Tiempos de oración

EN RECUERDO DE:

Me. Rose Mukabadege;
Thérèse Murekeyisoni;
Béllancile Mukayitesi;
Winifrida Mukamana;
Inmaculée Mukamuligo;
Francine Mukakayange;
Florence Umutesi;
Béatrice Nyirangirababyeyi.

Miembros del Instituto Secular Vita et Pax, https://es.wikipedia.org/wiki/Genocidio_de_Ruanda (Kigali) el día 7 de abril de 1994.

“No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma” (Mt 10,28)

Un monje se sincera.   Fray Alien

…Como poco es imprudencia

-sobre todo en estos días-,

no se lo digáis a nadie

¡rezo a Dios sin mascarilla!

 

Y así nos vamos los dos

contaminando ¡sin prisas!

Él de mí, yo de Él

a lo largo de la vida.

 

Un abismo es la oración

donde el ego se suicida;

Shisss… que nadie se entere

¡rezo a Dios sin mascarilla!

 

En cuerpo a cuerpo los dos,

sin distancias precavidas

¡jamás se supo de amantes

propensos a normativas!

 

Con qué libertad las flores,

se abren desprevenidas;

y el orante ¡en puro riesgo!

del Amor se contamina.

 

Puede que sea imprudencia

-¡por parte de Dios y mía!-

en deznudez de silencios

acudir a nuestras citas.

 

           Shissssss…….

no se lo digáis a nadie

¡rezo a Dios sin mascarillas!

Cuando DIOS quiso crear peces, le habló al mar.
Cuando DIOS quiso crear árboles, le habló a la tierra.
Pero cuando DIOS quiso crear al hombre, se volvió hacia SÍ mismo.
Así que DIOS dijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.

Reflexión:
Si sacas un pez del agua, morirá; y cuando sacas un árbol del suelo, también muere.
Del mismo modo, cuando el hombre se desconecta de DIOS, muere.
DIOS es nuestro entorno natural. Fuimos creados para vivir en SU presencia. Tenemos que estar conectados con Él porque solo en Él existe la vida.
Permanezcamos conectados con DIOS.
Recordamos que el agua sin peces sigue siendo agua, pero los peces sin agua no son nada.
El suelo sin el árbol sigue siendo suelo, pero el árbol sin suelo no es nada…
Dios sin el hombre sigue siendo Dios, pero el hombre sin DIOS no es nada.

Dios amoroso,

Creador del cielo, de la tierra

y de todo lo que hay en ella

Abre nuestras mentes

y toca nuestros corazones,

para que podamos ser parte

de la creacción, tu regalo.

 

Hazte presente

con los necesitados en

estos tiempos difíciles,

especialmente para los más pobres

y más vulnerables.

Ayúdanos a mostrar una

solidaridad creativa

para hacer frente

a las consecuencias de esta

pandemia mundial.

 

Haznos valientes para

abrazar los cambios

dirigidos a la búsqueda

del bien común.

Ahora más que nunca, que

podemos sentir que todos

estamos interconectados

e interrependientes.

 

Haz de tal modo que

logremos escuchar

y responder

al grito de la tierra y al grito

de los pobres.

Que los sufrimientos

actuales puedan ser los

dolores de parto

de un mundo más fraternal

y sostenible.

 

Bajo la mirada amorosa

de María Auxiliadora,

Salmo desde la entrega total

Por: Autor desconocido

Gracias, Señor, porque me ayudas a romper mis cadenas.

Me conoces por dentro y por fuera
y sabes muy bien todo lo que me ata
y me impide seguirte por entero, sin condiciones.

Tú quieres habitar en mi corazón.
Has llamado, has entrado
y me has dicho: «Conmigo lo puedes todo».
Algo dentro de mí empieza a cambiar
y mi alma, que sin ti estaba muerta,
comienza a revivir al sentir tu presencia.

