25º Domingo del T.O. Ciclo A
Por: Mª Carmen Nieto León. Mujeres y Teología Ciudad Real
Vivir desde las claves del Evangelio.
Nos dice Isaías que los planes que tiene el Señor para nosotros no son los que nosotros creemos, que sus planes son muchos más altos… Yo lo leo y me asusto, y pienso, pero Señor ¿cómo no voy a saber los planes que tienes para mí? Y si no lo sé ¿cómo los tengo que descubrir? y sigo pensando y me da miedo ¿y si no los descubro?… Pero enseguida me llega la certeza de saber de Quién me he fiado…, y eso me tranquiliza, me da paz, me sosiega y me hace descubrir la grandeza de la fe y de Dios.
Entiendo entonces que el Señor es bueno, que me quiere con un amor de Madre, incondicional, que está ahí a pesar de todo y de todos, que cuando le llamo siempre le encuentro y sé que cuando me alejo de Él, sigue velando por mí y por mi vida, que cuando me equivoco está esperando que me dé cuenta, que cuando sufro el sufre conmigo y nunca me deja sola. Él es cariñoso conmigo y compruebo, aunque no siempre me resulte fácil, que efectivamente, lo que Él quiere para mí supera, con creces, la mayor felicidad que yo haya podido imaginar. Como no fiarme de él.
Desde este convencimiento nos invita Pablo, en la primera lectura, a vivir desde las claves del evangelio. Y se queda “tan ancho”. Si a cualquiera de los que nos decimos creyentes nos preguntan si queremos vivir desde las claves del evangelio, todos diríamos que sí, claro, por supuesto, pero ¿somos conscientes de su radicalidad? ¿somos conscientes de lo que implica ser coherente con el evangelio? ¿sabemos lo que significa amar a nuestro prójimo como a mí mismo? ¿hemos reflexionado lo que supone deja todo y sígueme? Bueno, pues según Pablo hay que vivir desde estas claves revolucionarias.
Por su lado, Mateo, otro que de la cueva sale, nos narra un episodio, a modo de ejemplo, en el que se describe muy bien la contracorriente del evangelio ¿cómo se le puede remunerar a una persona que ha estado trabajando dos horas lo mismo que a una persona que ha estado trabajando diez? ¿Cómo entender eso? Es imposible entenderlo si no se pone en primer lugar a la persona, su situación, sus necesidades…. Quien lo entienda desde las claves de este sistema individualista y hedonista que pone el beneficio y la justicia mal entendida -porque no es justicia dar a todos por igual, sino a cada uno lo que necesita- entonces es incomprensible y surgen las envidias, los recelos, la falta de empatía. Este es un buen ejemplo de lo difícil que es en nuestra vida cotidiana hacer vida el evangelio de Jesús.
Jesús se sitúa del lado de la persona, de sus necesidades, y eso es lo que importa, lo que da razón a su Misión, que no es otra que hacer sentir el Amor de Dios a todas las personas, independientemente de sus actos, de sus decisiones, de sus capacidades, de sus actitudes…. Pero claro, Dios nos hace libres y nosotros con esa libertad hemos de elegir entre nuestros planes o los planes que Él tiene para nosotros.
Esa es la llamada de hoy, o al menos así la entiendo yo; confiar en el Señor, llamarle, dejarnos guiar por Él, a pesar de que no entandamos por dónde quiere llevar nuestra vida, a pesar de que nos entre miedo y nos asustemos.
Llamarle y dejarle que se acerque a nosotros, especialmente en los momentos difíciles, ser parte de su viña, aunque no comprendamos cómo la “gobierna”, aunque lo justo nos parezca injusto, porque no somos capaces de mirar con los ojos de ese Dios misericordioso que antepone a la persona, que Ama hasta el extremo, que va contracorriente, y que paga con sus propias carnes ese ir contracorriente.
Pues desde ahí, a mi entender, tenemos que pensar y ver si quiero hacer vida en mí el evangelio, o al menos intentarlo, si dejo que el Señor entre en mi vida, si estoy dispuesta a trabajar en su viña y a fiarme de Él, si soy capaz de asumir el coste que tiene en mi vida el ir contracorriente…. Menuda tarea para comenzar el curso.