20º Domingo TO. Ciclo B
Por: Concepción Ruiz Rodríguez. Mujeres y Teología de Ciudad Real
La Sabiduría ha edificado una casa, ha preparado un lugar confortable, con una mesa bien dispuesta, ha invitado a todos y todas a comer su pan y beber su vino. Es una invitación a dejar nuestras vidas cómodas, monótonas para caminar por la senda de la inteligencia, de la sabiduría, tomando el único alimento que vivifica y da plenitud.
“Gustad y ved que bueno es el Señor”: el salmo 33 es una invitación a vivir en la presencia del Señor, a buscarlo y seguirlo. Quien toma este camino no carece de nada. Él llena nuestras expectativas, calma nuestras angustias, ilumina el sendero en los momentos oscuros. Vivir en su presencia dispone el corazón para la paz, para la justicia, para el bien.
San Pablo en la carta a los Efesios es muy concreto con el seguimiento de Jesús. Insta a la escucha, a discernir su voluntad, a seguirle, a darle gracias con himnos y cantos. Dejando atrás tantas cosas como nos atrapan y nos impiden ser libres de verdad.
San Juan en el evangelio no se cansa de animarnos a participar del memorial de Jesús, la última cena, a comer su pan y beber su vino.
¡Cuantas Eucaristías desperdiciadas a lo largo de nuestras vidas! Fijándonos sólo en lo secundario: La frialdad y la falta de vida de las celebraciones, las homilías de algunos sacerdotes, la poca sencillez de la liturgia, la mala distribución de los templos, … Todo esto es verdad y ciertamente no facilita el vivir la Eucaristía con plenitud.
Prepararnos para la Eucaristía pues vamos a encontrarnos con Dios. Dejamos a un lado las mediaciones y nos centramos en lo verdaderamente importante: Dios está ahí esperándonos. Vamos a comer su cuerpo y beber su sangre, alimento que nos nutre para la vida, nuestro corazón toma tono y fuerza y se dispone a la misión, a trabajar por el Reino.
Y lo celebramos en comunidad, al lado de otras personas que desde dispares situaciones persiguen el mismo sueño que nosotros. Y así transformamos el mundo.
Hoy la liturgia nos invita insistentemente a gustad al Señor, a formar parte de Él, a tener sus mismos deseos, sus mismos sentimientos, su mismo corazón. Nos está llamando. ¿Acaso no lo oís? Es una invitación a agradecer sus dones, su ternura y paciencia infinita.
Que en estos días de descanso dejemos a un lado el asistir a la Eucaristía por costumbre, por inercia. Y pasemos a vivirla desde la consciencia del encuentro con Jesús de Nazaret, con la certeza que es ahí donde repararemos fuerzas, tomaremos impulso y esperanza para trabajar por el Reino.