II Domingo de Cuaresma
Por: Mª Jesús Laveda. Vita et Pax. Guatemala
Textos Litúrgicos:
Gen 15, 5-12. 17-18
Sal 26
Flp 3, 17 —4,1
Lc 9, 28-36
El evangelio de este domingo nos relata la experiencia vivida por los amigos más cercanos de Jesús, Pedro, Santiago y Juan: la transfiguración del Amigo y la significación de este hecho en los discípulos.
Juan y Santiago callan… Pedro expresa su particular manera de comprender lo vivido. Como a cada uno/a de nosotros/as nos sucede en tantas ocasiones. Y es que a nadie le amarga un dulce y la tendencia es a “quedarnos en aquellas creencias, razones y conductas que nos permiten mantener nuestro espacio de confort. Cuántas veces decimos, en silencio o con palabras, también con acciones que preferimos quedarnos cerca de Jesús, sin “choza”, pero abrigadas/os por su cercanía. ¡Qué bien se está aquí! Sería bueno que nos quedáramos en esta intimidad, tranquila/os, cerquita del Amigo, lejos de lo que sigue sucediendo en el llano, sin problemas ni responsabilidades, porque ya se encargarán los demás de arreglarlo. ¡Qué bien se está aquí! ¡Sería bueno que nos quedáramos aquí!
Imagino a Jesús, acogiendo esa demanda, ingenua, pero honesta de Pedro. Sin embargo, Jesús le vuelve a la realidad. Es como decirles, no entendieron nada de lo que les he querido compartir. Esto ha sido una primicia solo para ustedes y mostrarles la verdad más profunda de D**s y del ser humano. Hacia ahí tenemos que caminar, porque este es el sueño del Padre-Madre para todas y todos. La transfiguración de Jesús nos hace entrever nuestra propia transfiguración a la que somos invitadas/os.
Pero hay que regresar a lo cotidiano, donde hay que gestarla, trabajarla, reconocerla, porque nuestro mundo deshumanizado y violento está lejos del sueño de D**s para la humanidad. Y tal vez las chozas, con esa percepción y certeza de lo que estamos llamados/as a ser, debemos plantarlas en medio de nuestra sociedad, para hacer de cada persona un ser humano pleno y de nuestra casa común un lugar donde todos podamos decir: ¡Qué bien se está aquí! Porque la cercanía de Jesús no se reduce a un espacio sino a un estilo de vida que se asemeje cada vez más al suyo, como seguidores y profetas de un Proyecto de humanización que él mismo lo llamó Reino de D**s. Un proyecto que ya germina, que ya es una realidad entre nosotras/os, pero que está por hacer.
Hasta ahora todo va bien. Sabemos a lo que estamos llamados mediante esa transfiguración de nuestra humanidad para parecernos cada vez más al Maestro y Amigo. Escuchamos la voz del Padre-Madre que nos refiere a Jesús y a su escucha. Sabemos que la tarea está aquí abajo, donde se juega la vida… y eso nos deja en silencio, sin Moisés –la Ley-, sin Elías –los profetas-. Seguramente los discípulos emprendieron la vuelta al llano rumiando toda esta experiencia y las propias reacciones fruto de no entender mucho lo vivido.
Pero ahora es el momento de que miremos a nuestro alrededor, hoy con más atención que otras veces: una pandemia que nos ha cambiado la vida y también la historia, que nos obliga a reconocer la necesidad de un nuevo cambio de paradigma en nuestras visiones, nuestras relaciones, nuestro comportamiento en relación a la casa común. Un mundo deshumanizado, violento, de descarte de países y grupos vulnerables a los que parece no necesitarse. ¿Cómo “transfigurar esta realidad? ¿Cómo acercarnos, un poco más a esa verdad de D**s y del ser humano, llamado a ser pleno, veraz, responsable, comprometido, consciente de su lugar y tarea, en nuestra sociedad?
Una guerra que mata inocentes, que pone los recursos, que deben ser de todos los pueblos y naciones, al servicio del poder, la hegemonía de quienes se creen dueños de la vida y de los territorios y no servidores del bien común.
Hoy muchos pueden seguir diciendo -¿podemos seguir diciendo?- qué bien se está aquí, lejos de la incertidumbre que supone la muerte pisándoles los talones, lejos de la inseguridad, centrados en su zona de confort. La guerra está lejos, la violencia hacia las mujeres no me alcanza, la desnutrición no ha entrado en mi casa.
Nos quedamos aquí, con nuestra fe y religiosidad que no provoca cambios y que tranquiliza conciencias, sin escuchar otras voces. Pero, una vez más, Jesús invita a bajar del monte, a trabajar por la vida y la paz, por la dignificación de toda persona y por acercarnos un poco más a ese sueño de Jesús, fundamentado en el sueño del D**s de Jesús de Nazaret, que nos ha creado para la vida y la felicidad… pero a todos.
No olvidemos la experiencia del monte. Que ella sea la que motive, con la sabiduría de la Ruah y mirando a Jesús, caminar hacia nuestra propia transfiguración en una plena humanidad.