Testimonios de
"Una entrega"

Quiero compartir con todas vosotras mi gozo y alegría, ya que el día 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada, celebraremos la Eucaristía de acción de gracias al Señor por los 50 años de consagración. Él se ha manifestado con el Don de la fidelidad y con su misericordia.

ELISA.

Compartiendo mi vida
María Rosa Novell

En el año 1958 murió mi padre, yo tenía 28 años, y fue un golpe que me ayudó a valorar la vida, a darme cuenta de que a mis años tenía tiempo de aprovecharla, quería hacer algo por los demás, sobre todo, por los enfermos, ya que tenía reciente el sufrimiento que trae la enfermedad, en concreto, el cáncer.

Por otro lado, tenía muy claro que quería siendo una persona “normal”, no quería cambiar de vestido, no quería ponerme ninguna otra vestimenta o hábito. Pero no había oído hablar de los Institutos Seculares.

Hablé con el sacerdote del pueblo exponiéndole mi búsqueda y él sabía que existían laicos consagrados por haberlos encontrado en el Monasterio de Montserrat. Fuimos a verlos y con gran sorpresa nos encontramos con el Padre Cornelio que estaba visitando al grupo. Y aquí empezó la gran aventura. El punto de partida: la gran acogida del padre. E iniciamos los preparativos para ingresar. El padre quiso ir a mi pueblo, hablar con el cura y hacer el programa desde el terreno.

En septiembre del año 1958 fue la fecha de entrada, vinieron a buscarme a mi casa: el padre, Carmen Molina y Lolita, en esa época no había facilidades para viajar. El padre dijo que venía de un ambiente obrero, de fábrica textil y era un motivo para felicitarme.

Época de Pamplona: nuevo inicio, todo novedad, no conocía ninguna persona, ni su modo de vida. La adaptación a la casa y a su manera de vivir me costó, todo era muy distinto de lo que había vivido en los 28 años anteriores.

Por parte de Echechiquia, el personal, compañeras fueron de una gran acogida y ayuda, pero me costó bastante adaptarme a los horarios, oración, comidas, trabajos…

En cuanto a la vida de oración fue muy nuevo para mí, como si no hubiera rezado nunca. Todo novedad: la liturgia de las horas, las Eucaristías con sus homilías que me entusiasmaban sobre todo por el contenido, especialmente por el entusiasmo que reflejaban los ojos del padre; en estas ocasiones es cuando se me plasmó la figura de Jesucristo, hasta este momento mi estilo de oración era lo que decía la norma, me podía más la letra que el Espíritu.

Poco a poco fui entrando en este ambiente, me iba convenciendo de que este era mi lugar, por la normalidad de vida por actuar y vivir como un laico.

Con el paso de los años, viviendo en distintos lugares me fui afianzando y la vida del Espíritu dejaba aparte la letra y creo que he aprendido a discernir el grano de la paja.

En las distintas misiones he intentado darme, aceptar los trabajos, aceptar el estilo del lugar, pueblo o ciudad, ha sido una gran experiencia al encontrarme en un mundo tan plural, con personas tan acogedoras. Por mi parte, como persona secular consagrada he podido aportar una vida que mucha gente no conocía. Pronto caí en la cuenta de cuánto recibía de estos grupos, de estos ambientes y personas y aprendí de su sencillez, humildad y generosidad; nos aceptaban y querían sin merecerlo, esta realidad todavía la vivo hoy. Lo mucho que recibo de los pobres y gente sencilla que nos quiere y lo poco que aporto.

Después de la jubilación, el voluntariado ha surgido en abundancia: pastoral de la salud, Cáritas, servicios a los sin techo…

Con el tiempo he ido dejando cosas, pero estoy todavía en ello, desde mi situación actual. Tengo correspondencias con chicos de la cárcel, son cartas muy desde la vida, creo que nos hacemos bien. Hago llamadas telefónicas a enfermos y cuando es posible alguna visita. Otro quehacer agradable es pasear por la plaza que es como un parque, me siento a leer o acompañar a personas que se acercan espontáneamente para hablar, nos hacemos amigos.

En medio de esta vida sencilla, intento mantener viva la espiritualidad: la oración personal hasta donde se puede, la Eucaristía hasta donde se puede, procuro que el Espíritu me siga animando. A veces no puedo hacer nada porque el cuerpo no me lo permite.

Creo que he tenido motivos para crecer en libertad y profundidad. La figura de Jesucristo que me descubrió el padre no se me ha borrado jamás, me ha ido acompañando siempre.

Me siento una persona libre dándome cuenta de mi pobreza que me hace pedir perdón por mi pecado y por otro agradecer el don del Espíritu que me ha ido acompañando y me hace conectar con este mundo maravilloso y agradecer lo mucho que hay de bueno, donde tenemos nuestra parte de pecado y grandeza por Dios está en todo.

Y Vita et Pax en el mundo en cada una de nosotras.

Hoy, después de unos años de la toma de decisión, mirando mi historia pienso que Dios sigue un proceso, su libertad llega hasta tal grado que no acorta los tiempos, que no limita los espacios al contrario deja que la decisión vaya llegando al ritmo que cada persona lleva.

