No sólo de pan….

No solo de pan

Por: M. Carmen Martín. Vita et Pax. Ciudad Real

1º Domingo de Cuaresma, Ciclo B 

La escena del evangelio de hoy nos presenta a Jesús en una gran disyuntiva: ¿de qué palabra fiarse? Él ha sido conducido al desierto inmediatamente después de su bautismo, con la Palabra del Padre resonando en su corazón: “tú eres mi hijo amado…”, pero ahora va a escuchar otras palabras que intentan convencerle de que no ponga su centro en esa Palabra de amor, sino en las palabras del poder, de la fama, de las posesiones, de las seguridades…

El relato de las tentaciones resume y anticipa simbólicamente otros momentos de la vida de Jesús en los que estuvo sometido a esta misma disyuntiva entre la “Palabra de Dios” o la “humana”: frente a la resistencia en las palabras de Pedro ante su anuncio de un destino de sufrimiento, Jesús reacciona con fuerza, “¡Quítate de mi vista, Satanás!” (Mt 16,23); en Getsemaní volverá a aparecer esta alternativa,  salvar la propia vida o perderla, escuchar una Palabra o las otras…

Pero Jesús ha tomado una conciencia tan plena de su ser de Hijo, la Palabra del Padre le ha dado tanta seguridad y ha iluminado de tal manera su mirada, que ya le resulta imposible confundir la Palabra de Dios con las falsas palabras. Jesús no ha venido para que lo lleven en volandas los ángeles, sino para cargar sobre sus hombros a la oveja perdida (Lc 15,5); no va a convertir las piedras en panes, sino a entregarse él mismo como Pan de vida (Jn 6,51); sus manos no se van a cerrar con avidez sobre las riquezas, porque las necesita libres para levantar caídos, sanar heridos o lavar pies cansados del camino…

En esta Cuaresma escuchamos la invitación de Jesús a volvernos hacia la Palabra de Dios y hacia el Dios de la Palabra. Un Dios que nos dirige su Palabra no para imponernos obligaciones o para denunciar nuestros pecados, sino para alimentarnos y hacernos crecer. Un Dios que sustenta y fortalece nuestras propias palabras porque su Palabra es un bien. No de manera mágica, sino actuante. La Palabra es un bien porque, sencillamente, nos hace bien; ésta es la experiencia básica y fundamental de la persona creyente.

Harta está la sociedad de palabras y con razón, porque la experiencia muestra que, en no pocos casos, además de ser palabras hueras son también palabras falsas. Por eso necesitamos palabras verdaderas, sanadoras, palabras que vengan de dentro, que estén libres de intereses particulares, palabras sinceras… En esta cuaresma vamos a poner coto a las palabras que injurian; después tendremos mucho cuidado de la influencia pública y fraterna de nuestras palabras, para que construyan y nunca destruyan; finalmente habría que intentar hablar palabras de sincera profundidad que broten de lo que una es, de lo que “sabe”, de lo que experimenta…

Una de las formas de nombrar el sinsentido humano, el despiste vital, la carencia de norte es decir que se está en la oscuridad. Vivir con luz interior, existencial, no es algo que viene dado de por sí. Los caminos iluminados se construyen. La Palabra, según el Salmo 118, quiere ser una ayuda para ir llegando a vivir con luz interior, con horizonte, con disfrute. La Palabra es tenaz. Se ofrece cada día como lámpara, hasta que le abramos la puerta, hasta que le dejemos iluminar. No habría que temer, pues es Palabra benigna, que nos quiere y desea lo mejor para nuestra vida.

La disyuntiva de Jesús siempre la tendremos también en nuestras vidas, cada uno de nosotros y cada una de nosotras no recibimos la tentación de una vez para siempre. Por eso, hay que estar constantemente en vela, ya que, cuando menos se piense el mal encontrará la ocasión más oportuna para él y menos esperada para nosotros. A su vez, la conversión tampoco es de una vez para siempre, por eso, junto a otras palabras, seguimos escuchando las Palabras de Jesús: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”.

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