Por: Secretariado de Formación y Espiritualidad de Vita et Pax
Estamos en Cuaresma y es un tiempo propicio para los encuentros en profundidad, para poder compartir lo mejor de cada una y las expectativas y deseos que llevamos dentro de mejorar y de convertirnos a una vida más misericordiosa.
Eso es lo que ha ocurrido estos días en nuestra casa de la calle Pintor López de Valencia. Como ya lo hizo en la zona de Pamplona, Rosa Belda nos acompañó el día 13 de febrero. Estuvimos toda la tarde del sábado dialogando sobre la vida, la muerte y la libertad. Sobre el Testamento Vital y otras cuestiones bioéticas en la práctica médica. Rosa inició su reflexión con la pregunta ¿cómo nos enfrentamos a la enfermedad grave y a la muerte? Y nos urgió a dignificar en morir. Dignificar el morir tiene que ver con no matar la posibilidad de vivir el morir, sino dar paso a la apropiación del morir.
Dignificar el morir es también acompañar en los interrogantes, miedos y soledades; aliviar los dolores y malestares corporales; que el momento final sea en consonancia con la vida vivida; que seamos dueños de nosotros mismos…
Y nos preguntábamos, está hoy el morir amenazado de indignidad. Desde mí:
- Sigo siendo yo, aunque me veas casi inconsciente, respirando con dificultad, paralizada en una cama, con un cuerpo vencido de años…
- Y este decirme lleva consigo el acto de “ponerme en pie” y afirmar que ni el dolor, ni el sufrimiento, ni la enfermedad, ni la misma muerte pueden arrebatarme lo que soy.
En torno a estas reflexiones concluimos el sábado y el domingo día 14 celebramos el cumpleaños de nuestra compañera Mary Bravo. Agradecimos a Dios su vida y su entrega y se lo dijimos cantando.
Y el día 16 estuvimos de retiro: “Este es el tiempo de la misericordia”. La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos sorprender por Dios. Una Cuaresma que, esta vez, tiene un color especial. El día 8 de diciembre del pasado año se abrió el Año Santo de la Misericordia. El mismo Papa en la Bula de Convocación del Jubileo nos llama a que “La Cuaresma de este Año Jubilar ha de ser vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (Nº 17).
Este es nuestro deseo, nuestro anhelo más profundo ser mujeres con entrañas misericordiosas que se dejan conmover por el dolor ajeno y se comprometen en establecer unas relaciones más justas y un mundo más de Dios.