¡Qué bueno eres conmigo, Señor!
¡Con qué cariño me mimas! ¡Con qué amor me miras!
A pesar de alejarme tantas veces de ti,
tú no dejas de estar a mi lado.
A pesar de despreciarte en múltiples ocasiones,
tú no te alejas ni un solo momento de mí.

A pesar de todo, Señor, a pesar de todo,
siempre estás conmigo.
Aunque yo parezca más fuerte que tú,
tu bondad y tu amor pueden conmigo.
A veces parece imposible que pueda cambiar,
pero ahí estás tú, Señor, rompiendo mis cadenas.
Rompiendo todas las ataduras que me alejan de ti.

Por eso, Dios mío, te puedo decir con el corazón en la mano
que aquí estoy, todo tuyo, toda tuya.

Por: Carmen Álvarez. Vita et Pax. Valencia.

 

Quiero vivir la Vida que me ofreces,
quiero vivir la Vida que me das.
Quiero seguir la senda de tus pasos,
te quiero a ti, Luz, Camino y Verdad.

Vida de Dios, de Dios tu Padre y nuestro;
Vida que se desborda, se irradia sin cesar.
Vida que cada día en tu Pan y en tu Cáliz,
sella el pacto de Amor para la eternidad.

Sólo la Paz que en tu corazón brota,
es la que a mí me da serenidad.
La que con Sangre en la Cruz obtuviste;
la que nos diste y que el mundo no da.

Quiero construir Paz, siempre por donde pase;

 

es un don que te pido y no me negarás.
Recibida de ti, yo no puedo guardarla,
yo necesito darla a los demás.

¡Oh Jesucristo! sólo Tú eres la Vida.
Verbo de Dios, sólo Tú eres la Paz.
Quiero vivir de ti, vivir tu Vida.
Quiero, viviendo en ti, sembrar tu Paz.

Por: Charles de Foucauld

Padre, me pongo en tus manos
haz de mí lo que quieras;
sea lo que sea, te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad
se cumpla en mí y en todas sus criaturas,
no deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma,
te la doy
con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo
y necesito darme,
ponerme en tus manos
sin medida,
con una infinita confianza,
porque tú eres mi Padre.

Por: Benjamín González Buelta, sj

Hay que dejarlo todo
en el seguimiento a Jesús.

Primero se dejan las cosas:
lo que se recibe heredado
y viene grapado al apellido,
lo que es fruto del trabajo
y lleva nuestra huella.

También hay que dejarse a sí mismo:
los propios miedos,
con su parálisis y los propios saberes,
con sus rutas ya trazadas.

Después hay que entregar
las llaves del futuro,
acoger lo que nos ofrece
el Señor de la historia
y avanzar en diálogo
de libertades encontradas
mutuamente para siempre,
que se unifican en un único paso
en la nueva puntada de tejido.

Por: Patxi Loidi en “Mar Rojo”. Verbo Divino.

Mi vida
en tus manos.
Como una pelota que pasamos de mano
en mano, jugando,
lanzándola a lo alto y dejándola caer.

Así mi vida
en tus manos.
Pero tú no juegas.
Respetas.
¡Dueña y señora de sus destinos
la pelota!
Sagrada para ti.

Tú la tienes en movimiento.
Eres la turbina que agita el agua de la balsa,
para que no se estanque
y se muera.

Das vida a mi vida.
Y yo decido.
Yo quiero.
Yo odio y amo.
Yo beso y muerdo los labios
de mi amor,
y lo levanto,
y lo profano,
y lo hago fecundo.

Yo sostengo al dominador
y lo combato,
y hundo a la débil,
y derribo a pedazos al opresor.
Yo construyo y destruyo.

Tú callado,
dando juego a mi vida,
como la mano que lanza al aire la pelota,
como el viento que refresca y sofoca,
que ahoga y reanima.

Tú todo,
yo todo.
Tú dando la vida,
yo viviéndola.

