Domingo XVII del TO.
Por: Mª Ángeles Santamarta. Hija de la Natividad de María.
Arzúa – A Coruña.
Textos Litúrgicos:
Gen 18, 20-32
Sal 137
Col 2, 12-14
Lc 11, 1-13
Así rezamos y cantamos en el salmo responsorial de este domingo; con notas que suenan a confianza y palabras de agradecimiento.
Las lecturas de hoy, tanto del AT como del NT, y, especialmente el Evangelio nos hablan y nos comunican la Pasión de Amor que tiene Dios por el hombre, por todo ser humano en cualquier situación y necesidad.
Nosotros le pedimos, sí, pero Él, como buen Padre se adelanta a nuestras súplicas: “¡cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden!”
¡Cuántas necesidades tenemos a nuestro alrededor!
Están cercanas a nuestras casas, en nuestros lugares de trabajo, en la familia, en las calles, en la parroquia…
¿las vemos?, ¿las sentimos?, ¿nos duelen?, ¿le pedimos al Señor con insistencia su salvación?…o somos de los que decimos: “vuelve otro día que es de noche y molestas”, “esto conmigo no va, acude a otra puerta (Gobierno, Ong’s, Cáritas…)”
Las noticias que nos llegan de otras ciudades, de otros países y lugares -casi siempre- están envueltas en una melodía de desgracias, de guerra, de dolor, de opresión y destrucción… Son hermanos nuestros que también llaman a nuestra puerta en “horas intempestivas…”; nuestra plegaria e invocación al Señor, nuestras ayudas y nuestra lucha por la justicia son formas de “dar el pan” ante estas realidades dolientes.
¡Cuántas necesidades tenemos a nuestro alrededor y dentro de nosotros! Sí, también en nuestro interior encontramos esa falta de inocencia, que nos nombra el Génesis, y que impide a Dios regalarnos su Espíritu y salvación. Estos días, hacia Santiago de Compostela, caminan multitud de peregrinos; me gusta encontrarme con grupos que hacen un itinerario de Encuentro con ellos mismos y con Jesús. Conocernos nos anima a llamar a la puerta del Señor y suplicar un corazón puro y cantar con el salmista “el Señor es sublime, se fija en el humilde”.
Dios está en nuestro camino, siempre está dispuesto, no le importan las horas, los cómos, los por qué,…, Siempre abre su puerta, siempre nos da su Pan, su propio Cuerpo para “darnos vida en Él”, como nos recuerda el apóstol Pablo en la segunda lectura.
Ojalá que hoy, de manera especial, recemos el Padrenuestro, desde esta perspectiva de “cuidadanía”, hacia nosotros mismos y de los unos para con los otros reconociendo la Presencia de Dios que nos acompaña siempre y tiene su puerta abierta. Terminemos cantando con las palabras del salmista “Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. Daré gracias a tu nombre, por tu misericordia y tu lealtad. Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.” Amén.