Yo Soy el Pan de la Vida

yo soy el pan de vida
Domingo Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Corpus.
Por: Juanjo Martínez Domingo, SJ Centro Arrupe – Valencia

 

Textos litúrgicos:

Dt 8, 2-3. 14-16
Sal 147
1Cor 10, 16-17
Jn 6, 51-58

Yo Soy el Pan de la Vida

 

# El Pan de Vida es Jesucristo, nuestro Señor. En cuanto los discípulos tuvieron la certeza de la resurrección de Cristo, ya todo lo demás se iluminó, ganó significado, trascendencia. Sus recuerdos no solo fueron hacia atrás, a la vez inauguraron un vivir diferente para un futuro nuevo.

Recordaron en primer lugar el mandato, el amor mutuo sin límites, “Como yo os amé”. Recordaron también el gesto de Jesús de ponerse a sus pies para lavárselos, “También vosotros deberéis lavaros los pies unos a otros”. Amor y servicio fraterno, unidos a la Eucaristía, “Hagan esto en memoria mía”.

Pero sobre todo recordaron al Dios hecho hombre, en la carne, Jesús en la fragilidad. Él cargó con nuestra debilidad, pero no guardó su vida para sí, sino que la entregó por todos nosotros.

Su mandato incluye no guardarnos la propia vida, sino darla con generosidad, cada día, en la familia, en el grupo, la comunidad. Así será sincera la comunión con el Cuerpo de Cristo, pues sin fraternidad solidaria se resiente la comunión.

# La Eucaristía recuerda y continúa la Encarnación y la Redención, que no terminaron, prosiguen con su presencia y trabajo, en su entrega sin fin. Dios se hizo hombre para restaurar la humanidad, con nosotros, por el gran amor con el que Jesús vivió todo desde Belén hasta el Gólgota. “Es mi cuerpo, que se entrega por vosotros”.

En este tiempo intermedio, la comunión con el Cuerpo de Cristo alimenta nuestra fe, fortalece la esperanza y animará el amor. Así el Reino de Dios irá llegando, aun con altibajos. La vida eterna prometida ya va de camino con nosotros, en Iglesia, en el mundo, comunicando su misma vida: “Yo soy el Pan de la vida. No teman”.

# El mandato de la Eucaristía, “Haced esto en memoria mía”, no fue un mandato solo para los curas, sino para cuantos participamos en la celebración. Los discípulos serán invitados en cada Misa a ser alimento, así cantaremos: “Dime, Señor, cómo ser pan”: compartir, acompañar, curar, perdonar. Hacer de nuestra propia vida una Eucaristía. San Pablo advirtió que nuestro egoísmo y avaricia podría falsear la celebración. Por eso diremos: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”.

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