
Y una vez más la Palabra nos sale al encuentro este domingo y vemos a Elías siguiendo el mandato del Señor: “Sal y ponte de pie en el monte del Señor”. ¡El Señor va a pasar!. Elías no lo va a encontrar ni en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego. Lo va a sentir en una brisa tenue, allí lo reconoce y sale de la cueva poniéndose en pie. Una figura tan clara y motivadora a animarnos a salir de “nuestra cueva”, a averiguar en qué cueva estamos inmersas/os sin atrevernos a salir y a ponernos en pie.
Curiosamente Jesús sale al encuentro de sus discípulos cuando estaban en la barca sacudida por las olas, porque el viento era contrario. El miedo les embarga porque no le reconocen. Hoy tampoco es tan fácil reconocer a Jesús, ni tenemos la osadía de Pedro para lanzarnos al agua. “¡Qué poca fe!”, nos diría el Señor.
Pero hoy como ayer, las pistas que nos da la Palabra de Dios parecen fundamentales: Jesús está ocupado y preocupado por el Reino; ha dado de comer hasta saciarse a todas las gentes que se le han acercado, se ha quedado a despedirles, ha enviado a sus discípulos a continuar la misión; ha buscado la soledad para encontrarse con su Padre en oración toda la noche y, al día siguiente, continuará haciendo la voluntad de su Padre.
En la brisa o en la tempestad, Jesús nos sigue saliendo al encuentro; lo único necesario para reconocerle es seguir buscándole con los ojos bien abiertos pues es seguro que lo encontraremos quizás donde menos lo esperamos.