Gustad y ved qué bueno es el Señor

Gustad y ved qué bueno es el Señor

Domingo 4º de Cuaresma. Ciclo C

Por: Cecilia Pérez. Vita et Pax. Valencia

Lo definiría, en este momento ya avanzado de la Cuaresma, aunque ésta todavía con muchas cosas por decir, como el domingo de la reconciliación por la misericordia.

Las lecturas con tema recurrente, pero página sublime en el relato de Lucas y un precioso texto de Pablo instruyendo y asegurando una reconciliación total; un salmo de alegría y confianza y una primera lectura que introduce en este cuadro y ambiente de fidelidad, de amor, de ternura de Dios en la historia de antes y de ahora. Todo rubricado por la experiencia siempre, no teórica sino práctica, que de estos atributos de Dios tuvieron y tenemos los creyentes de entonces y nosotros, los cristianos del siglo XXI, los que creemos y confiamos en Jesucristo, portavoz, salvador y mediador del Padre en el mundo.

El Dios liberador se dirige a Josué para decirle: Hoy os he despojado del oprobio de Egipto y la vida del Pueblo, que ha debido ir purificándose en la travesía por el desierto de sus desatinos e infidelidades, pasa a reconocer el valor de la libertad obtenida y a celebrar ese Paso del Señor que llega a convertirse en la razón fundamental de su fe.

El salmo 33 es el reconocimiento de tanto don e impulsa e invita a la alabanza, a la alegría, a bendecir al Señor que es bueno, escucha y responde librando de angustias y ansias.

El segundo texto de Corintios nos habla de criatura nueva y anticipa el mensaje pascual, la celebración de la Pascua a la cual nos preparamos, esperanzados e ilusionados, con todos los medios a nuestro alcance.

Cristo reconciliador, Cristo que nos quiere reconciliados con Dios, con el mundo, entre nosotros. Cristo que nos hace continuadores de esa misión suya ofreciéndonos el ser privilegiados con su amor y nos pide actuar como enviados suyos. El mundo, nuestra sociedad, necesitan la bondad de la reconciliación. ¡Qué pobres y qué necesitados de ella!

El mensaje es tan hermoso que caemos de nuestros miedos y temores, de nuestras reticencias e idolatrías, incoherencias y desamores, y nos dejamos abrazar por la mirada y los brazos amorosos de este Dios nuestro, el Dios de Jesús y de Israel.

Rememorando el Evangelio con el texto maravilloso de Lucas, texto resumen de la esencia de nuestra fe en el Padre Misericordioso y de la necesidad de cumplir el mandato doble del Amor, me encanta mirar el cuadro de Rembrandt; invito a ello y a meditar la escena ambientada con ropajes y escenografía del siglo XVII y tan actual como el propio relato de Jesús del siglo primero. Todo ello es impresionante y atemporal porque así es el corazón de ese Padre-Madre como también lo son las actitudes de los dos hermanos: un “balaperdida” y un “cumplidor” de mirada torva y corazón envidioso. A veces, a caballo entre los dos, andamos o mejor dicho, cabalgamos. Se nos pide mirar, amar y abrazar, como lo hace ese padre. Nada más y nada menos; la historia e interpretación es demasiado conocida, la intención de Jesús al relatárnosla es pedagogía pura e invitación amorosa.

Domingo de la reconciliación, del amor generoso y de la calidez de la mirada y el abrazo del Padre que nos quiere, sobre todo, hermanos.

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