¡V e l a D ¡

¡V e l a D ¡
Domingo I de Adviento. Ciclo B
Por: Lucio Arnaiz. Presbítero. Alicante

Textos Litúrgicos:

Is 63, 16-17. 19;64, 2-7
Sal 79
1Cor 1, 3-9
Mc 13, 33-37

¡V E L A D ¡

La Iglesia, congregada en asamblea orante, suplica la presencia de su Señor: ¡ojalá rasgases el cielo y descendieses!  “Ven, ven, Señor, no tardes. Ven, ven, que te esperamos”. Ven, porque tu presencia es gracia y salvación; tu presencia nos llena de bienes. Así lo testimonia hermosamente S. Juan de la Cruz:

“Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura y yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura”

La Iglesia suplica que el Señor venga de nuevo y que nos abra los ojos de la fe para descubrir gozosamente que ya está entre nosotros. Nuestro Dios es el Dios que vino, el Dios que viene y el Dios que vendrá de nuevo. Él está permanentemente viniendo, acercándose, llegando a nosotros. Señor, despierta tu poder y ven a salvarnos. Ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa.

Al comienzo del Adviento, se nos recuerda que la venida del Señor es bajada, descendimiento, Kénosis, estrechamiento. Desde el corazón del Padre, el Señor desciende a los infiernos del mundo. Desde los últimos y las periferias el Señor nos ofrece a todos el amor entrañable del Padre.

El Señor está viniendo a nosotros de muchas maneras. Es tan fuerte su voluntad de estar con nosotros que nos sorprende una y otra vez. Está viniendo en la Eucaristía que celebramos, en la Palabra que escuchamos, en la comunidad de la que formamos parte, en las personas con las que convivimos, en los pobres que frecuentamos, en la belleza que contemplamos… “El mismo Señor viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento”.

Como el Señor viene, lo que procede es velar y estar atentos, porque no sabemos ni cuándo ni cómo. Velad porque no sabéis cuándo es el momento, cuándo vendrá el dueño de la casa. El Señor siempre cumple sus promesas; ha puesto su tienda de campaña entre nosotros. Estamos en Adviento; es nuestro turno. Ahora nos toca a nosotros preparar el corazón para acoger al Señor apenas venga y llame.

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