Domingo Bautismo del Señor.
Por: Josefina Oller. Vita et Pax. Guatemala
Textos Litúrgicos:
Is 42, 1-4, 6-7
Sal 28
Hch 10, 34-38
Mt 3, 13-17
EL BAUTISMO DE JESÚS
Rápidamente nos han pasado estos días en los que hemos podido saborear el gran acontecimiento de recibir al Dios encarnado, hecho un niño frágil, necesitado de todos los cuidados y activando nuestros mejores sentimientos de ternura. Por obra y gracia del calendario las fiestas se han acumulado en pocas fechas y la liturgia quiere dar paso a lo que es fundamental en el misterio de la Encarnación: la manifestación de la bondad y el amor de Dios a la humanidad. Lo hace en tres tiempos y lugares: en la sencillez del pesebre: Jesús manifestado a la gente más humilde, adorado por los pastores; más adelante manifestado y adorado por unos sabios que procedían de distintas partes, y que siguiendo la estrella, no descansaron Dios tiene mirada amplia, no discrimina a nadie. Finalmente hoy, en el bautismo de Jesús, la manifestación se concretiza en el pueblo de Israel.
Esto es lo que hoy contemplamos y celebramos. Pero vale la pena de que antes de llegar al Jordán nos detengamos un poco en ese largo tiempo que transcurrió entre la primera infancia de Jesús y el comienzo de su vida pública. Fueron aproximadamente treinta años y son años importantes para la vida de una persona, lo fueron para él.
Vivió como un niño normal, le tocó emigrar sin ser demasiado consciente quizás, lo podemos imaginar asistiendo a la sinagoga con sus padres, aprendiendo, jugando, compartiendo con amigos a medida que crecía. Los evangelios no nos cuentan nada de esta larga época pero de ellos se deduce el gran poder de observación que poseía: todo lo absorbía: el campo, el trabajo de campesinos, de las mujeres, el mar de Galilea, los pescadores, el modo de proceder de las personas, el corazón humano… todo fue luego la plantilla sobre la que desarrolló sus parábolas y sus mensajes.
No fue “vida oculta” la de Jesús, fue vida normal –tiempo ordinario- en la que fue desarrollando sus capacidades y discerniendo en todo momento –eso sí- la voluntad de su Padre de la que estaba siempre pendiente. Seguramente se le iba clarificando su misión y el momento en que tenía que tomar la decisión de salir de su casa, de dejar a su madre ya viuda y “sin mirar atrás” se fue al encuentro de Juan para ser bautizado.
Abandonó Galilea, atravesó Samaria y llegó al río Jordán. Se puso a la fila de los pecadores como uno más. Al verlo, Juan se sorprende y se sobrecoge, intuye que es Aquel de quien él mismo ha dicho que no era digno de desatarle la correa de las sandalias. Se resiste a bautizarle porque sabe que su bautismo es de carácter penitencial y para pecadores, le dice: “yo soy quien debe ser bautizado por ti y tú vienes a mí para que te bautice?”
Mas Jesús sabe bien porque da este paso. Le responde: “haz ahora lo que te digo porque debemos cumplir todo lo que Dios quiere”. Interesante la respuesta de Jesús formulada en primera persona del plural. Es la clave de toda su vida y de su mensaje, ha de ser la de Juan y la de sus próximos discípulos y ha de ser la clave de la vida de todos sus seguidores. Jesús tiene claro que lo que Dios quiere es que se realice su PROYECTO: LA FRATERNIDAD UNIVERAL. Él lo inicia, -al bautizarse-, solidarizándose con los marginados, con los pecadores, con los que sufren, es ya la semilla del Reino.
Después de ser bautizado, JESÚS SALIÓ DEL AGUA. Se cerraba lo viejo, se abría lo nuevo. Y el cielo lo confirmó, se abrió, descendió el Espíritu como una paloma y se oyó la voz del Padre: “ÉSTE ES MI HIJO AMADO EN QUIEN TENGO MIS COMPLACENCIAS, ESCUCHADLE”.
Jesús tuvo en este momento una profunda experiencia mística, trinitaria, fundante. Tuvo la seguridad de su filiación divina que nunca le abandonó: el Padre y su Proyecto estuvieron constantemente presentes en su misión evangelizadora, fueron su obsesión. Por eso como el siervo que anunció Isaías “hará brillar la justicia sobre las humeante”, “pasará haciendo el bien”.
EXPRESANDO UN DESEO: todos y todas hemos recibido el gran regalo del bautismo, la gran mayoría desde muy pequeños sin tener conciencia. Ojalá se haya desarrollado este don de nuestra filiación al compás de nuestro crecimiento en el día a día de nuestra vida cotidiana y ojalá nos haya concedido el Espíritu experimentar sentirnos amados/as, hijos e hijas predilectos de nuestro buen Padre!!! Viviremos el gozo de estar en su casa, pendientes de su voluntad, enamorados/as de su Proyecto y como Jesús, no descansaremos hasta ver una sociedad justa, solidaria, con dignidad para todos hasta llegar al gran ideal:
F R A T E L L I T U T T I