Es posible la esperanza

Es posible la esperanza

1º Domingo de Cuaresma, ciclo B

Por: M. Carmen Martín. Vita et Pax. Madrid

Nos encontramos en el primer domingo de Cuaresma. Casi con sigilo este nuevo tiempo litúrgico se hace presente y, de inmediato, viene a nuestra mente una serie de ideas y palabras: conversión, desierto, tentación, oración, ayuno, limosna… A lo largo de los cuarenta días que dura, iremos asomándonos a la parte más complicada de la vida de Jesús: sus enfrentamientos con las autoridades judías, el abandono de las gentes que no siempre aceptan su mensaje, la incomprensión de los más cercanos, su propia necesidad de lidiar con la tentación de buscar atajos y caminos más fáciles…

La subida a Jerusalén es una buena imagen de esos momentos en que la vida, la de Jesús y la nuestra, se nos hace cuesta arriba, cuando no es fácil avanzar y hay ganas de abandonar y darse media vuelta. Con todo esto corremos el peligro de convertir la Cuaresma en el tiempo de la seriedad, la sobriedad y un punto de renuncia. Parecería la época de las caras largas, la lucha y la tormenta; de la pelea con una misma.

Pero la Cuaresma es también sobreabundancia de vida, derroche de amor, fidelidad sin condiciones, coherencia hasta el extremo, confianza inquebrantable, humanidad verdadera, intensa pasión…

En el Evangelio de hoy todo se juega en torno a un tema central: de qué palabra fiarse. Jesús ha sido conducido al desierto inmediatamente después de su bautismo, con la Palabra del Padre resonando en su corazón: “Tú eres mi hijo amado…”, ahora, en cambio, va a escuchar otras palabras que intentan convencerle de que no ponga su centro en ese amor sino en el poder, la vida fácil, la fama, las posesiones… Pero Jesús ha tomado una conciencia tan plena de su ser de Hijo, la Palabra del Padre le ha dado tanta seguridad y ha iluminado de tal manera su mirada, que ya le resulta imposible confundir a Dios con los falsos ídolos que le presenta el tentador. Deja claro que ha elegido libremente el camino que el Padre le va mostrando y ha decidió, con una confianza inquebrantable, seguirlo hasta el final.

Además, este pasaje de las tentaciones nos conduce hacia el Dios a quien Jesús conoció en el desierto: un Dios que no exige proezas ni gestos espectaculares, sino solamente pide nuestra confianza y nuestro agradecimiento. Un Dios que nos dirige su Palabra no para imponernos obligaciones o para denunciar nuestros pecados, sino para alimentarnos y hacernos crecer. Un Dios al que no encontraremos en los lugares de prepotencia o de posesión, sino en los de pobreza y exclusión.

Este Dios a quien Jesús conoció en el desierto es ante todo un Dios de causas perdidas. Alguien que ha apostado todas sus cartas por la humanidad, desde la confianza total, y su baza principal es Jesucristo. Jesús se fía y decide porque confía y sabe que hay Alguien que, a su vez, confía plenamente en él. El riesgo es parte de su misión, y en él se siente fiel a esa misión, sostenido por el Padre. El pecado no será tanto equivocarse cuanto no arriesgar…

Jesús deja la región del Jordán y va a Galilea. No se queda en el desierto esperando que vaya la gente hasta él. Tampoco vuelve a Nazaret, a su antiguo trabajo de artesano. Será Él mismo quien se acerque a las aldeas a proclamar algo bueno: “Está cerca el Reino de Dios”. Es decir, que Dios no quiere dejarnos solos ante nuestros problemas, conflictos y sufrimientos. Dios es una Presencia buena y amistosa que está buscando abrirse camino en nuestra historia para hacer la vida más humana.

Donde reina Dios, la humanidad progresa en justicia, solidaridad, fraternidad-sororidad y paz. No es verdad que no haya remedio, no es verdad que la historia tenga que discurrir por los caminos de sufrimiento y muerte que le trazan los poderosos. Es posible un mundo diferente, más justo, más digno, más sano y dichoso para todas y todos, precisamente porque Dios, ese Dios del desierto, lo quiere así. Es posible la alternativa.

Este es el mensaje de la Cuaresma: “Creed en esta Buena Noticia”. No estamos solos. Es posible la esperanza: “convertíos”.

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