Quédate, Señor, con Nosotros

Quédate con Nosotros Señor

VII Domingo de Pascua.
Ascensión del Señor

Por: Juanjo Martínez Domingo sj. Escuelas San José. Valencia

Textos Litúrgicos:

Hch 1, 1-11
Sal 46
Ef 1, 17-23
Lc 24, 46-53

¿Dónde estás, Señor? Cuesta reconocerte en el día a día entre tanta oscuridad. Verte y abrazarte en el Pan partido y en el hermano que sufre, resulta difícil amarte sin verte, aún más amar al enemigo como tú nos mandaste. Cansados del camino, sabemos que tú nos reconfortarás para que seamos testigos de la vida resucitada, amanecer de humanidad nueva.

El redactor del primer Evangelio no pudo imaginar a Jesús camino del cielo abandonando la tierra, y terminó así su Evangelio, Yo estaré siempre con vosotros. El Evangelio del discípulo amado contó sus presencias intermitentes, equívocas, junto al lago, en la casa, en el jardín. San Marcos y San Lucas, que hemos leído este domingo, sí lo vieron alejarse, pero quedaron contentos con su bendición esperando su pronto regreso y con ganas de seguir la tarea comenzada: curar, perdonar, consolar.

También nosotros podemos imaginarlo así rodeado de su gente en un limpio atardecer. Jesús de Nazaret ya resucitado se alejó caminando hacia donde el sol se ocultaba, acompañado por Pedro, Juan y otros discípulos y seguidoras. Lo recordaron de camino conversando con ellos como en otras ocasiones. Pasado un rato regresaron sin Jesús, y el resto preguntó, ¿Dónde está Jesús?

Ellos pudieron quedar mirando atrás o mirando al cielo, pero son invitados a regresar mirando con cariño a la tierra y hacia el horizonte para salir en misión. En su conversar, así pudo ser la súplica:

  • Quédate, Señor, con nosotros porque oscurece, como aquellos dos discípulos temerosos de la noche. Rezaremos juntos por los pueblos de donde llegan noticias de muerte, tinieblas de violencia y destrucción.
  • Quédate con nosotros, Señor, cuando surge la niebla de la duda o el peso del cansancio, cuando la fe se oscurece y se insinúa la desesperanza. Tú nos explicarás paciente el sentido de cuanto sucede en el mundo, en la Iglesia, en nosotros.
  • Quédate, Señor, con nosotros presente en los más vulnerables, en los enfermos, en los emigrantes y refugiadas, en las mujeres maltratadas, en los presos, en la infancia sin hogar. Tú nos llamas y nos pones en camino, testigos tuyos portadores de luz.

Acostumbrados los discípulos a un tipo de presencia, deberemos ejercitarnos en modos nuevos de estar Dios entre nosotros, presencia sacramental, interior, alma escondida pero eficaz, no presencia estática sino trabajando con nosotros por la venida del Reino que está llegando, abriéndose paso con dificultad, pero con firmeza, en modos a veces imprevistos.

Deberemos aprender a mirar bien al cielo, rezar con fe, y mirar con amor a la tierra. Dos miradas diferentes, complementarias, las dos buenas, la del cielo y la de la tierra, Padre nuestro que estás en el cielo, venga a nosotros tu Reino.

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