Domingo 3º de Cuaresma, Ciclo A
Por: José Luis Terol. Profesor. Zaragoza
Hace unas semanas el austriaco Peter Brabeck Letmathe, Presidente Global de Nestlée, afirmaba que “el agua no es un derecho y debería tener un valor de mercado y ser privatizada”. Urgía, por tanto, a abandonar lo antes posible ese discurso del agua como “bien humano” que debe ser protegido para el acceso gratuito de todas las personas.
A partir de la “sinceridad e impunidad” del Presidente de una Corporación tan emblemática somos muchos los ciudadanos que hemos dejado de consumir productos Nestlé –como poco antes productos coca cola- para ejercer nuestro pequeño margen de soberanía y responsabilidad como consumidores.
Sin duda, resulta fácil rechazar una perspectiva tan obviamente deshumanizadora, sin embargo, una mirada cuaresmal, que nos confronte de raíz con la Palabra en este tercer domingo, tal vez nos puede situar provocadoramente más cerca del Sr. Peter Brabeck.
En la escena que se desarrolla en Sicar, en el pozo de Jacob, a veces tenemos la tentación de identificarnos más con los discípulos que acompañan a Jesús y que se han acercado al pueblo a comprar provisiones, que con la Samaritana. Quienes somos discípulos, quienes llevamos tantos años acompañando a Jesús y formando parte de su comunidad de seguidores, tenemos la permanente tentación de vivir como si no tuviéramos sed, de considerar que estamos saciados, que ya bebimos y por eso participamos de la misión de ofrecer el agua de Jesús a todos los samaritanos y samaritanas de nuestro tiempo.
En este tiempo “radical” que es la Cuaresma podemos preguntarnos, una vez más, ¿cómo va nuestro anhelo? ¿Cuál es la intensidad de nuestra SED? ¿Estamos alimentando más la “sed de ser” –Javier Melloni- o el escapismo y angustia de algunos de nuestros haceres?….
Recuperemos cada día nuestra condición de samaritanas para no convertirnos en “vendedores de agua”, para no apropiarnos del misterio inapropiable y para compartir nuestra búsqueda sedienta con todos los sedientos del mundo. Así el agua viva que nos sigue ofreciendo Jesús podrá convertirse en un manantial en nosotros y podremos ofrecer al Padre un nuevo culto con espíritu y verdad.