Tiempo de Pasión

Por: D. Cornelio Urtasun

Tiempo de Pasión

Con este tiempo comienza una nueva etapa de la Cuaresma. Hasta aquí todos los esfuerzos de la Iglesia han ido encaminados a limpiar y purificar nuestras almas, de todo cuanto pudiera impedir nuestra marcha hacía Dios, nuestra identificación con Jesucristo.

Ahora parece dejar a un lado todas estas cosas y levantándose majestuosa sobre todas nuestras imperfecciones y mezquindades, va a poner ante nuestros ojos una grandiosa realidad, la más sublime de todas, una realidad que cada uno de nosotros tiene que imitar y ¡vivirla! Realidad que no puede ser otra que Jesucristo y Este, crucificado. La Pasión y muerte, la cruz del Señor va a ocupar en este tiempo santo de Pasión el centro de toda la liturgia, del eje alrededor del cual debe girar toda nuestra vida. Por eso la Iglesia cubría todas las imágenes con negro velo, como exhortándonos a pensar solo en Jesucristo crucificado. Los misterios que van a tener lugar estos días son demasiado grandes y sublimes para que nos distraigamos con cosas de menor importancia.

Desde hoy debe ocuparnos totalmente la Pasión y muerte del Redentor. Una sola idea es la que campea en el misal y en el breviario, el sentimiento del Justo ante la inicua persecución que ve levantarse contra El; no obstante de reconocer que es inocente, el odio de los adversarios llega hasta hacerle imposible todo auxilio retornándose en cambio sin cesar hacia su Padre a quien manifiesta su inocencia y le pide no le abandone en el día de su prueba. Aparece el Profeta Jeremías, prototipo de Cristo paciente.

Tanto quiere la Iglesia que nos penetremos del espíritu que caracteriza a este tiempo, que comienza el ciclo de Pasión celebrando sus oficios en el Vaticano es decir, en la colina donde tiempo atrás había Nerón alzado la cruz del primer Vicario de Cristo, sobre la cual se construyó después un oratorio en honor de la Santa Cruz, que fue llamada Santa Jerusalén. De aquel oratorio pasaron a la liturgia estos versos: Sálvanos o Cristo Redentor por la virtud de tu cruz. Tú que salvaste a Pedro en el mar, compadécete de nosotros.

Las palabras del Señor en este tiempo no pueden ser sino estas: quien quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Esta es la consigna que nos da la Iglesia para este tiempo de Pasión. Apreciar, comprender y amar la cruz. Comprender la cruz… pues a veces puede uno soñar con grandes cosas, con grandes cruces, olvidándose de la realidad de la vida, olvidándose de la más segura y pesada cruz, la cruz de nuestras diarias ocupaciones, la cruz de las cosas pequeñas. De la cruz brota la salud del género humano. El árbol del paraíso trajo la muerte, el árbol de la cruz la vida. En el árbol del Paraíso venció Satanás al hombre, en el de la cruz el demonio fue vencido por Cristo Nuestro Señor.

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