Por: Dionilo Sánchez Lucas. Seglar. Ciudad Real
5º Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Nuestro lugar de inicio también debe ser el templo, nuestro punto de partida debe ser la Eucaristía, en la que nos disponemos para acercarnos a Dios, la escucha de su palabra, la presentación de nuestras inquietudes y ofrecimientos, que culminan en el encuentro con el Señor, alimento para la vida.
Al salir del templo tenemos que ver cuáles son las preocupaciones de las personas de nuestro entorno: la falta de trabajo, la convivencia en las familias, la educación de los hijos, la soledad de las personas mayores, la incitación al consumo que no permite llegar a fin de mes, el transeúnte que camina, vive y duerme en la calle, el inmigrante que desea vivir con dignidad, el enfermo que puede perder la esperanza.
Todos estos acontecimientos de dificultad, sufrimiento, desesperanza y anhelos, se los debemos decir a Jesús, porque al igual que hizo con la suegra de Simón Pedro, Él está siempre dispuesto a acompañar, curar y ayudar a levantarse.
Nosotros, como los discípulos, acompañaremos y seguiremos a Jesús por el camino de la vida, en nuestra oración le susurraremos al oído “Todo el mundo te busca”, facilitaremos a los otros el encuentro con Jesús, será Él quién dé la salvación.
“Vámonos a otra parte a predicar también allí”. Cuantas veces nos preocupamos sólo de nuestro grupo, nuestro movimiento, nuestra parroquia, a los que nos entregamos en cuerpo y alma, como único sitio en el que poder estar, dialogar, actuar; pero no estamos dispuestos a trasladarnos a la otra orilla, (a las asociaciones y plataformas de la sociedad, a las organizaciones empresariales, profesionales y sindicales, a los partidos políticos e instituciones), en definitiva a estar más presentes donde se decide acerca de la vida de las personas; en estos espacios también es necesario predicar el Evangelio, dar a conocer el mensaje de Jesús, el amor de Dios a todos los hombres y mujeres en cada momento de la historia de la humanidad.