Por: Paky Lillo. Vita et Pax. Alicante.
3º Domingo de Pascua, Ciclo B
Jesús camina pegado a nuestros torpes y, a veces, locos pasos para hacernos saber que Aquel que estaba muerto VIVE, nos sale al paso, no busca ningún lugar especial, simplemente nos busca a nosotras, a nosotros allí por donde vayamos, donde estemos. Caminando juntos nos habla de su Proyecto, de ambientes creados por Él, de rutas misteriosas, y nos va descubriendo lo amplio y rico del camino que nos lleva al Reino. Nos admiramos cuando lo encontramos nuevo, diferente… nos sobrecoge, nos sobrepasa, y la pasión se apodera de nosotros, imposible alejarse, dejarlo pasar. No es un fantasma, no es nada irreal ese resucitado que nos encontramos por los caminos de nuestra vida, es el caminante eterno que no se cansa.
Y cuando ya cansadas necesitamos un alto en el camino ¡que gustazo! sentarnos con Jesús a la mesa, a comer del Pan de su plato y beber de su vaso, charlar de nuestras cosas, compartir, conversar… saborear el diálogo. ¡Mi Buen Jesús!
Jesús se sitúa en el centro a pesar nuestras puertas cerradas, en unos momentos de tensión, de crisis, de temor, llega al centro de nuestra vida para mostrarnos las huellas de su vida para mostrarnos cómo Vivir sin hacer sufrir al otro, al hermano. Llega para acompañarnos y se ofrece a sí mismo, “Soy yo” soy la Paz, porque la Paz no es una construcción, una conquista, la Paz es Alguien, es el cultivo del Amor, es Él, el Resucitado. Su Amor tiene tantos matices, tantos aspectos que nos es difícil comprenderlo, pero Jesús necesita de la humanidad del hombre y por eso nos comunica su Palabra, nos comunica que quiere quedarse entre nosotros y por eso nos necesita como sus testigos. No piensa en una persona determinada, no, en personas diferentes, testigos diferentes porque existen personas diversas y quiere llegar a todos. Y con su presencia nos despierta, nos levanta y nos introduce en la vida de Dios.
A pesar de todo lo divino, Jesús se muestra más humano que nunca, en Él se conjuga el amor humano con el amor divino. También Jesús, el resucitado, es sensible al cariño humano, lo necesita, aunque nosotros lo veamos más Dios que nunca, su cercanía se hace mayor, su “estar” es más humano, y admira en nosotros la capacidad del amor humano y nos pide que añadamos la dimensión divina.
No es fácil ver y reconocer a Jesús resucitado, nos da la impresión de que puede ser nuestra fantasía, nuestra necesidad de “encuentro”, pero si te expones a Jesús, si le dejas entrar al centro de tu vida y acomodarse verás cómo despierta en ti una realidad nueva.
¿Por qué dudamos? ¿Por qué dudáis, pregunta Jesús? Si dejamos que Dios abra nuestros ojos lo reconoceremos, porque el Resucitado se sigue adaptando todavía a lo terrestre, y en este sentido se hace “imperfecto”.
Cuando la vida nos impone decisiones qué forma más peculiar tienes para encontrar, para transformarlo y que nuestra vivencia se convierta en algo rico, en Vida para nuestra vida. ¡¡¡Qué inquietante eres como Amigo!!!