Pascua de Resurrección. Ciclo A
Por: MaJesús Antón Latorre. Vita et Pax. Madrid
Me imagino a María Magdalena de noche, en la madrugada, buscando a Jesús, su amigo, camino hacia el sepulcro. No se resigna a la ausencia ni a la idea de su muerte. Si ella creía lo que Jesús hablaba de su Padre, el Dios de la Vida, no era posible que hubiese muerto. Ella puede decir, como San Juan de la Cruz en su noche oscura: “Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche”.
Ella es la primera que va en su busca y encuentra el sepulcro vacío y, aún sin terminar de creer, corre a anunciar a los discípulos.
La resurrección va a ocurrir en el silencio de la noche y sin testigos, como queriendo decirnos que ese es el modo de actuar de Dios.
Vivimos una Cuaresma en un mundo de muerte, y el Dios en quien creemos es un Dios de Vida, esto implica defender la vida de los más frágiles de la sociedad.
Buscar al Señor entre los vivos lleva a comprometernos con los que ven sus derechos a la vida violada permanentemente.
Tienen derecho a vivir los niños muertos en Siria con armas químicas, las niñas violadas en todo el mundo, las mujeres muertas… los inmigrantes que mueren en el mar..
El mundo hoy es un campo de concentración. Etty Hillesum decía: “a cada nueva crueldad, deberemos oponer un pequeño suplemento de amor y de bondad que hemos de conquistar en nosotros mismos”
El Dios en quien creemos es un Dios de vivos y no de muertos, y la liturgia de la Pascua nos está diciendo a cada una/o que hay zonas muertas que tenemos que resucitar: pasar por la vida haciendo el bien, curando a los oprimidos como Jesús de Nazaret hacía…
El Dios en quien creemos y seguimos es el Dios de la Vida, por eso, hagamos que la actuación del Señor Resucitado en el mundo se haga visible por nuestra opción radical y profunda por Él como el Dios de la VIDA.
Yo soy el que vive (Ain Karem)