Domingo 5º de Pascua, Ciclo A
Por: Sagrario Olza. Vita et Pax. Pamplona
Estamos viviendo el Tiempo de Pascua. Jesús Resucitado es el centro de las celebraciones litúrgicas. Lo contemplamos glorioso, superadas las pruebas de su pasión y muerte: “Porque esperó, Dios lo libró y de la muerte lo sacó…”, cantamos. “ Hasta en la situación extrema de la cruz, Jesús confió en su Padre”.
Hijo de una familia sencilla, trabajador manual y judío cumplidor de la Ley, viviendo “como uno de tantos” entre las gentes de Nazaret, fue tomando conciencia de que el Dios de su Pueblo era un Padre.
Según las Escrituras Dios mismo se había ido manifestando así: un Dios que acompañaba siempre al Pueblo y lo protegía, un Dios siempre dispuesto a renovar las alianzas que el Pueblo rompía, un Dios enamorado de la obra salida de sus manos, que la tomaba en sus brazos y la acariciaba como una madre hace con la criatura salida de sus entrañas… Ese Dios era un Padre-Madre, que amaba personalmente a todos sus hijos e hijas, que su amor abarcaba a toda la familia humana. Así fue percibiendo Jesús a su Dios… Y cuando hablaba con él le llamaba “Abba”, papaíto. No era un Dios legalista, vengativo, excluyente… que favorecía “a los buenos” y castigaba “a los malos”.
Jesús, desde su experiencia de hijo, descubrió la misión que el Padre-Madre le encomendaba: compartir su experiencia, anunciar la Buena Noticia de la paternidad de Dios, de su amor misericordioso, de la fraternidad universal… y proclamar como bienaventurados y preferidos a los últimos, los que menos contaban, los marginados por las leyes religiosas y civiles, los privados de derechos y libertades. La Buena Noticia era una nueva manera de vivir, era el Proyecto del Padre para todos sus hijos, era… ¡el Reino de Dios!
Para realizar su tarea Jesús eligió a unos colaboradores. Juntos recorrieron pueblos y ciudades. Con ellos compartía los objetivos y las bases de su “Programa”, su manera de vivir, sus preocupaciones y deseos más íntimos… Les dijo: “Vosotros sois mis amigos”.
Llegó el tiempo de la Pascua judía y Jesús la quiso celebrar con los suyos. Veía ya cercana su muerte y fue una cena de despedidas: “Me voy pero volveré… os prepararé un lugar y os llevaré conmigo… Vosotros ya sabéis el camino… Conoceréis al Padre…” Sus amigos no llegaban a entender aquellas palabras: “Si no sabemos a dónde vas , ¿cómo vamos a saber el camino?” Y la respuesta fue bien clara, para ellos, para nosotros, para todos y para todos los tiempos: “Yo soy el Camino”
Jesús, condenado a muerte por las autoridades de su tiempo y resucitado para siempre por el Padre, es la Piedra básica en la construcción de una Humanidad nueva. Conocer a Jesús, vivir según el Evangelio, es bueno para todos, no sólo para los cristianos.
“Yo soy el Camino. Nadie va al Padre sino por mí… Quien me ha visto a mí ha visto al Padre…” Jesús nos manifiesta quién es Dios y cómo es Dios.
“Yo soy la Verdad. Yo no hablo por cuenta propia… el Padre permanece en mí y él mismo hace sus obras…”. Es el Dios verdadero encarnado en la persona de Jesús.
“Yo soy la Vida”. “El Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él. Así también, el que me coma vivirá por mí” (Juan, 6, 57) Jesús participa de la esencia y de la vida de Dios, que es Amor, y nos invita a participar de esa misma Vida.
Hemos visto que Jesús escogió unos colaboradores. Les fue instruyendo y les hizo partícipes de su misión. Fueron sus amigos, sus discípulos, sus testigos, sus apóstoles. Y los envió al mundo para anunciar la Buena Noticia, el Evangelio… “Haced discípulos en todos los pueblos… enseñándoles a poner por obra todo lo que os he enseñado… Yo estaré con vosotros hasta el final del mundo”. (Mateo, 28,19-20)
La Buena Noticia llegó hasta nosotros, que también somos enviados a transmitirla a nuestro mundo, anunciándola de palabra y, sobre todo, con nuestra vida. Enviadas/os a testimoniar un estilo de vida diferente al que nos ofrecen los mercados, los medios de comunicación, los concursos y modelos de belleza, del triunfo competitivo, de la ganancia fácil, del poder… Es el estilo que vivió y anunció Jesús: el de la preocupación por el otro –porque es mi hermano-, el que busca lo incluyente –somos un única familia humana-, el respeto y la defensa de los derechos humanos porque toda persona –por el hecho de serlo y porque es lo más importante de todo lo que se relaciona con nuestro propio ser-, tiene derecho a ser respetada y defendida.
Reino de Dios = Buena Noticia para todos. Somos responsables de hacerla posible, de hacerla VIDA en nuestras vidas. Ya lo sabemos: Jesús es el Camino y es la Luz que alumbra nuestro caminar. Él prometió estar con nosotros/as hasta el final de los días, porque sigue vivo, resucitado. ¡Aleluya!