De los que son como niños es el Reino de Dios

De los que son como niños

Domingo XXVII del T.O. Ciclo B

Por: Cecilia Pérez Nadal. Vita et Pax. Valencia

Sin darnos apenas cuenta nos hemos colado en el otoño y caminando hacia el final del año nos encontramos rebuscando en los cajones del espíritu, porque el tiempo de hacer balance está cada vez más cerca.

En este domingo la Iglesia nos muestra, con el libro del Génesis, a Dios como origen y señor de la creación haciendo surgir como máxima obra al ser humano, hombre y mujer, mujer y hombre, para “que no esté solo” para “que no esté sola”. Igualdad y complementariedad y una misión de señorío amoroso sobre el resto de los seres  a quienes deben “poner nombre” con lo que ello significa de dignidad y reconocimiento.

Nos planteamos una primera responsabilidad que es la de amar, sostener, cuidar y agradecer los bienes recibidos como don. “Loado seas mi Señor”

Y, como hemos dicho que estamos llegando a otro final, cabe preguntarse cómo ha sido realizada esa misión personal y grupal de cuidado de nuestros semejantes: seres humanos y criaturas todas de Dios. Mi mirada ante el mundo y los seres humanos ¿es corresponsable y compasiva o estoy sumida en un individualismo personal o de casta que me hace insensible, más o menos, ante la situación desconsolada de otros y tantos… a lo mejor, o a lo peor, de los que viven muy cerca?

Traído en el evangelio este tema de la unión, del compartir, de la ayuda, de la responsabilidad, al terreno del amor conyugal surge una exigencia para fortalecerlo y elevarlo a ese rango de señorío sobre uno mismo y sobre todos los afectos, deseos, inclinaciones: la fidelidad, que es entrega y generosidad, servicio y honestidad en el  bien común. Para el hombre y para la mujer, en igualdad de dignidad.

Grandeza de la unión matrimonial elevada al rango de Sacramento por su valor como signo del amor de Cristo a su Iglesia, elevando a categorías no solamente humanas esa unión base de la sociedad familiar a veces tan denostada y por ello portadora de mucha infelicidad.

Analizamos una fidelidad que nos atañe a todos en todas las circunstancias: fidelidad a la palabra dada, al compromiso adquirido, a la verdad proclamada, al sentimiento manifiesto. Y en esta nuestra sociedad donde el “usar y tirar” está a la orden del día, donde el propio beneficio, la propia diversión, el placer inmediato, la acumulación de poder, se apoderan de cada situación, relación, objetivo… nosotros hablamos de verdad, de fidelidad, de entrega, de generoso compromiso, desde la palabra de Jesús. Y tenemos que nadar contra corriente porque así es el amor que nos proclama el Señor y porque sabemos que él es fiel y nos invita a serlo desde su total comprensión y misericordia, porque ésa es la voluntad del Padre

Unidad de destino de Cristo y de su Iglesia, proclamada en la segunda lectura de la carta a los Hebreos. ¡Qué gran dignidad el que nos llame hermanos!

Después nos invita a ser como niños para tener los criterios y actitudes del Reino, sostenidos por la confianza, necesitados de ayuda y bendición, acogiéndolos, como Él, precisamente por su debilidad e indefensión.

De los que son como niños” excluye la prepotencia, la superioridad, el dominio de los otros.

Al final, Jesús, nos propone abrirnos a su Palabra y su Vida para poder acoger como Él a los pequeños, para vivir como quiere su Padre.

¡¡Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida!!

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