Tú moviendo la sangre de mis venas
y los músculos de mis brazos
y los nervios que llevan chispas al cerebro.
Yo siendo sangre y venas,
y músculos y brazos, y chispas y cerebro,
y haciendo luz
y haciendo oscuridad
en el mundo.

¡Oh, cómo siento el misterio
de tu vida en mi vida,
que vive por ti,
que vive en mí!

Yo contigo.
Tú conmigo.
Yo sostenida por tu aliento.
Tú sometido a mi odio y mi amor.
Yo, tu juego,
y tú, mi juego,
y las gentes, mi juego…

¡Oh, cómo me pesa tu gravidez!
¡Que te tengo que dar a luz, mi Dios,
a ti que me has engendrado
y me amamantas
con tus pechos!

¡Oh, cómo me sacude la emoción
de tu vida en mi vida,
de mi vida en tu vida!
¡Que voy a reventar
porque me explotas dentro!

Mi vida
en tus manos.
¡Qué sosiego!
Y en las mías.
¡Qué responsabilidad!
Y la tuya.
¡Qué temblor!
¡Cuánto pesas!
¡Cuánto pesamos
los dos,
Dios mío!

Por: Santa Teresa de Jesús. Liturgia de las Horas

Vuestra soy, para Vos nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad, eterna Sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, Alteza, un Ser, Bondad:
La gran vileza mirad,
que hoy os canta amor así:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criasteis,
vuestra, pues me redimisteis,
vuestra, pues que me sufristeis,
vuestra, pues que me llamasteis.
Vuestra, porque me esperasteis,
vuestra, pues no me perdí:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma:
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas y afición.
Dulce Esposo y Redención
pues por vuestra me ofrecí:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida;
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad;
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí.
¿Qué queréis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo:
pues del todo me rendí,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para Vos nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?

Nada te turbe, nada te espante;

todo se pasa, Dios no se muda.

La paciencia todo lo alcanza.

Quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento, al cielo sube,

por nada te acongojes, nada te turbe.

A Jesucristo sigue con pecho grande y,

venga lo que venga, nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana;

nada tiene de estable, todo se pasa.

Aspira a lo celeste, que siempre dura;

fiel y rico en promesas, Dios no se muda.

Ámala cual merece bondad inmensa;

pero no hay amor fino sin la paciencia.

Confianza y fe viva mantenga el alma,

que quien cree y espera todo lo alcanza.

Del infierno acosado aunque se viere,

burlará sus furores quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos, cruces, desgracias;

siendo Dios su tesoro, nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo;

id, dichas vanas;

aunque todo lo pierda,

sólo Dios basta.

Despues, cuando menos lo esperas, aparece más fresca la vida.

Y cuanto más alto miras, cuanto más te sorprendes, más pequeño, más de rodillas, eres ante Dios.

Después, cuanto menos lo esperas, el tiempo ha marcado su ritmo, y un sendero por dentro, ha tejido otra entraña más viva.
Entonces apareces más hermano, más hijo, más… de rodillas.

Es casi sin querer, al compás del deseo, de la ilusión, como el hombre, va haciéndose criatura,más a la imagen del corazón del amor.

Y después, cuando menos lo esperas, no puedes menos que querer de rodillas.

Señor, que vea…
…que vea tu rostro en cada esquina.
Que vea reír al desheredado,
con risa alegre y renacida.

Que vea encenderse la ilusión
en los ojos apagados
de quien un día olvidó soñar y creer.

Que vea los brazos que,
ocultos, pero infatigables,
construyen milagros
de amor, de paz, de futuro.

Que vea oportunidad y llamada
donde a veces sólo hay bruma.
Que vea cómo la dignidad recuperada
cierra los infiernos del mundo.

Que en otro vea a mi hermano,
en el espejo, un apóstol
y en mi interior te vislumbre.

Porque no quiero andar ciego,
perdido de tu presencia,
distraído por la nada…
equivocando mis pasos
hacia lugares sin ti.

