Faros que Nos Alumbran

faros que nos alumbran

 Domingo XXXII del TO. 
Por: Rosa M. Belda Moreno. Laica. Ciudad Real

 Textos Litúrgicos:

2Mac 7, 1-2. 9-14
Sal 16
2Tes 2, 16—3,5
Lc 20, 27-38

 

Lectura del segundo libro de los Macabeos (7,1-2.9-14):

El texto es duro. Habla de torturas y de muerte. Habla de cómo, algunas personas, están dispuestas a morir con tal de no traicionar sus convicciones. Me resulta difícil, aunque es digna de admirar su heroicidad. Necesitamos personas valientes. No personas que no tengan miedo, sino que sean capaces de atravesarlo. Referentes en la penumbra. Faros que nos alumbran. Son personas que, aunque no está de moda, sacrifican su tiempo, arriesgan su vida, de creativas maneras, por  aquello en lo que creen. Por los valores. Por la fe. Por amor a otras personas. Por seguir a Jesús. Y Él nos resucitará para la vida. Eso nos promete.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,16–3,5):

Pablo, en esta segunda lectura, nos invita a orar, a pedir consuelo en el corazón y fuerza para hablar y obrar el bien. En la lucha contra el mal, que adopta diversas formas en la vida diaria, necesitamos la caricia de Dios que nos acoge y nos revitaliza, que nos arropa el corazón. Vivimos en medio de tantos acontecimientos trágicos, de tantos dramas, de tanto dolor personal y colectivo, que a veces nos da miedo desfallecer, hundirnos,  naufragar. Sin embargo, Pablo nos muestra a ese Dios fiel. Es una llamada a abandonarnos en sus brazos amorosos.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-38):

Si es duro el primer texto, este último me deja perpleja. Es que la fe es algo muy grande. Creer. Afirmar que la muerte no tiene la última palabra. Afirmar que la Vida se abre paso, de formas que no podemos captar del todo, que no caben en nuestra mente racional. En medio del dolor, de los sinsabores y sinsentidos que aparecen en nuestra historia, Jesús dice que su Dios, nuestro Dios, es un Dios de vivos. Solo con la confianza que hemos puesto en Él podemos “tragarnos” esto. Y lo hacemos. Su don es esa fe. Y así encontramos el valor frente al miedo y el sentido en medio de la desorientación por tanto absurdo. Ayúdanos, Madre-Padre Dios, a seguir creyendo a pesar de todo.

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