Es todo un proceso. ¿Cuándo comenzó esa llamada? Solo tengo posibles momentos, posibles comienzos pero cuando pienso en ellos o los verbalizo también pienso que, a lo mejor, hay otros que en estos momentos no localizo. Eso me dicta la experiencia hasta el día de hoy.

Sí que es cierto que un día Dios dijo “ahora”, localizo ese momento en el cual sería capaz de verlo, de escucharlo y puso en marcha todo su encanto para deslumbrar, al estilo de San Pablo en su caída del caballo, en su ceguera, y lo consiguió, descolocó toda mi vida en dos segundos, los dos segundos en los que Dios SE PLANTÓ EN MI VIDA, se hizo presente, habitó mi interior. Y yo también me quedé ciega, ya no sabía cómo mirar y dónde “estar”.

Pero Él comprende la situación y me va poniendo caminos por delante, corría el año 2007. Un día empujada por la necesidad de informarme me encontré y conocí al Instituto Secular Vita et Pax y le encontré sentido a todo y me cautivó, sentí que por ahí me llamaba ese Dios de la Vida, ese Dios a quien acababa de descubrir y supe de ese camino diseñado que conducía a la felicidad, siempre de la mano de su amistad, la amistad con Jesucristo. El día 27 de mayo de 2012 hice mi primera oblación a renovar durante seis años hasta el compromiso definitivo.

Testimonio

testimonioHoy 20 de mayo, Pentecostés he dicho un SI a ese Jesús que ha caminado conmigo y ha vivido los momentos más alegres, más inquietantes y conflictivos conmigo. Jesucristo a lo largo de estos años ha sido mi Maestro, el descubridor de mi vida, mi compañero, la mano que me guiaba, Mi Amigo con el que quiero vivir y caminar entre todos, ser una más entre los suyos. Jesús nunca me ha pedido abandonar mi vida, cambiarla,… solo quiere formar parte de ella. En mi vida Jesucristo ha puesto su sello de vida abundante y con ello todo tiene una luz especial, un matiz diferente, una traducción o interpretación novedosa, porque Jesús siempre es novedad. Gracias por estar siempre allí donde menos lo espero, gracias por tu ternura, gracias Jesús, mi Buen Amigo.

Mirar con perspectiva la vida desde los 70 años es un buen ejercicio. No es difícil recordar “cómo apareciste en mi vida” pero sí lo es, expresarlo por escrito.  De familia religiosa, mujer entre dos varones y muy querida, fui educada en escuelas nacionales y con la suerte de tener maestras que dejaron huella. No tuve traumas en mi vida respecto a la vida religiosa, no sé si muy consciente, fui despertando y creciendo en la fe.

Me marcaron las campañas que celebrábamos cada año en la escuela: la  Santa Infancia y el  Domund. En mi juventud pertenecí a A.C. Anduve conociendo y más tarde buscando entre la vida contemplativa y las misiones. Y, de repente, a través del testimonio de una misionera seglar que estaba de vacaciones, el Señor me tocó, y comencé a tomarme más en serio mi seguimiento a Jesús con un compromiso temporal  en OCAHSA-Cristianos con el Sur. Y partí para Guatemala.

Allí, fue creciendo en mí una fe más personal, y también me nació la conciencia social descubriendo un mundo de pobreza, sufrimiento y desigualdades; también una Iglesia más viva y comprometida con esta realidad social (eran los tiempos del post-concilio, y la recién terminada 1ª Conferencia Episcopal en L. A. de Medellín, el comienzo de la Teología de la Liberación).

Sigo dando gracias a Dios que me llamó a conocerle más de cerca en una realidad tan diferente a la que yo conocía, repito muchas veces que allí aprendí a rezar el Padrenuestro y  que el seguimiento a Jesús, que pasó por la vida haciendo el bien,  ni es fácil, ni se hace de una vez para siempre, y que si estás alerta, cada día te sale al encuentro de manera diferente.

Pero yo seguía inquieta, seguía buscando algo más, parecía que Dios quería complicarme la vida y sentía que su llamada no era solo para un tiempo, y como la vida del creyente es una búsqueda continua, seguí buscando. Jesús también anduvo en su vida buscando, buscaba a los más pobres y marginados de su tiempo, a los enfermos,…y  ser fiel a su Padre.

 Todavía en Guatemala conocí otro modo de vivir el seguimiento a Jesús desde la consagración secular. Al terminar mi misión en Guatemala, entré a formar parte del Instituto Secular Vita et Pax, en él continúo inquieta y andariega, sigo teniendo mis dudas y mantengo esa búsqueda continua en nuestra Iglesia y en este mundo tan necesitado de fraternidad, para no acomodarme y me peleo conmigo misma, exigiéndome e intentando vivir la radicalidad evangélica.

Han crecido mis relaciones conociendo otras gentes, otras culturas, aprendiendo de todas y sigo dando gracias a Dios por seguir en su búsqueda, intentando cada día,  ser  VIDA y PAZ  en este mundo.