Señor, que vea…
…que vea tu rostro en cada esquina.

José María Rodríguez Olaizola, sj

Por: Carmen Álvarez. Vita et Pax. Valencia.

Vida
Vida

Quiero vivir la Vida que me ofreces,
quiero vivir la Vida que me das.
Quiero seguir la senda de tus pasos,
te quiero a ti, Luz, Camino y Verdad.

Vida de Dios, de Dios tu Padre y nuestro;
Vida que se desborda, se irradia sin cesar.
Vida que cada día en tu Pan y en tu Cáliz,
sella el pacto de Amor para la eternidad.

Sólo la Paz que en tu corazón brota,
es la que a mí me da serenidad.
La que con Sangre en la Cruz obtuviste;
la que nos diste y que el mundo no da.

Quiero construir Paz, siempre por donde pase;

es un don que te pido y no me negarás.
Recibida de ti, yo no puedo guardarla,
yo necesito darla a los demás.

¡Oh Jesucristo! sólo Tú eres la Vida.
Verbo de Dios, sólo Tú eres la Paz.
Quiero vivir de ti, vivir tu Vida.
Quiero, viviendo en ti, sembrar tu Paz.

Lo que vos queráis, Señor,
sea lo que vos queráis.

Si queréis que, entre las rosas ría
hacía los matinales resplandores de la aurora,
sea lo que vos queráis.

Si queréis que entre los cardos sangre,
hacia las insondales sombras de la noche eterna,
sea lo que vos queráis.

Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme,
gracias por todo y por nada.
Lo que vos queráis, Señor,

sea lo que vos queráis.

Cántame las verdades de mi vida.
Oídas de tus labios
no sonarán a cálido reproche,
sino a amor que me acepta desgarrado.
Cántame las verdades.

Acostumbro
diariamente a caer en el engaño
de condolerme de mis propios lutos
y, sin criterio, disculpar mis fallos.
Miro tanto las faltas de los otros…

Tantas recetas doy que yo no hago…
Dime cómo me ves, Tú que me abarcas
con tus ojos eternos de milagro.

No perderé los ánimos. Tú sabes
corregir con amor. Lleva tu mano
a las secretas llagas. Vamos, cántame
las verdades que sanen mis pecados.

Amo Señor tus sendas,
y me es suave la carga
que en mis hombros pusiste;

Pero a veces encuentro
que la jornada es larga,
que el cielo ante mis ojos
de tinieblas se viste,
que el agua del camino
es amarga, es amarga,
que se enfría este ardiente corazón
que me diste;

Y una sombría y honda desolación
me embarga,
y siento el alma triste
y hasta la muerte triste…

El espíritu es débil
y la carne cobarde,
lo mismo que el cansado labriego,
por la tarde,
de la dura fatiga quisiera reposar…
Mas entonces me miras…
y se llena de estrellas,
Señor, la oscura noche;
y detrás de tus huellas,
con la cruz que llevaste,
me es dulce caminar.

Que el Señor nos acompañe cada momento de nuestra vida.
Que vaya delante de nosotros para iluminar el camino.
Que camine a nuestro lado para ser siempre nuestro amigo.

Que vaya detrás de nosotras para protegernos de cualquier daño.
Que sus brazos cariñosos estén debajo de nosotras para sostenernos
cuando el camino sea duro y estemos cansadas.
Que esté con nosotras para cuidar a todos los que amamos.
Que viva en nuestro corazón para darnos su alegría y su paz.

 

Padre bueno:

Danos un corazón de POBRE; capaz de amar, para abrirse y entregarse.
Danos un corazón PACIENTE; capaz de amar, viviendo esperanzados.
Danos un corazón PACIFICO; capaz de amar, sembrando la paz en el mundo.
Danos un corazón JUSTO; capaz de amar la justicia.

