Domingo 29º del T.O. Ciclo C
Por: Sagrario Olza. Vita et Pax. Pamplona.
Domingo Mundial de la Propagación de la Fe – DOMUND
Cuando recibimos una buena noticia, a cualquiera de nosotras/os se nos ensancha el corazón; hasta físicamente, parece que lo notamos. Y, al momento, sentimos la necesidad de comunicarla, de compartirla, porque la alegría compartida es más, se hace más grande, más alegre.
Jesús, al despedirse de los suyos, les dio este encargo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio (la Buena Noticia) a toda la creación” (Mt. 16,15). Y este encargo se prolonga en el tiempo, Jesús nos lo sigue haciendo a todos los cristianos.
¿Somos conscientes de haber recibido esta Buena Noticia? ¿Vivimos con alegría por haberla conocido? ¿Nos sale del corazón comunicarla y compartirla, porque creemos que puede ser Buena Noticia también para los demás?
Así lo han debido entender los Misioneros que, dejando casa, familia, tierra, cultura… se han marchado a otros mundos, para compartir su fe y su vida hecha servicio con los más necesitados. Fe + Caridad = Misión, es el lema de esta Jornada. Nuestra fe, el haber conocido a Jesucristo, nos empuja a anunciarlo de palabra y con obras, a comunicar la Buena Noticia del Reino, del Proyecto de Dios para todos sus hijos: una familia de hermanos, viviendo en el mundo que él creó, con recursos suficientes para vivir en paz y armonía, para vivir en fraternidad.
Pero el encargo “misionero” es para todos, también para los cristianos que permanecemos en nuestra patria, en nuestro ambiente, y nos desenvolvemos en las circunstancias ordinarias de la vida… Y nos podemos preguntar: ¿Comunico yo la alegría que supone vivir desde la fe? ¿Dónde y cómo hago ese anuncio? Mis actitudes y mis obras ¿son Buena Noticia para los demás? ¿Mi estilo de vida hace que los demás se pregunten por qué actúo así, cuál es la razón de mi conducta? Mis criterios y actuaciones, aunque sean como pequeños granos de arena, ¿contribuyen a que el Proyecto de Dios sea posible? ¿Soy misionera, cumplo el encargo de Jesús?
Gracias, Jesús, por haberte conocido. Como se dice ahora: “Eres lo mejor que me ha pasado en la vida” Quiero cumplir tu encargo. Quiero ser como tú. Quiero que mi vida sea Evangelio, Buena Noticia, en cualquier lugar y circunstancia. Sé que estoy lejos… pero tú mismo nos animaste a orar, a pedir sin desanimarnos… ¡Ayúdame! ¡Transfórmame! ¡Hazme como tú!
El Evangelio de este domingo 29, precisamente, nos habla de la oración: Jesús explica a sus discípulos cómo tienen que orar, siempre y sin desanimarse, con toda confianza. Nos dirigimos a nuestro Padre, supone una relación filial, supone una fe que nos asegura sabernos en buenas manos. En Jesús tenemos el modelo, Jesús es el orante, el hijo que continuamente habla con su Padre, dispuesto siempre a cumplir su voluntad y la misión que tiene encomendada. “Padre mío, si es posible que pase de mí esta copa de amargura; pero que no sea como yo quiero sino como quieres tú”. Y a las pocas horas, desde la cruz, con toda la generosidad de su corazón y con toda la seguridad de ser escuchado, pudo decir también: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
Estamos terminando la celebración del “Año de la fe”. Hemos tenido muchas oportunidades de profundizar en ella, de “evaluar” el nivel de nuestro “ser creyente”, de enriquecerlo y fortalecerlo: lecturas, conferencias, homilías… Una vez más, podemos pedir: Señor, aumenta y fortalece nuestra fe, que sepamos comunicarla y compartirla… Ayúdanos a vivir de manera consecuente, para que nuestras palabras concuerden con nuestras obras y así seamos testigos creíbles.