Por: Autor desconocido
Gracias, Señor, porque me ayudas a romper mis cadenas.
Me conoces por dentro y por fuera
y sabes muy bien todo lo que me ata
y me impide seguirte por entero, sin condiciones.
Tú quieres habitar en mi corazón.
Has llamado, has entrado
y me has dicho: «Conmigo lo puedes todo».
Algo dentro de mí empieza a cambiar
y mi alma, que sin ti estaba muerta,
comienza a revivir al sentir tu presencia.
¡Qué bueno eres conmigo, Señor!
¡Con qué cariño me mimas! ¡Con qué amor me miras!
A pesar de alejarme tantas veces de ti,
tú no dejas de estar a mi lado.
A pesar de despreciarte en múltiples ocasiones,
tú no te alejas ni un solo momento de mí.
A pesar de todo, Señor, a pesar de todo,
siempre estás conmigo.
Aunque yo parezca más fuerte que tú,
tu bondad y tu amor pueden conmigo.
A veces parece imposible que pueda cambiar,
pero ahí estás tú, Señor, rompiendo mis cadenas.
Rompiendo todas las ataduras que me alejan de ti.
Por eso, Dios mío, te puedo decir con el corazón en la mano
que aquí estoy, todo tuyo, toda tuya.