Danos un corazón MISERICORDIOSO; capaz de amar, comprendiendo y perdonando.
Danos un corazón SENSIBLE; capaz de amar, llorando sin desalientos.
Danos un corazón PURO; capaz de amar, descubriendo a Dios en el ser humano.
Danos un corazón FUERTE; capaz de amar, siendo fiel hasta la muerte.

DANOS TU CORAZÓN.

Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.

Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.

Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.

Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.

Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.

Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.

Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.

Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría

A veces iré distraída,
y a mi vera serás
peregrino ignorado.
Tú hazte notar.

Puede que vaya
sumida en fracasos,
rumiando derrotas,
lamentando golpes,
arrastrando penas,

Sin ver el sol radiante,
la vida que bulle,
tu mano tendida.
Tú toca mi hombro,
e importúname.

Acaso, perdida en palabras,
no escuche tu voz
desvelando lo escrito
en el cielo, en la historia,
en el acontecer de cada día.
Tú grita.

Quizás no te lo pida,
no te abra la puerta,
ni me dé cuenta
del hambre
que nos atenaza.
Pero tú quédate.

 

Tal vez, al conocerte,
te quiera retener
en mi casa, a mi mesa,
apresando el instante.

Tú te irás, de nuevo,
dejando en mi pecho
el fuego de mil hogueras,
y la alegría de un reencuentro.

Esta mañana
enderezo mi espalda,
abro mi rostro,
respiro la aurora,
escojo la vida.

Esta mañana
acojo mis golpes,
acallo mis límites,
disuelvo mis miedos,
escojo la vida.

Esta mañana
miro a los ojos,
abrazo una espalda,
doy mi palabra,
escojo la vida.

Esta mañana
remanso la paz,
alimento el futuro,
comparto alegría,
escojo la vida.

Esta mañana
te busco en la muerte,
te alzo del fango,
te cargo, tan frágil.
Escojo la vida.

Esta mañana
te escucho en silencio,
te dejo llenarme,
te sigo de cerca.
Escojo la vida.

Ilumina nuestras sombras para llevar tu luz.
Ilumina nuestras sonrisas para abrazar tus resurrecciones.
Ilumina nuestras impotencias para fortalecernos en tu amor.
Ilumina nuestro andar, hoy quedándonos en nuestros hogares, para crecer en la entrega.

Ilumina nuestras palabras para no tener miedo a tus silencios.
Ilumina nuestras lágrimas para seguir sembrando.
Ilumina nuestros errores para aprender de vos
Ilumina nuestra oración para no ser sordos a tu llamada.
Ilumina nuestro latir para no perder el ritmo del Reino.
Ilumina nuestras necesidades para animarnos a vivir más allá de ellas
Ilumina nuestro amor para que sea incondicional y hasta el extremo como el tuyo.

Ilumina nuestro soñar para despertar contigo.
Ilumina nuestra música para cantar con los demás
Ilumina nuestras heridas para regarlas desde tu manantial.
Ilumina nuestros carismas y nuestras espiritualidades, para que sean plenitud de vida.
ilumina nuestras distancias para construir nuevas cercanías.
Ilumina nuestra Eucaristía, hoy espiritual, para hacerla en memoria tuya.
Ilumina nuestra paz, que es la Tuya.

Niña con el mundo
en el alma.

Sutil, discreta, oyente,
capaz de correr riesgos.

Chiquilla de la espera,
que afronta la batalla
y vence al miedo.

Señora del Magnifícat,
que canta la grandeza
velada en lo pequeño.

Y ya muy pronto, Madre.
hogar de las
primeras enseñanas,
discípula del hijo
hecho Maestro.

Valiente en la tormenta,
con él crucificada
abriéndote al Misterio.
Refugio de los pobres
que muestran, indefensos,
su desconsuelo
cuando duele la vida,
cuando falta el sustento.

Aún hoy sigues hablando,
atravesando el tiempo
mostrándonos la senda
que torna cada ‘Hágase’
en un nuevo comienzo.

