Concepción de Santa María Virgen. 2017
Por: Josefina Oller. Vita et Pax. Guatemala
Adviento, tiempo de esperanza, tiempo de anhelos profundos de liberación, de expectativas mesiánicas.
En su mismo comienzo se sitúa la solemnidad de la concepción inmaculada de María. Ella, plenificada por la Ruah será la protagonista principales de estas semanas en las que la contemplaremos disponible, embarazada, servicial, alegre, proclamadora de las maravillas de Dios.
Con ella seguiremos pasos a paso los comienzos de la historia de la salvación anhelada por el pueblo de Israel y proféticamente anunciada por aquellos hombres que tuvieron la misión de transmitirle los mensajes del Señor. Y que se hizo realidad en el momento más sublime de la historia de la Humanidad: La encarnación del Hijo de Dios.
Un acontecimiento que se realizó silenciosamente, en una ignorada aldea de Galilea, y en una humilde casa en la que entró el arcángel respetuosamente. Arrodillado ante una sencilla jovencita, llamada María la saludó con el “Alegraté María eres favorecida por Dios y Él está contigo”: es la fórmula de la Alianza, es el nombre que Dios se da a sí mismo: “Yo soy el que estoy”. María entra de lleno en el misterio de la Alianza. En el momento de presentarle el ángel el proyecto del Señor, ella es la que reúne en sí toda la plenitud, está llena de gracia, y es modelo de fidelidad. Por eso escucha atenta el plan de Dios sobre ella: “concebirás y darás a luz un hijo”.
No es extraño su desconcierto ante semejante entrada y semejante propuesta.
Alguien irrumpe en su vida y trastoca sus planes. En su primera respuesta vemos una clara opción por la virginidad. En la segunda, ya la contemplamos rendida: “Hágase en mi según tu palabra”. Progresivamente ha llegado al convencimiento de que todo depende de la iniciativa de Dios, a la que ella se dispone a colaborar dócilmente.
Celebrar a María en esta fiesta es celebrar a la mujer sencilla, normal, servicial, liberada de las resistencias del orgullo, plenamente disponible a ser madre sin entender, posiblemente, todo el alcance de la misión que se le confiaba, pero que supo vivirla con entrega, guardando en su corazón todo lo que le iba sucediendo, la mujer, primera discípula, que vivió como nadie el espíritu de las bienaventuranazas y el estilo de vida del mismo Jesús.
Por eso es fiesta de alabanza y bendición: María, bendita entre todas las mujeres, bendito el fruto de sus entrañas, bendito sea el Dios Padre y Madre, providente que nos bendice con toda clase de bendiciones.
Por eso la reflexión y el sentir del pueblo cristiano desde los principios del cristianismo y a lo largo de los siglos, ha ido llegando a las certezas marianas logrando que se proclamara la primera y principal: María, Madre de Dios, (Concilio de Éfeso) intuyendo que por ello fue objeto de su predilección desde el momento mismo de su concepción y en toda su vida: no hubo en ella mancha ni arruga, fue Inmaculada.
ORACIÓN. “Señor, déjame admirar la belleza de María liberada de todo pecado.Déjame imaginar el instante en que tú elevaste este mundo cuando hiciste esta criatura maravillosa y permite Señor que mi corazón te adore por esa admirable pequeñez que preparaste para ti”. (Víctor Manuel Fernández.)