Una Familia para Crecer en Estatura, en Sabiduría y en Gracia

una familia para crecer
Domingo Sagrada Familia
Por: Carme Soto Varela. S. S.José. Salamanca

Textos Litúrgicos:

Eclo 3, 2-6. 12-14
Sal 127
Col 3, 12-21
Lc 2, 41-52

El evangelio de Lucas nos ha regalado una serie de episodios de “la infancia de Jesús” que conocemos bien, pero que quizá no dejan de resultarnos curiosos e incluso difíciles de entender. Esto es lo que ocurre en el relato que se propone para la liturgia de día de la Sagrada familia es quizá uno de los que nos suele presentar más dificultades para comprender su significado.

En primer lugar tenemos que tener en cuenta que Lucas y los/as destinatarios/as de su obra estaban familiarizados con un modo de narrar que es bastante diferente al nuestro. En la antigüedad cuando se quería narrar la vida de las personas relevantes se buscaba más transmitir la importancia del personaje que relatar unos hechos históricamente probados.

Los relatos los construían combinando datos históricos con tradiciones y experiencias que formaban parte de su memoria compartida y los desarrollaban dentro de esquemas narrativos propios de su cultura. Por eso para el evangelista lo importante era tejer un relato en el que poner en valor quien era Jesús y porque podía ser un regalo para la vida creer en él.

Lucas al narrar el viaje de Jesús y su familia a Jerusalén, su visita al Templo y lo que allí ocurre no busca ofrecer un apunte biográfico sino un apunte teológico, es decir, quiere invitar a sus oyentes a ahondar en su fe y en como seguir a Jesús afecta a su forma de situarse el mundo y de relacionarse con los/las demás.

Más allá de la historicidad de los hechos el relato ofrece un doble mensaje. Por un lado, recuerda que Jesús nace en el seno de una familia y de un pueblo que vive con hondura sus tradiciones religiosas y que es ese humus humano el que lo va ayudando a crecer como ser humano y como hijo de Dios (Lc 2, 25-52). Por otro, la respuesta que le da a su familia cuando le recriminan su conducta adelanta ya su confrontación con los vínculos y valores de la familia tradicional (Lc 9, 57-62; 14, 26) y la creación de su grupo familiar alternativo donde vivir la Buena Noticia de Dios (Lc 8, 19-21; 18, 26).

Las cosas de su Padre

En Jerusalén estaba el único templo consagrado a Dios y todos los/las Israelitas estaban llamados a peregrinar algunas ves al santuario especialmente durante la fiesta de la Pascua por eso ver a Jesús con su familia viajando cada año a ese lugar tan importante (Lc 2, 41) subraya no solo su compromiso religioso sino que permite al evangelista mostrar que el Dios de Israel es el Dios de Jesús aunque posteriormente cuestione muchos de los modos de acercarse a él que no ayudan ni posibilitan un encuentro liberador con él.

Durante su estancia en el Templo el joven Jesús comienza a buscar respuestas a sus preguntas, a sus inquietudes. No es el recinto y sus fastuosas ceremonias lo que le fascina sino el Dios que inspira la fe de su pueblo, Dialoga con los estudiosos de la religión y descubre, como más adelante relatará Lucas, que el Dios que llama y acompaña su vida no es un Dios amante de normas y sacrificios, sino que es su Padre y un Padre que ama con ternura entrañable a sus hijos e hijas.

La familia como espacio conflictivo

La intensidad del momento y la conciencia de su honda relación con ese Dios que lo acoge en el santuario hace que Jesús se olvide de volver con su familia. Cuando José y María notan su ausencia inician una angustiosa búsqueda por una ciudad inmensa y desconocida. Como tardan en encontrarlo tienen que abandonar el grupo con el que habían subido a Jerusalén lo que agrava su incertidumbre y su impotencia. Por eso cuando lo encuentran no pueden menos que reprocharle su conducta (Lc 2, 39)

La respuesta de Jesús desconcierta por su brusquedad y solo es posible entenderla más adelante, cuando abandone su casa familiar para centrar todos sus esfuerzos en anunciar la Buena Noticia Dios que es amor y perdón y construya una nueva familia, la familia del Reino en la que solo hay un padre/Madre que es Dios y todos los demás somos hermanos y hermanas (Lc 18, 29).

El dialogo con María y José es un anticipo de su posterior ruptura con su familia de origen y la construcción de una familia alternativa junto a sus discípulos y discípulas en la que su Abba era el centro. Una ruptura que sin duda era difícil de entender en un contexto en el que los vínculos familiares eran muy fuertes y, salvo en situaciones excepcionales, nadie abandonaba su núcleo familiar pues era una decisión que ocasionaba deshonra y marginación.

Lucas, sin embargo, recuerda al final del relato que Jesús vuelve con su familia a Nazaret y continua junto a ella su camino de crecimiento humano y espiritual. Esta nota sin duda evoca la importancia que María y José tuvieron en el modo en que Jesús se fue construyendo como ser humano. En su modo de entender la paternidad/maternidad de Dios tuvo mucho que ver los modelos que tuvo en su casa de Nazaret.

El modo en que fue padre José y madre María le ayudaron a formular al Dios abba que centro su vida y su misión. La forma en que construyó e invitó a construir los vínculos en la nueva familia del Reino sin duda tuvo mucho que ver con sus experiencias de amor, bondad, confianza y reciprocidad que vivió junto a su familia en Nazaret.

Utilizamos cookies propias y de terceros, para realizar el análisis de la navegación de los usuarios. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí. ACEPTAR
Aviso de cookies
Translate »