Señor, nuestra Tierra es sólo un astro pequeño perdido en la inmensidad del Universo.

Tarea nuestra es hacer de ella un planeta
donde no vivamos atormentados
por las guerras, torturados por el hambre y el terror o desgarrados y divididos por ideologías, raza o color.

Danos acierto y valor para poner
desde hoy manos a la obra
con el fin de que nuestros hijos
y los hijos de nuestros hijos
puedan un día llamarse con orgullo
‘hombres’.

En ti, Señor, me cobijo,
no quede nunca defraudado.
Líbrame, conforme a tu justicia,
atiéndeme, date prisa.

Sé tú la roca de mi refugio,
fortaleza donde me salve
porque tú eres mi roca y mi fortaleza
por tu nombre me guías y me diriges.

Enséñame a caminar por tus sendas
en tus manos pongo mi vida
y me libras, Señor, Dios fiel.

Tú me libras en las tormentas,
me defiendes en la lucha,
me orientas en las sombras,
me conduces en la vida.

Cuando estoy en apuros
y la pena debilita mis ojos,
mi garganta y mis entrañas…
cuando pierdo las fuerzas
en ti confío, Señor:
me digo: “tú eres mi Dios”.

Que yo pueda sentir con tus sentimientos,
los sentimientos de tu Corazón
con que amabas al Padre y a los hombres.

Jamás nadie ha tenido mayor caridad que Tú,
que diste la vida por tus amigos,
culminando con tu muerte en cruz
el total abatimiento de tu encarnación.

Quiero imitarte en esa interna y suprema disposición
y también en tu vida de cada día,
actuando, en lo posible, como Tú procediste.

Por: Carmen Álvarez Ricart. Vita et Pax. Valencia

¡Oh Jesús! danos luz y sensibilidad

para reconocerte en tantos crucificados hoy;

en tantas y tantos injustamente tratados,

empobrecidos, hambrientos…

No nos dejes quedar indiferentes

ante tanto dolor, mientras giramos sobre nosotros mismos,

sin tenerte en cuenta, “Cristo total”. Tú te identificas

con los sedientos, los enfermos, los encarcelados…

Que nos sea imposible no unir tu suerte a la de quienes

son emigrantes, refugiados, desplazados, perseguidos,

maltratados, privados de derechos humanos…

hasta del derecho a vivir; quienes no tienen trabajo…

Quienes viven en soledad, sin sentirse queridos,

valorados, tenidos en cuenta, comprendidos.

Señor: si separamos tu Pasión del dolor del mundo,

no te hemos entendido. ¡Ábrenos los ojos y el corazón!

Concédenos vivir en la fe, la experiencia de tu Muerte, Primogénito de entre los

muertos, Jesús muerto y sepultado. Danos el gozo de las Bienaventuranzas para que

tu Reino sea realidad , y ya que has sido levantado sobre la tierra, atrae a todos a ti y

asócianos al triunfo de tu Resurrección.

Señora del Camino,
muéstrame la vía
para llegar al Padre
al lado de tu hijo.

Señora del Camino,
en mi oración te pido
que no me dejes nunca;
me siento como un niño.
Dame tu luz para avanzar
y en la noche oscura guíame.

Hazme transparente
como fue tu vientre
para dar a luz la vida.
Ponme con tu hijo,
Señora del Camino.

Toma una sonrisa
y regálasela a quien
nunca la ha tenido.

Toma un rayo de sol
y hazlo volar hasta allí
donde reina la noche.

Descubre una fuente
y haz que se bañe en ella
quien vive en el fango.

Toma una lágrima
y ponla en el rostro
de quien nunca
ha llorado.

Toma el valor
y ponlo en el ánimo
de quien no sabe luchar.

Descubre la vida
y cuéntasela a quien
no sabe captarla.

Toma la esperanza
y vive en su luz.
Toma la bondad
y dásela a quien
no sabe dar.

Descubre el amor
y dáselo a conocer
al mundo.

