Presentación del Señor. Ciclo A
Por: M. Carmen Calabuig. Vita et Pax. Rwanda
La Presentación del Señor en el templo es una invitación a salir al encuentro del Señor, que quiso someterse al cumplimiento de la ley de Moisés, dejándonos entrever así, su aceptación de la voluntad del Padre: “Aquí estoy para hacer tu voluntad.”
En este acto sencillo, común a todos los niños judíos, alguien fue capaz de descubrir a quien era igual a todos, pero diferente: “Mis ojos han visto a tu Salvador…”
Durante el tiempo de Navidad, hemos celebrado que Dios viene al encuentro de la humanidad y se ha manifestado de diferentes maneras: a los pastores, a los Magos… Eran formas extraordinarias, hoy se nos manifiesta a cada uno de nosotros en los acontecimientos de la vida diaria, por medio de signos pobres. ¿Somos capaces de reconocerle? ¿Les damos la importancia de ser manifestación de Dios en nuestra vida?
S. Lucas parece subrayar las condiciones necesarias para reconocer a Jesús en lo cotidiano:
- Esperar el consuelo del Señor
- Estar habitado por el Espíritu
- Actitud orante
Estas actitudes que vemos en Simeón y Ana les hicieron capaces de esperar, incluso hasta la vejez, al Mesías prometido.
Reconocer a Jesús, hoy, implica vivir en actitud vigilante, estar atentos a las situaciones de las personas que viven en el sufrimiento, la desesperanza, en situaciones límite y que aguardan el consuelo del Señor y reconocer, al mismo tiempo, tantos actos de solidaridad que se dan en nuestro entorno.
A quien sufre, el consuelo del Señor solo le puede llegar a través de nosotros. Que el Espíritu nos haga ver el mundo con los ojos de Jesús, con un corazón misericordioso. En la noche de Navidad escuchábamos al profeta Isaías, que nos decía: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”. Simeón proclama a Jesús: “Luz para alumbrar a las naciones”.
El Señor es la LUZ. Dejemos que esta luz nos penetre y nos transforme. Nosotros, en la medida en que nos identificamos con El, en la medida en que El nos habita, nos vamos transformado… para que su vida se manifieste a través de nosotros (2 Cor, 3, 7). Conscientes de que vivimos de la Vida de Jesús, de que llevamos ese tesoro en vasijas de barro, estamos llamados a transparentar esa Vida, la Luz.
“Hazme transparente como el cristal para que tu luz brille a través de mí” (D. Cornelio Urtasun). Que, en la situación concreta que cada uno vivimos, ofrezcamos un estilo de vida alternativo a esta sociedad consumista e injusta y seamos testigos de la luz mediante una vida sencilla, más evangélica.
En muchas comunidades parroquiales se celebrará esta fiesta con la bendición de las candelas. Con nuestras velas encendidas, vayamos al encuentro de Cristo y presentemos al Padre las personas que sufren, enfermos, parados, encarcelados, quienes carecen de lo imprescindible para vivir… en los cuales podemos reconocer a Cristo. Vayamos al encuentro de Cristo, a dejarnos encontrar por Cristo, es el Espíritu el que prepara nuestro corazón para ese encuentro, como lo hizo con Simeón y Ana.
Lo reconoceremos en la fracción del pan, sacramento de su entrega. Cada vez que participamos de su Eucaristía nos invita a ser una ofrenda permanente, pan bueno, partido, repartido y comido para dar vida al mundo.
Vayamos gozosos a anunciar lo que hemos visto y oído en nuestro encuentro con el Señor.