Domingo XXXI del TO
Por: Mª Victoria Cañas. Vita et Pax. Pamplona
Textos litúrgicos:
Sab 11,22-12,2
Sal 144
2 Tes 1,11-2,2
Lc 19,1-10
EL VALOR DE UNA MIRADA
Somos buscadores insaciables de progreso, tecnología y bienestar y de hecho nuestro desarrollo mundial va cambiando velozmente, aunque no con las mismas posibilidades para todos.
No obstante, constatamos que siempre las circunstancias, los factores económicos, las inclemencias climáticas o sanitarias nos amenazan continuamente y comprometen nuestro confort.
La Palabra de este domingo me sugiere que a pesar de todo lo que experimentamos y nos creemos, también nosotros somos “pequeños de estatura”, que tenemos que asumir nuestra fragilidad, nuestra limitación y reconocer que procedemos del Amigo de la vida, Él ama a todos los seres, es indulgente con todas las cosas y no aborrece nada de lo que hizo a pesar de las veces que con nuestras actitudes hacemos fracasar el proyecto que quiso compartir con nosotros para hacerlo realidad.
¿Qué le cambio a Zaqueo, el estar encima del árbol para mejor ver a Jesús? No, creo que lo que le transformo fue la mirada de Jesús.
La iniciativa fue de Jesús, Él fue quien levanto los ojos hacia Zaqueo, y su mirada llena de ternura y confianza, sin duda, le impulsaron a acogerlo en su casa y le posibilito ver todo con ojos distintos.
Porque cuando experimentamos un gesto de ternura nos ayuda a sacar lo mejor que tenemos de nosotros mismos, la confianza nos hace crecer y cambiar como personas.
En la medida que nos sentimos acogidas y amadas por Jesús podremos ir cambiando de mentalidad, aprender a ver más allá de las apariencias, tratar a todos con la dignidad de hijos y hermanos de un mismo Padre que no hace diferencias, y hacer posible un amor gratuito y una vida en comunión y solidaridad.
Quizás a veces queriendo ver mejor nos “subimos al árbol” pero el evangelio nos muestra que es precisamente “bajando del árbol” como se aprecian mejor las cosas: nos posibilita ponernos al mismo nivel, acogerlos y dejarnos conmover por los otros.
Zaqueo, ¡Bájate de ahí!, quiero hospedarme en tu casa