31 Domingo TO. Ciclo B
Por: Maricarmen Martín. Vita et Pax. Madrid
Amarás al Señor tu Dios y amarás a tu prójimo. Esta es la gran cuestión. La clave se encuentra en la conjunción copulativa ‘y’. Ni a Dios sin el prójimo ni al prójimo sin Dios. Hemos entendido demasiadas veces este amor de manera sensiblera, incluso ñoña, que nos apartaba de la realidad y nos introducía en una especie de nube sin acceso a internet. Por eso, las lecturas de hoy nos sumergen de lleno en la historia general y en las historias concretas de nuestros hermanos y hermanas. Nos invitan a no sentirnos nunca lo suficientemente buenas, lo suficientemente amadoras y comprometidas con Dios y con la humanidad.
No es posible amar a las gentes ni a Dios sin indignarnos con lo que está pasando en nuestro mundo, sin despertarnos del sueño letárgico, al que sucumbimos con tanta facilidad que nos lleva a vivir tan ricamente postradas en el ‘sofá’, y sin que ese amor se convierta en una fuerza moral poderosa para el cambio de rumbo en el mundo.
Hacen caso omiso de esta ‘y’ copulativa quienes solo se lamentan de lo que hoy está pasando pero son incapaces de ponerse manos a la obra para la acción constructiva. Sus quejas son ineficaces tanto para el prójimo como para Dios y ellas mismas cómplices del sistema cuyos efectos destructores critican. Hacen caso omiso de esta ‘y’ las que se dejan llevar por la inercia de los acontecimientos, de la indiferencia y de la banalización del mal. El desencanto es un buen material de combustión que ayuda a fortalecer la buena salud de este sistema dominante.
La ‘y’ copulativa brilla en todo su amor allí donde encontramos comportamientos humanos con el ‘aire de Jesús’. Allí donde una acción humana promueve vida antes que muerte para todas las personas y quiebra el sueño paralizante de la apatía que todo lo envuelve. Allí donde se oyen los anhelos de grupos de ciudadanos y ciudadanas que, a pesar de su debilidad, se empoderan como sociedad civil y reclaman democracia real e integral, aunque no conozcan muy bien ni el cómo ni el cuándo. Allí donde nadie mira para otro lado y se denuncia con rapidez la violencia de género y se grita con terquedad por las plazas públicas ‘las queremos vivas’. Allí donde escuchamos con cariño, acogemos con ternura y alimentamos con respeto…
Advertimos que permanecer cerca de esta ‘y’ copulativa resulta peligroso, hay riesgo de fuego, de incendio. Y sólo a la vista de este peligro resplandece la visión del Reino de Dios que en Jesús se ha hecho cercano. Aunque pueda sorprender, ‘Peligro’ es una categoría fundamental para la percepción de esta conjunción copulativa porque donde brilla en su esplendor aparece el riesgo de inseguridad, de desarraigo, de crítica, de no aceptación, de exclusión e incluso de muerte, como le sucedió a aquel que la llevó a plenitud: Jesús.
Quien se alía con esta ‘y’ copulativa se hace potente eco de la voz de Dios. Dios que ha visto el dolor de los suyos y no lo aguanta. Le encolerizan los rescates bancarios y las bajadas de las pensiones, los contratos precarios de los de abajo y los contratos blindados de los altos ejecutivos, las concertinas de Melilla para extranjeros pobres y las facilidades para los extranjeros ricos, los desahucios, el paro, las mujeres violadas, los pueblos olvidados, los niños sin poder jugar…
Seguramente nuestro mundo necesita de un milagro para desembarazarse de este modelo económico y social avasallador que padecemos. Pero mientras tanto, irrumpe con fuerza silenciosa las personas que empeñan su vida en esta ‘y’ copulativa y nos convocan a globalizar la fraternidad y a buscar la construcción de otro modelo económico y político alternativo aunque sea de manera parcial y fragmentaria. Estos actos, como los milagros de Jesús de Nazaret, son subversivos y provocan recelos desde el punto de vista de los que ostentan el poder.
Pero es en esta ‘y’ copulativa, pequeña y sencilla, diminuta y simple, peligrosa por cierto, por donde el Reino de Dios de la fraternidad, de la justicia, de la libertad y de la paz se va abriendo camino en la historia.