Domingo 3º de Cuaresma. Ciclo C
Por: Sagrario Olza. Vita et Pax. Pamplona
Llevamos varias Jornadas haciendo el Camino de Cuaresma, Tiempo de Gracia para nuestro vivir cristiano. Acompañamos a Jesús en las últimas etapas de su vida, subiendo hacia Jerusalén donde sabía que iba a ser entregado y que esa entrega le llevaría a la muerte (Lc. 9, 44-45).
Peregrinamos, pues, hacia la Pascua –Paso de la Muerte a la Vida-, el acontecimiento central y definitivo de la vida y misión de Jesús y de la vida de los que queremos seguirle: “Porque esperó Dios lo libró y de la muerte lo sacó; Alegría y Paz, Hermanos, que el Señor resucitó” (Canto Pascual de Kiko Argüello).
Los peregrinos deben caminar ligeros de equipaje. Tiempo de Gracia para librarnos de lo que nos puede hacer más pesado el viaje, de lo que nos dificulta realizar las etapas previstas, de lo que entorpece el ritmo necesario para llegar a alcanzar la meta propuesta.
Las posibles renuncias de ese desprendernos de lo que dificulta o entorpece la marcha nos favorecen y ayudan para llegar mejor a la meta, objetivo principal por el que caminamos.
Jesús fue un Pregonero de Buenas Noticias. El Profeta de Noticias liberadoras. Liberaba de la imagen de un Dios opresor, predominante en aquel tiempo, mantenida por las autoridades religiosas, exigente del cumplimiento de reglas que aprisionaba la vida de la gente sencilla, de los más pobres sobre todo.
En la primera lectura de hoy, del Libro del Éxodo, Dios mismo se manifiesta como el Dios que se hace cargo del sufrimiento de su Pueblo en Egipto y envía a Moisés para que lo conduzca a una Tierra que le dará sustento y posibilidad de vivir en libertad.
Jesús recupera la imagen de ese Dios cercano a su Pueblo, compasivo y misericordioso, que sabe esperar, que “no quiere la muerte del pecador sino que se arrepienta y viva” (Ez. 18, 21-28). Y todos somos pecadores, responsables de nuestros actos y beneficiarios de esa misericordia. No podemos juzgar a los demás como pecadores ni acusar a Dios como castigador (Sal.102).
El Evangelio de hoy (Lc. 13, 1-9) nos invita a la conversión, a liberarnos –cada uno/una- del peso que nos impide o dificulta el camino peregrino hacia la Pascua. Nos llama a no ser “higueras estériles”, “perjudicando el terreno” que ocupamos en el mundo.
Aprovechemos la paciencia y la misericordia de Dios, que quiere “cavar a nuestro alrededor y abonar” el terreno de nuestras vidas para que demos fruto. Cuaresma, “Tiempo de Gracia…”