13º Domingo, T.O. Ciclo A
Por: Cecilia Pérez. Vita et Pax. Valencia
La hospitalidad hacia el profeta provoca la generosidad de Dios. Cuántas veces nos hemos encontrado este mismo caso a lo largo de la historia de este Pueblo que fue el primer elegido por el Amor y para amar.
Al leer el primer texto de la liturgia de este domingo decimotercero, (1Re.) he recordado unas palabras que me fueron dichas muchas veces por una persona muy querida: “Dios no se deja ganar en generosidad”. Y debo decir que muchas veces lo he sentido como experiencia propia. Es lo de la siembra y la cosecha, es lo de recibir el ciento por uno, es lo de ser capaz de bajar de tu situación tan privilegiada y ponerte al nivel del que necesita que le mires, le toques, le hables…
Es el evangelio de la vida, no la teoría de las palabras sino la profundidad y belleza de los hechos.
Y nos ha quedado para siempre este canto de persona agradecida “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”.
Las misericordias de su corazón por mí misma, por todos, por el mundo tan enfermo, por el mundo necesitado y triste desde la pobreza o la opulencia. ¡Qué más da! Pero… ¿y verlo, y sentirlo? Eso es puro DON.
Afortunado poeta, que nos dejó su experiencia conjugando armoniosamente las dos palabras clave: “misericordia y eternidad”.
Cada día, cada domingo, al tomar en las manos la Palabra, hay una lección donde la vida misma es cruzada, cual urdimbre, por esa sabiduría que nos hace, poco a poco, verlo todo con ojos y mirada distinta. Es un nuevo tejido el que aparecerá ante nosotros.
Y aquí tenemos el ejemplo clarísimo de S. Pablo en su carta a los romanos cuando asegura que “los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte…y si hemos muerto con Cristo creemos que también viviremos con él”.
Esperanza y promesa de vida nueva, vida de resucitados, vida de Dios, vida de Cristo.
¿Cómo se explica todo esto? Cuestión de amor, de respuesta incuestionable, de clarísima escala de valores donde sabemos que Cristo es cabeza y corazón; centralidad en el ser del cristiano, del discípulo, que vive por Él, para Él, y por tanto para los demás.
Con cruz, eso sí, y adelante; sin buscarla pero sin rehuirla, perdiendo la vida propia la que mira para uno mismo engordando de vanidad, de riqueza, de poder, de gloria…, para ofrecerla generosamente. Y acogiendo, para formar comunión de vida, para que Cristo se comparta.
Domingo de misericordia y de eternidad, de canto agradecido. El tiempo Ordinario da para mucho y este domingo trece nos hace sentirnos felices porque el bautismo nos incorpora a la vida nueva, por el Espíritu.