15º Domingo TO, Ciclo B
Por: María Jesús Moreno Beteta. Grupo Mujeres y Teología de Ciudad Real
La primera lectura nos subraya que el auténtico sustento del profeta verdadero es la Palabra de Dios. Amós es un profeta verdadero que no puede callar la verdad de Dios, aunque no guste a quien la recibe. El verdadero profeta no busca su propio interés, ni la propia fama, ni lo políticamente correcto, ni que lo aplaudan.
El verdadero profeta es un hombre que recibe una llamada, por la que se ve comprometido con su tiempo y, por eso, denuncia y quiere cambiar los males que lo acechan. Pero no para que encajen en la visión de una determinada ideología, sino para que sus contemporáneos oigan la voluntad de Dios. Esta fidelidad a la escucha de Dios lo convierte en un hombre libre y en un místico.
En el Evangelio encontramos características parecidas en lo que Jesús pide a los que envía. Les pide, en primer lugar que no sean “instalados”. Sus únicos bienes habrían de ser sandalias y bastón, por tanto el desapego de lo material, el no buscar el beneficio que rentabilizaría su actividad, les haría incluso vivir de prestado.
También las sandalias y el bastón son símbolos del caminante, del que no se queda a disfrutar los triunfos humanos del mensaje predicado. El desapego del corazón también va incluido en este envío. Este desapego no significa insensibilidad o desabrimiento, sino que su confianza está puesta sólo en Dios, porque sabe que no anuncia un mensaje propio. Lo acojan o rechacen.
En el modo de anunciarlo, también está parte del mensaje. Se proclama que esa libertad que encierra el mensaje de Jesús es sustentante y produce felicidad, a quien lo da y a quien lo recibe.
A quien lo da porque en su abandono y confianza en Dios le son dados su paz y su sentido. A quien lo recibe porque es interpelado a replantearse la propia vida acogiendo o rechazando lo que le ha sido revelado y anunciado. Esto supone apertura de corazón y búsqueda de la verdad. Ambas actitudes son requeridas para crecer y madurar en autenticidad. Requieren hacerse responsable de la propia acogida o rechazo de la Buena Nueva.
El consejo de Jesús, ante el posible rechazo, es también de una gran libertad, no les dice que tomen represalia alguna, sino que “se sacudan el polvo de sus sandalias”. Dejadlos con lo que han elegido y marchaos sin mirar atrás, parece decir Jesús.
Es de notar que los manda de dos en dos. Jesús conoce la necesidad del corazón humano de encontrar un apoyo en las pruebas. La verdadera amistad nos ayuda a salir de nosotros mismos y nos empuja a amar. Esto produce también el mensaje de Jesús en el ser humano, además de “curar, sanar y echar fuera los demonios”.
Si recibimos de corazón el mensaje de Jesús, nos iremos abriendo a sanar nuestras heridas de egoísmo, rencor o soberbia, a través del aceite de la humildad, el amor y el abandono. Entonces, nos daremos cuenta de que toda la negrura de nuestra vida, todos nuestros demonios, habrán sido expulsados.