12º Domingo, T.O. Ciclo A
Por: Rosa Mary González. Vita et Pax. Tafalla (Pamplona)
Terminado el ciclo Pascual, con las tres fiestas posteriores: Pentecostés, La Santísima Trinidad y el Corpus Christi, retomamos el Tiempo Ordinario en su duodécimo domingo. Es como si cerrásemos el paréntesis que se abrió el primer domingo de Cuaresma.
Y es en el tiempo ordinario, en lo cotidiano, donde tenemos que ir dando hondura a nuestra vida; aprender a mirarla como un don que se nos hace cada mañana; acoger ese regalo, sabiendo que en la monotonía de cada día es donde aprendemos a dar calidad a nuestra propia vida. A veces es tanto el dolor que nos rodea, el cansancio, la impotencia de hacer algo más por tanta gente que sufre en cualquier lugar del mundo, que nos puede invadir la desesperanza y reaccionar como el profeta Jeremías, viendo enemigos por todos los lados y “refugiarnos” en el Señor dejando de hacer lo que podemos para aliviar un poco tanto dolor.
El evangelio de hoy nos anuncia que nuestra vida, como la de los discípulos, no va a ser fácil y nos repite hasta tres veces que no tengamos miedo: “No tengáis miedo a los hombres”; “no tengáis miedo a los que matan el cuerpo”; “nada va a pasar sin que lo disponga vuestro Padre… Por eso, no tengáis miedo.”
Surge la pregunta: ¿A qué debemos tener tanto miedo? Y para entenderlo un poco mejor hay que ir al final del capítulo noveno de Mateo y escuchar la frase de Jesús: “Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos como ovejas sin pastor”. Y no se queda en la compasión, que ya es un paso importante, sino que busca a un grupo de personas para cambiar la situación. Llamó a sus doce discípulos a cada uno por su nombre “y les dio su poder para expulsar espíritus inmundos, y para curar toda clase de enfermedades y dolencias”.
Sentirse elegido, elegida por el Maestro, ayer como hoy, nos puede dar una cierta satisfacción. Pero la misión para la que Jesús elige no es tan sencilla cuando les y nos repite: “no tengáis miedo”. Miedo no solo a los demás sino a nosotras mismas porque nos descoloca, nos descentra para llevar la mirada a quienes están mucho peor que nosotras: las gentes que están cansadas de tanto caminar para encontrar algo de comer, trabajo, dignidad, seguridad. Miedo también a tanto dolor y muerte sin sentido, poniendo a un dios como bandera para justificar el mal.
Y te surge el interrogante, ¿cómo entender a Jesús en el evangelio de hoy cuando dice: “Valéis más vosotros que muchos gorriones”?. Solo te sale pedir al Señor que aumente nuestra FE para llegar a intuir el verdadero sentido de sus palabras; ESPERANZA al ver a mucha gente que trabaja sin descanso para construir el Reino de paz, justicia, vida, verdad. Y AMOR, mucho amor, para ser fieles a la misión que tenemos quitándonos el miedo que nos oprime y corta nuestras alas para poder volar. Y así, fiándonos de Aquel que se entregó hasta dar la vida por todos, nos ayude a actuar como hijos e hijas de Dios.