Apareciste
cuando el alma
no tenía prisa
ni de llegar,
ni de crecer,
ni de morir.

Cuando te fuiste
el cuerpo
no hizo balance
ni de ausencias,
ni de caricias,
ni de preguntas.

Y me dejaste
una sorpresa,
una certeza,
un corazón.

¡Nunca te fuiste!

Tú nos diste la vida para convivir
y nosotros lo llevamos todo a la muerte, a la guerra,
a la competencia, a la indiferencia.

Tú nos diste árboles y bosques
y nosotros estamos talándolos.
Tú nos diste la primavera a los pájaros y ríos a los peces
y nosotros no hacemos más que contaminarlos
con los residuos de las industrias

La primavera se hace amoría
y los ríos quedan vacíos y el aire se corrompe.
Tú nos diste el equilibrio de la creación
y nosotros la hemos desequilibrado
y nos encaminamos al fracaso.

Nuestro tiempo pasa, Señor.
Danos tu tiempo para que podamos vivir.
Danos el valor de servir a la vida y no a la muerte.
Danos tu futuro a nosotros
y a nuestros hijos.

Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre,
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.

Me creo que siempre que lo digo me oyes.
Me creo que da buena suerte.
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima más que tu nombre. María

Te seguimos, Señor Jesús,
Pero para que te sigamos, llámanos,
Porque sin ti nadie avanza.
Que sólo Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida.
Recíbenos como un camino acogedor recibe.
Aliéntanos como la verdad alienta.
Vivifícanos, puesto que Tú eres la Vida.

San Agustín.

Ayúdame, Dios mío, por tu bondad
Perdóname por lo que he hecho mal,
tú sabes cómo soy.

Yo sé que no miras lo que está mal,
sino lo bueno que es posible.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me das sabiduría.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me dejes vagar lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Enséñame a vivir la alegría profunda de tu salvación,
hazme vibrar con espíritu generoso:
entonces mi vida anunciará tu grandeza,
enseñaré tus caminos a quienes están lejos,
los pecadores volverán a ti.

Hazme crecer, Dios,
Dios, Salvador mío,
y mi lengua cantará tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera ritos sólo por cumplir, no los querrías.
Lo que te ofrezco es un espíritu frágil;
un corazón quebrantado y pequeño,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a tus hijos, haznos fuertes en tu presencia.
Entonces te ofreceremos lo que somos,
tenemos, vivimos y soñamos,
y estarás contento.

Señor, me doy cuenta
de que todo lo que me pides
es un simple ‘sí’,
un simple acto de confianza
para que, de ese modo,
la elección que tú haces por mí
dé frutos en mi vida.

No quiero estar tan ocupada
con mi forma de vivir,
mis planes y proyectos,
mis parientes, amigos y conocidos,
que no me dé cuenta siquiera
de que Tú estás conmigo,
más cerca que ningún otro.

No quiero ser ciego a los gestos de amor
que vienen de tus manos,
ni sordo a las palabras amorosas
que vienen de tu boca.
Quiero verte cuando caminas conmigo
y escucharte cuando me hablas.

Al final del camino
cosecharemos
amor, sembrado
en desvelos, palabras,
silencios y gestos.

Compartiremos,
en cena festiva
la mesa en que un día
dejamos unos panes
y unos peces,
y descubriremos
a nuestro lado
a quienes tanto hemos querido.

 

Contemplaremos
nuestra historia,
como la ve Dios.
Él nos dirá quiénes fuimos.

En su relato, verdad
y misericordia
bailarán entrelazadas,
para mostrarnos
luces y sombras.
Volverá a arder el corazón
como en tantos instantes
en que fuimos suyos.
Quizás duela un poco
el bien que no hicimos.

La Vida, mayúscula,
eterna, e invencible,
acogerá la muerte
en su abrazo.

Al fin habremos llegado
a casa.


