En algún momento quedaremos limpios de corazón

En algún momento quedaremos limpios de corazón
Domingo XXVIII del TO.
Por: Dionilo Sánchez Lucas. Laico. Ciudad Real.

Textos Litúrgicos:

2Re 5, 14-17
Sal 97
2Tim 2, 8-13
Lc 17, 11-19

“En algún momento quedaremos limpios de corazón”

Casi sin darnos cuenta pasamos por la vida pensando sólo en nosotros mismos, con deseos de poseer bienes materiales, que nos proporcionen una vida más agradable. Buscamos la felicidad en los placeres: degustar buenas comidas, que no comer saludable y sobre todo compartir con quienes comemos; de viajar para conocer otros lugares, pero no convivir con los que allí habitan; de adquirir nuevos artículos y servicios que dan imagen y culto a nuestro cuerpo; en el trabajo y sociedad procuramos un estatus social para sentirnos considerados.

Si dedicamos algún tiempo al silencio, a la reflexión o a la oración, según la experiencia de fe y de vida de cada uno, caemos en la cuenta de que estamos ofreciendo nuestra vida a otros dioses, que estamos prescindiendo o nos estamos alejando del Dios creador y del amor.

En cualquier momento de nuestra vida todos hemos sentido necesidad de curación, bien de nosotros mismos o de personas amadas o cercanas. Necesidad de ser curados: de enfermedades físicas o mentales; de nuestra forma de ser o pensar; de nuestra acción interesada u omisión por comodidad; de nuestra presencia soberbia o ausencia por miedo a afrontar la vida.

En esos momentos de dificultad, puede que recordemos palabras o sentimientos de esperanza que alguien hace tiempo nos transmitió, que quedaron dormidas en nuestro interior, pero que la necesidad y deseos de cambiar o curar las hace despertar y nos lleva a llamar a la puerta de aquel que nos puede ayudar. Cuando la curación puede parecer imposible ponemos la mirada en Dios que nos ha de salvar.

Dios escucha, ama y muestra misericordia con quien se siente necesitado y sufriente en la vida, pero su salvación raras veces se manifiesta de manera instantánea y poderosa, no se visibiliza omnipresente y omnipotente, aunque lo es, sino que va dejando palabras y huellas de amor, mediaciones que nos acercan a nuestros hermanos y a Él, sale a nuestro encuentro en los caminos de la vida. En algún momento quedaremos limpios de corazón, pues si con él vivimos y sufrimos, reinaremos con él, a pesar de nuestros alejamientos y de nuestras infidelidades, él permanecerá fiel.

Lo grande es que pidamos ayuda y perdón al Señor, convencidos que su amor y misericordia es inmensa, que cuanto mayor es el sufrimiento de las personas, no por ello deseable, mayor es su deseo de salvación para toda la humanidad. Recordemos las bienaventuranzas que son una manifestación de alegría y gozo para el que quiera encontrarse con el Señor, encarnado en Jesucristo.

Al mismo tiempo debemos expresar a Dios nuestro agradecimiento por las alegrías y gozos de nuestra vida, acordándonos siempre de Jesucristo porque si con el vivimos y morimos, viviremos con él.

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