Volver nuestro corazón a Dios. En este tiempo apresurado que vivimos nos resulta muy difícil recapacitar. Necesitamos hacer un esfuerzo para pararnos y así poder tomar decisiones sensatas.
También estamos viviendo circunstancias muy adversas y que afectan a toda la humanidad, a las relaciones interpersonales, a la salud y a la economía. Ante el coronavirus todos somos iguales, los ricos, los pobres, los del norte y los del sur, pero como siempre los perdedores serán los más desvalidos. Sabemos que unos pocos harán crecer su riqueza haciendo negocio con la desgracia de los demás.
Los textos litúrgicos de este domingo tienen un denominador común: la necesidad de recapacitar para poder volver nuestro corazón a Dios. Dice El texto de Ezequiel “Cuando el malvado recapacita y se convierte de los delitos cometidos vivirá y no morirá”
Y el evangelio nos anuncia que “los publicanos y las prostitutas nos llevarán la delantera en el camino del Reino de Dios, porque ellos creyeron a Juan… y después de esto vosotros no recapacitasteis ni le creísteis…”
También el evangelio nos presenta una provocación del Señor que suscita dos reacciones diversas.
Pero esta provocación del Señor está llena de ternura: se dirige a sus hijos. En realidad se dirige a cada uno de nosotros como Padre Bueno, pero exige una respuesta clara, una respuesta no solo de palabras, sino de hechos.
Dios quiere remover nuestras conciencias para que emprendamos el camino hacia el Reino, para construir su Reino, pero todos sabemos que esa ruta no es fácil para nadie.
Considero que la necesidad de recapacitar tiene como objetivo fundamental la conversión. La conversión entraña un cambio de comportamiento, pero va más allá de esto; se trata de un cambio en nuestra misma naturaleza. Es un cambio tan significativo que el Señor y Sus profetas se refieren a él como un nuevo nacimiento, un cambio de corazón y un bautismo de fuego.
El pecador si se vuelve a Dios siempre encuentra su acogida, su abrazo, su perdón misericordioso. Así lo expresa el final del capítulo 18 de Ezequiel:
“Quitaos de encima los delitos que habéis cometido, estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Pues no quiero la muerte de nadie. ¡Convertíos y viviréis¡
Recapacitar para dar la vuelta a nuestras acciones, a nuestras actitudes para convertirnos y vivir como el Señor, para reflexionar sobre nuestras acciones y decisiones. Recapacitar nos llevará a construir el Reino. La conversión nos da la posibilidad de encontrar en lo profundo de nuestro ser al Señor.
Un ejemplo se da en la conducta del hijo que en un principio dice NO HAGO LO QUE ME PIDES, pero al recapacitar SÍ HACE LA VOLUNTAD DEL PADRE y va a trabajar a la viña.
Y esta es nuestra tarea trabajar por el Reino. Volver nuestro corazón a Dios.
La pandemia que vivimos, en general, nos llena de incertidumbre, nos limita la posibilidad de hacer planes. Este es un momento especial y que nos conduce a fijar nuestros ojos en el Señor y decidle:
“Esperanza mía,
Castillo mío
mi Dios en quien confiaré.
Debajo de sus alas estaré segura”