Cultivar el Tesoro del Corazón

escuchar al corazón
Domingo VIII del T.O.
Por: Dina Martinez . Vita et Pax. Madrid

Textos Litúrgicos:

Eclo 27, 4-7
Sal 91
1Cor 15, 54 – 58
Lc 6, 39 – 45

La liturgia de este domingo, el último ante de comenzar la Cuaresma, nos invita a cultivar el tesoro de nuestro corazón porque es ahí donde se fragua nuestra felicidad y nuestra plenitud.

El breve texto de la primera lectura es desconcertante a primera vista, pero su mensaje resulta claro cuando lo relacionamos con las palabras del evangelio: “La palabra revela el corazón de la persona”. ¿Quieres saber cómo es una persona? Fíjate en lo que hace la gente de tu entorno. Cuando quiere separar el trigo de la paja, criba. Y si quiere probar una vasija de barro, la mete en el horno del alfarero. Y cuando quiere saber si un árbol es bueno, mira sus frutos.

Si quieres conocer a fondo a una persona fíjate en cómo razona y en lo que dice.  “El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca” (Lc 6, 45)

La Palabra de Dios, de este domingo, nos hacer ver que la bondad o la malicia no son entes que andan por ahí y que me puedo apropiar en un momento dado. Son cualidades de la persona humana y solo indirectamente podemos descubrirlas, en nosotros y en los demás. No es fácil acceder al interior del hombre, por eso es tan difícil hacer un juicio de valor sobre las personas. Las juzgamos por lo que sale al exterior, pero no siempre eso es suficiente para descubrir lo que de verdad se esconde en lo más profundo del ser humano.

El instrumento de enseñar y de aprender es la palabra. Primero tengo que escucharla para llenarme de ella; pero solo cuando la haya convertido en vida, y haya experimentado la felicidad que me aporta, estaré preparada para llevarla y ofrecerla a los demás.

La actitud de superioridad nace siempre de la superficialidad, es decir, está en estrecha relación con nuestro falso ser. Jesús está siempre invitándonos a la autenticidad, a bajar a lo hondo de nuestro propio ser y descubrir allí lo que está de acuerdo con lo que en realidad somos. Por eso está siempre criticando una acomodación externa a las normas y preceptos. La única Ley definitiva es la que está escrita en nuestro propio ser y es ahí donde hay que descubrirla para que sea eficaz y constante.

El seguimiento de Jesús no consiste en imitarle en sus correrías ni en aceptar sin rechistar todas sus enseñanzas sino en alcanzar la experiencia interior que él vivió y en dejar que se manifieste como él la manifestó.

El salmo responsorial expresa lo que vive el ser humano que atesora el bien en su corazón: “El justo crecerá como una palmera… En la vejez seguirá dando fruto…” 

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