Mi equipaje será ligero,
para poder avanzar rápido.
Tendré que dejar tras de mí la carga inútil:
las dudas que paralizan
y no me dejan moverme.

Los temores que me impiden
saltar al vacío contigo.
Las cosas que me encadenan y me aseguran.

Tendré que dejar tras de mí
el espejo de mí mismo,
el ‘yo’ como únicas gafas,
mi palabra ruidosa.
Y llevaré, todo aquello que no pesa:

Muchos nombres con su historia,
mil rostros en el recuerdo,
la vida en el horizonte,
proyectos para el camino.

Valor si tú me lo das,
amor que cura y no exige.
Tú como guía y maestro,
y una oración que te haga presente:

«A ti, Señor, levanto mi alma, en ti confío,
no me dejes. Enséñame tu camino,
Mira mi esfuerzo. Perdona mis faltas.
Ilumina mi vida, porque espero en ti».

Todo se mueve y se renueva.
Se mueve el sol, la luna y la tierra,
el átomo y la estrella.

Se mueve el aire, el agua, la llama, la hoja.
Se mueve la sangre, el corazón,
el cuerpo, el alma.

Todo se mueve, nada se repite.
Todo es calma y danza,
quietud en movimiento.

Lo que no se mueve se muere,
pero incluso en lo que muere todo se mueve.
Se mueve el Espíritu de Dios,
energía del amor,
verdor de la Vida.

Se mueve Dios, el Misterio que todo lo mueve
y lo impulsa al amor y la belleza.

Quiero ser pastor
que vele por los suyos;
árbol frondoso
que dé sombra
al cansado;
fuente donde
beba el sediento.

Quiero ser canción
que inunde los silencios;
libro que descubra
horizontes remotos;
poema que deshiele
un corazón frío;
papel donde se pueda
escribir una historia.

Quiero ser risa en los
espacios tristes,
y semilla que prende
en el terreno yermo.

Ser carta de amor para el solitario,
y grito fuerte para el sordo…
Pastor, árbol o fuente,
canción, libro o poema…
Papel, risa, grito, carta, semilla…

Lo que tú quieras, lo que tú pidas,
lo que tú sueñes, Señor…
eso quiero ser.

Si puedo hacer, hoy, alguna cosa,
si puedo realizar algún servicio,
si puedo decir algo bien dicho,
dime cómo hacerlo, Señor.

Si puedo arreglar un fallo humano,
si puedo dar fuerzas a mi prójimo,
si puedo alegrarlo con mi canto,
dime cómo hacerlo, Señor.

Si puedo ayudar a un desgraciado,
si puedo aliviar alguna carga,
si puedo irradiar más alegría,
dime cómo hacerlo, Señor.

Adaptación del Salmo 14
Señor, ¿quién puede habitar en tu presencia?
Quien actúa con honradez
y practica la justicia

Quien tiene intenciones rectas
y no calumnia con su palabra
Quien no hace mal a su prójimo
ni calumnia al vecino,
quien es capaz de denunciar la injusticia
y valorar la misericordia.

Quien no explota a los otros,
ni acepta sobornos contra el inocente
Quien tiende su mano al que lo necesita
quien se estremece ante el mal que destruye, mutila, excluye y abandona.

Quien vive agradecido por las oportunidades
y consciente de lo que puede hacer
por tu reino en este mundo.
Quien ama, sin límites…
Quien así obra nunca fallará…

Si pienso en lo que quieres que yo haga,
si tengo que hacer caso a tus palabras,
si quieres que te diga lo que pienso,
es de locos

Si quieres que me quite las cadenas
que me hacen sentir seguro aquí abajo
es como si me vaciara las venas,
estás loco

Sólo te pido fuerzas para hacer
de mi debilidad
un férreo vendaval
Desde el convencimiento
que tal vez
hoy todo pueda ser
de nuevo realidad
que ya estás al llegar

De todas formas sé que es necesario
andar contra corriente en esta tierra
y que en el fondo merece la pena
estar loco.

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