Domingo 29º del T.O. Ciclo B
Por: Rosa Mary González. Vita et Pax. Tafalla. Navarra
En este domingo las lecturas nos hablan de la importancia de una vida dedicada al servicio con sus consecuencias: “Mi siervo justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos”. “No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor”. Sin embargo, la tendencia natural de las personas cuando nos dejamos llevar por las comodidades es la contraria: ser servidos, estar cerca de los que ostentan el poder para poder subir de categoría, disfrutar de los bienes de la tierra aunque tantas personas no tengan acceso a ellos y evitar todo lo que produce dolor buscando el placer al precio que sea.
El relato del evangelista Marcos de este domingo se sitúa en el final del recorrido de Jesús con sus discípulos antes de su entrada a Jerusalén. Ha sido un camino de enseñanzas: de preguntas y respuestas, de encuentros con las gentes, de curaciones, de manifestaciones. Se podría pensar que ya estaban preparados para emprender su misión; sin embargo, la condición humana, esta vez en búsqueda de poder, aparece en Santiago y Juan haciéndole una petición a Jesús: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.” Para el evangelista Mateo esa misma petición la hace la madre de los Zebedeos. La madre quería lo mejor para sus hijos y sus hijos querían lo mejor para ellos. Y el resto de sus discípulos, ¿no pretendían lo mismo aunque no lo expresaran?
A la pregunta de Jesús de si eran capaces de beber su mismo cáliz y bautizarse con su mismo bautismo, ellos responden afirmativamente, aunque todavía no sabían el verdadero significado de “beber su mismo cáliz”, pero Jesús les hace ver que a él no le toca conceder lo que piden.
A partir de esa petición, Jesús les reúne para decirles con claridad cuál tiene que ser la actitud de los que dicen y decimos querer seguir su camino: SERVICIO, hasta dar la vida.
Nos resulta muy fácil detectar y hablar sobre las ansias de poder de los políticos, de los que tienen autoridad en cualquier estamento de la sociedad, de los que buscan subir de categoría aunque sea pisando a los de al lado, de las trampas que realizan para no pagar los impuestos, de la corrupción que existe. Y hacemos muy bien teniendo una actitud crítica en la vida y denunciando cualquier injusticia a la vez que colaboramos para ir construyendo una sociedad más justa. Es nuestro deber de ciudadanía estar alerta y colaborar con todos los grupos comprometidos en exigir una sociedad más justa y más humana.
Pero aquí Jesús está hablando y enseñando a sus discípulos, a los que van con Él durante todo el camino, a los que van a continuar su misión. Queremos pertenecer a ese grupo dentro de la Iglesia y es aquí donde tenemos que trabajar también para ser SERVIDORAS/ES.
Un servicio que implica acogida, hospitalidad, empatía, respeto, donación, entrega al estilo de Jesús. Así actuaba Él y así nos corresponde actuar. No queremos una Iglesia que desde el poder y una mal entendida autoridad, se aproveche de su situación para todo tipo de abusos: sexuales, dominio, autoritarismo.
El Papa Francisco está siendo muy valiente al enfrentarse y, aunque le duela, denunciar todas estas conductas. Todos y todas tenemos una parcela de poder por pequeña que sea, de ahí la importancia de ser humildes y revisarnos para ver cómo la utilizamos. ¿Por qué se abusa, dividimos, no vivimos la fraternidad?
Muchas más preguntas podríamos hacernos y la respuesta del evangelio de hoy es clara y sencilla: actuamos así cuando no vivimos con fidelidad el mensaje del Maestro: “Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”.
Cuando nos alejamos del servicio y buscamos el dominio, perdemos lo más genuino del mensaje de Jesús: Vivir el amor hasta las últimas consecuencias.
Si queremos colaborar en la construcción de una Iglesia más humanizada, más sencilla, más comprensiva, más evangélica, más coherente con las enseñanzas y vida de Jesús, tenemos un largo camino por recorrer; sabiendo que no depende solo de nuestra voluntad, aunque también, sino de dejarnos conducir por Él como su vida entera fue reflejo de la voluntad de su Padre.