La Natividad del Señor

La natividad del Señor
Domingo de La Natividad del Señor
Por:  Juan José Martínez Domingo, S.J.
Centro Arrupe – Valencia

La Natividad del Señor

Textos Litúrgicos:

Is 52, 7-10
Sal 97
Heb 1, 1-6
Jn 1, 1-18

La infancia de Dios

  • “De los que son como niños es el Reino de Dios”. Así fue el llamado evangélico: hacernos como niños y cambiar el corazón, como nacer de nuevo, para recuperar transparencia y El poeta francés Paul Claudel contó que un día de Navidad, en la Catedral Notre Dame de París, sintió la inocencia como revelación de la eterna infancia de Dios. Fue su conversión.

Cada año nos impresiona en la Navidad la divina fragilidad de Jesús, “Se hizo carne”, algo misterioso, pero también una llamada a la sencillez y a confiar. Aun viviendo bajo el cuidado de María y de José, sabiendo su vida en manos del Padre, Jesús el hijo de Dios compartió nuestra fragilidad, la inseguridad del ser, haciéndose niño. Desde ahí nos señaló un camino.

Siempre, pero especialmente ahora, la infancia vivió bajo el temor por la violencia o el rechazo, la sospecha de enfermedad o muerte, el destierro. También Jesús vivió esos puntos oscuros de la existencia humana. Dios, Jesús, no se quedaron mirando desde su balcón del cielo, bajaron, vinieron, se metieron en la vida, dirá el Papa Francisco.

  • No quisieron hacer una demostración de fuerza, el Señor viene para animarnos y decirnos que Dios está con nosotros y conoce nuestra dificultad. Que no nos sintamos abandonados, lejos sí, pero no desterrados ni culpables.

Él encenderá para nosotros su Luz divina en la oscuridad de la noche del mundo, y los cánticos angélicos romperán el silencio y la tristeza en tantos rincones de nuestra tierra. Su plan incluye un abrazo de reconciliación, invitación a recuperar la esperanza. La Navidad por eso será el primer paso para la humanidad nueva, resucitada, restaurada con mucho trabajo y sacrificio. Solo el amor engendra esta maravilla.

Dios prefiere lo pequeño a lo grande, lo verdadero a lo aparente, pues nuestro pecado fue la mentira y la soberbia. Al rezar el Prólogo de San Juan, dirás: “Dios se hizo niño por mí; si lo adoro y abrazo, yo también seré hijo de Dios”. Somos familia de Dios, hijas e hijos muy queridos.

  • En la escuela de Belén y Nazaret aprenderemos sencillez y afecto sincero, servicio y silencio, espíritu de respeto y adoración, pues lo divino quedó escondido en lo humano, así como los pastores veremos ya algo de cielo en la tierra, en lo más pequeño veremos a Dios.

Para darnos calor y hacernos compañía, para invitarnos a su casa, vendrá el Señor. Desde aquella feliz noche la infancia en dificultad será como sacramento de encuentro con el Dios hecho hombre: “Lo que hiciste con los más pequeños, conmigo lo hiciste”.

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