Jueves Santo
Por: Teodoro Nieto. Burgos
Jesús se nos muestra en el Evangelio como un excelente narrador de parábolas, para ayudar a entender a la gente con lenguaje sencillo su Proyecto de Vida plena para el ser humano y para la humanidad. Pero no se limita a “contar” parábolas sólo con palabras. Junto a estas narraciones encontramos también “parábolas en acción”, es decir, gestos simbólicos con un sentido mucho más profundo de lo que a primera vista puede aparecer.
En la Última Cena, Jesús podría haber contado a sus discípulos una parábola con palabras bonitas, hablándoles de un Dios que se rebaja hasta el extremo de hacerse esclavo. Sin embargo, él quiere escenificar, plasmar, revelar, con una acción que entra por los ojos de cualquiera, que Jesús no se arroga el atributo de Señor dominador y autoritario, sino el de Hombre-Dios de infinita calidez y ternura, capaz de abajarse y convertirse, no en Señor que quiere ser servido, sino en Servidor que entrega su vida sin reservas para la vida del mundo.
El lavatorio de los pies del primer Jueves Santo de la historia es una auténtica “parábola en acción”. Jesús no se contenta con predicar sobre el servicio sólo con palabras. El gesto de lavar los pies a sus discípulos va mucho más allá de conceptos y relatos. Esta escena visibiliza la actitud de Jesús como servidor, mostrándonos así que el servicio recíproco es el único camino para crear humanidad, para construir la gran familia humana.
Los versículos 4 y 5 del capítulo 13 del Evangelio de Juan son altamente elocuentes y solemnes porque ponen de relieve unas acciones concretas de Jesús como servidor: “se levanta de la mesa, deja el manto, se pone un delantal, se lo ata a la cintura, echa agua en la palangana, lava los pies de sus discípulos, y se los seca con el delantal que llevaba atado”. La acumulación de verbos parece expresar la trascendencia de su gesto. El texto no dice a quién se los lava primero, porque nadie es más que nadie entre ellos. No está de más destacar que el lavado de los pies era un signo de hospitalidad y de acogida que, en una sociedad dominada por el hombre, estaba reservado a esclavos no judíos o a mujeres.
Es también significativo que, “después de lavarles los pies, Jesús se puso de nuevo el manto” (Jn 13, 12), signo de autoridad. Pero el texto no dice que se quitara el delantal. Porque Él, más que como Señor, ha querido hacerse Siervo y vivir como tal.
El mensaje de esta escena es una llamada de atención de Jesús a sus seguidores y seguidoras, que podríamos condensar en esta conocida frase: Quien no vive para servir, no sirve para vivir.