Con Jesús vino la Luz al mundo

Estaban aterrados

Domingo 4º de Cuaresma, Ciclo B

Por: Sagrario Olza. Vita et Pax. Pamplona

Y esa Luz permanece y hoy también nos ilumina. Sabemos que es difícil caminar a oscuras, no vemos los posibles obstáculos, no sabemos dónde hemos de poner el pie para no tropezar, necesitamos claridad para caminar seguros/as.

Mientras vivimos vamos haciendo un camino. Nuestro andar por la vida tiene días buenos y otros menos buenos. La vida hay que saber vivirla. Todos queremos vivir bien pero no siempre acertamos, somos conscientes de nuestras limitaciones, de nuestra debilidad y de los obstáculos que nos vienen de fuera. Jesús fue enviado por el Padre para enseñarnos a vivir.  Él mismo se definió como Camino –Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida- y también dijo que era la Luz del mundo.

La vida de Jesús y su Evangelio son la Buena Noticia para todos los tiempos, son Buena Noticia para nosotros/as hoy. Para los cristianos y para cualquier persona de buena voluntad.  Si miramos a Jesús y escuchamos sus palabras podemos aprender a vivir, a vivir bien: sin guerras y en paz porque rechazaremos las armas y los conflictos y buscaremos ponernos de  acuerdo  por medio del diálogo y del “saber perder” algo de lo que, en principio, pensamos que es nuestro derecho. Aprenderemos a vivir sin acaparar y sin robar –coger como mío lo que es de todos- para “asegurarnos un porvenir”; entonces repartiremos justamente los bienes de la tierra y a nadie le faltará lo necesario para poder desarrollar sus capacidades y vivir dignamente. Aprenderemos a respetarnos unos a otros y sabremos vivir en armonía: mujeres y hombres, negros y blancos,  del este y del oeste, del sur y del norte, de unas u otras religiones.

Nos dice el Evangelio de hoy que “Dios no envió a su Hijo al mundo  para  condenarlo sino para que se salve por Él”.  Pero “la Luz vino al mundo y los hombres prefirieron la tiniebla porque su obras eran malas… Pues todo el que obra el mal detesta la luz y no se acerca a la luz para no verse acusado por sus obras” (Jn 3,14-21).

En nuestro caminar, en nuestro vivir, encontramos muchos obstáculos, muchas dificultades. Necesitamos luz, claridad, para no tropezar, para vivir bien, para que otros vivan bien y para que todos/as podamos vivir en armonía. Cristianos y no cristianos tenemos una Luz que nos ayuda a caminar con pie seguro.  Nosotros/as hemos de poner nuestro esfuerzo para evitar tropezar porque gracias a la Luz vemos dónde están los obstáculos, los que nacen de nuestro interior y los que nos vienen de fuera. Y esta Luz no solo nos ofrece claridad sino que anima nuestro caminar, nos estimula  a vivir bien, a ese vivir fraterno que nos enseñó Jesús, con sus palabras, con sus actitudes  y con su actuar.

Gracias, Jesús, porque tú no fuiste enviado para condenar al mundo sino para enseñarnos a vivir. Tú eres la Luz que ilumina y facilita nuestro andar por la vida. Tú eres el buen Maestro, el que enseña la teoría y la confirma con la práctica. Eres el Camino y el que acompaña en el camino. Tú eres el Hijo, pendiente siempre de hacer la voluntad del Padre, de realizar la Misión que él te encomendó: Tú, como Hermano mayor, enseñarnos a vivir como hermanos, hijos todos de un mismo Padre, tu Padre y nuestro Padre.

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