Domingo 27 del T.O. Ciclo A
Por: Ignacio Rodríguez Izquierdo, S.J. (Publicado en Homilética)
Durante tres domingos seguidos, el evangelio –y hoy también la 1ª lectura de Isaías- nos ha estado hablando de la viña del señor. Es una comparación, una parábola, que nos hace entrever lo que es y lo que tiene que ser para nosotros el reino de Dios al que estamos llamados en el futuro y al que estamos llamados a hacer posible también en la tierra.
- En la 1º lectura, Isaías nos presenta, con una gran belleza literaria, en el canto de la viña, el contraste entre la atención de un hombre por su viña, para cuyo cuidado no regatea esfuerzos, y la respuesta de la viña a esos cuidados, a ese amor y dedicación constante: en vez de dar buenas uvas, uvas dulces, da agrazones, uvas agrias.
- Jesucristo, en el evangelio, presenta ante los sumos sacerdotes y gente importante del pueblo, un caso semejante.
- Esta vez, la ingratitud no está en la viña sino en la actitud de los renteros, que rechazan violentamente a los enviados del señor de la viña. Es una actitud tan negativa de rechazo, que no dudan en matar al hijo del dueño cuando éste es enviado. Es una forma de actuar que no respeta a nada ni a nadie.
- La semana pasada, al comentar el evangelio de aquellos dos hijos enviados a trabajar, uno que dice que va y no la hace, y el otro se niega al principio para luego cumplir la voluntad del padre, decíamos que la verdad está en la obras, que el amor hay que ponerlo más en la obras que en las palabras. Era el refrán tan conocido de que “obras son amores….”
- El evangelio de hoy también se puede resumir en otro refrán: “por sus obras los conoceréis…”
- Jesús amenaza con excluir de su reino a aquel pueblo, no porque no dé frutos, sino porque los frutos que dan no son buenos. No son los frutos que Dios pide sino otros muy distintos, porque no son frutos basados en el amor y la justicia sino en la maldad y falsedad.
- Esta semana, reunidos en torno a la Palabra del Señor Jesús, tenemos que preguntarnos cuáles son los frutos que Jesucristo espera de nosotros, de la comunidad cristiana… de la Iglesia.
- La respuesta es sencilla: los frutos que hemos de dar son sencillamente los que Jesús dio en su vida, los mismos frutos que dan los hombres y mujeres seriamente comprometidos con el ideal de vida que dicen seguir. En nuestro caso, el ideal grande de hacer posible el reino de justicia, de amor y de paz aquí en la tierra, en nuestro entorno, con nuestros familiares y amigos, en el barrio y la parroquia, que muchas veces rechaza al extranjero y diferente para fijarse solo en los puros.
- Es un reino que tiene su base en el amor, su programa de vida en las bienaventuranzas y su norma de vida en las obras de misericordia: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, enseñar al que no sabe…las obras de misericordia que todos conocemos desde chicos.
- Éstos son los frutos que el señor pide a su viña, que nos pide a nosotros que hoy escuchamos su palabra.
- ¿Damos uvas o agrazones?