II Domingo de Adviento
Por: Lucio Arnaiz. I.S. El Prado. Madrid
Textos Litúrgicos:
Is 11, 1-10
Sal 71
Rom 15, 4-9
Mt 3, 1-12
El Adviento
La gran noticia del Adviento es que ‘el Señor viene’, ‘el Señor se acerca’. El Señor viene porque nos ama, y el amor no soporta la distancia; prefiere la cercanía. El que viene es el Enmanuel, el-Dios-con-nosotros. El Señor nos ama tanto que viene a habitar entre nosotros, viene a poner su tienda de campaña entra las nuestras.
Es muy gratificante volver a constatar que el Señor nos estima tanto que está dispuesto a todo por estar de nuevo con nosotros.
El Hombre Del Adviento
En este segundo domingo de Adviento nos acompaña Juan el Bautista, el hombre del Adviento, el hombre que nos prepara para acoger al Señor que llega.
. Juan es muy consciente de que su gran servicio es ‘señalar’ a Jesús.
Juan repite una y otra vez: no soy yo el que importa. El que importa es Jesús. Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Conviene que él crezca y yo disminuya (Jn 3,30).
Se nos concede este tiempo de Adviento para hacer hueco a Jesús en nuestras agendas, para darle el lugar que le corresponde, para reconocerle como Señor y Salvador. Porque bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre en el que podamos salvarnos (Hch 4,12).
. Juan ha recibido la misión de fortalecer la esperanza de su pueblo.
La próxima venida de Jesucristo es el fundamento y la fuente de nuestra esperanza. Está cerca el reino de los cielos. Brillará un renuevo del tronco de Jesé. Habitará el lobo con el cordero. La esperanza cristiana no se apoya en el buen hacer de los hombres sino en las acciones y compromisos de Dios.
Como sociedad y como Iglesia necesitamos la esperanza como el pan de cada día. La esperanza humaniza y diviniza la vida del hombre. La esperanza cristiana viene del cielo, es obra de Dios. Tenemos esperanza porque el Señor se ha comprometido con nosotros, porque el Señor cumplirá sus promesas.
. Juan señala a Jesucristo y fortalece nuestra esperanza desde la austeridad y la libertad.
Juan lleva un vestido de piel de camello y se alimenta de saltamontes y miel silvestre. Juan es un hombre pobre, radicalmente libre, no se casa con nadie; puede ser fiel a la voluntad del Padre porque no tiene donde reclinar la cabeza (Lc 9,58).
El Adviento es también tiempo para la austeridad, porque la sobriedad y la sencillez de vida nos regalan el don hermoso de la libertad.