Y en estos tiempos recios que nos toca vivir, donde es necesario estar con los ojos y el corazón atento, al ver y acercarnos al sufrimiento de tantos hombres, mujeres y niños marginados de esta sociedad opulenta, sedientos de acogida, me gusta  mucho el pensamiento de Etty Hillesum “Tendremos que ayudar a Dios…”,  y desde la solidaridad y la fraternidad, dar razón de nuestra esperanza.

No me resulta fácil expresar en unas líneas el proceso seguido en relación al descubrimiento de Jesucristo como centro de mi vida desde muy niña, y que por las circunstancias familiares de ser hija única, perder a mi madre en la adolescencia y vivir con mi padre de cierta edad, lo viví interiormente y, a veces, expresándolo de manera clara.  Fue un camino largo, pero que me ayudó a ir forjando mi ser, con esas ansias de entrega generosa a Él y al Reino por un lado,  y por otro no exento de momentos de oscuridad y de limitaciones en el camino.

La muerte de mi madre  fue un duro golpe, pues ella era una mujer sencilla, valiente y con una religiosidad ya un poco avanzada para la época y, por supuesto, yo estaba muy unida a ella. Fue quien me enseñó el camino espiritual y los valores del Evangelio. Este acontecimiento marcó mi vida y  me ayudó a madurar como persona, debiendo tomar responsabilidades avanzadas para la edad;  aunque supuso también el que hubiera en mí algunas  lagunas que,  aunque eran suplidas por otras realidades como puede ser el aspecto religioso y mi inclinación por vivir de la vida de Jesucristo, esas lagunas crearon en mí fallos y momentos de dificultad interior que con la gracia del Señor fui superando

No podría distinguir un tiempo exacto para situar la llamada entre esos años, la juventud y el momento de concretarla en el Instituto Vita et Pax. En todos esos años jóvenes viví dentro del ámbito de la Parroquia, con el acompañamiento de sacerdotes entregados que se desvivían para que nosotras, las jóvenes, viviéramos una espiritualidad centrada en la persona de Jesucristo y que nos culturizáramos con los medios de que disponíamos: biblioteca, cine, coro parroquial, preparación litúrgica y otros medios que yo procuraba aprovechar al máximo. Con todo ello la idea de una entrega total al Señor y la Misión, no se desvanecía de mi cabeza y de mi corazón.

Quiero destacar que en esa etapa viví con profundidad el Concilio Vaticano II que supuso grandes cambios en la Iglesia, manifestados en el cómo vivir la liturgia, la espiritualidad, entender la Iglesia como Pueblo de Dios etc., etc., y que marcó también mi vida.

Con todo este bagaje llegó el momento en que, tras la muerte de mi padre, me siento en la disyuntiva de dar un paso adelante en la concreción del cómo y cuál iba a ser el cauce de mi entrega. Durante un año intenté conocer y ver cómo podría encauzar mi vida: vivir una Consagración individual o entrar en una Comunidad de Consagradas. La vida religiosa en sí no me atraía. Entonces conocí esas comunidades de consagradas en el mundo y para el mundo, que vivían con bastante normalidad en la vida. Descubrí Vita et Pax, muy conocida por sus orígenes en Pamplona, las contacté y el año 1967 entré a formar parte de este Instituto.

Después de dos años de formación fui invitada a marchar a Japón,  donde un grupo de Vita et Pax colaboraba con la Misión Jesuítica en el país del Sol Naciente. Pasé cuatro años allí  en los que fui cultivando mi Oblación al Señor, acompañada por cinco compañeras de Vita et Pax y por la comunidad de Jesuitas con los que trabajábamos.

A la vuelta de Japón concreté  mi vocación profesional en el terreno social. Realizados los estudios sociales, fui invitada de nuevo por el Instituto para trabajar en la Emigración Española en Suiza. Allí fue concretándose mi Consagración desde el servicio a los emigrantes, en aquellos años el movimiento era muy importante en Europa. Procedían de los países del sur, necesitados de trabajo y los del norte de mano de obra. Viví unos años muy felices compartiendo, desde el espacio de la Misión Católica Española en Suiza, las necesidades que el colectivo español y una parte del  latino-americano tenían y necesitaban,  tanto en el terreno social, como en el pastoral. Tengo que decir que mi vocación se reafirmó, me sentí dando una respuesta concorde con los tiempos que se vivían y con una apertura grande a todas las dimensiones que la persona humana debe vivir: la religiosa, la social, la política… en fin, allí viví los años de la madurez humana y vocacional.

La llamada del Instituto a realizar un servicio en el interior de la propia Institución, cambió mi manera de realizar la Misión. Fue un servicio hacia adentro, compartiendo con mis hermanas la Misión que cada una desarrollaba, fuera en el terreno individual como en proyectos comunitarios o en la Misión “Ad gentes”. Fue otro periodo importante en mi proceso de seguimiento de Jesucristo.

Al final de esta etapa, ya en la madurez de vida, tuve el regalo de compartir mi vida en el proyecto de Vita et Pax en Rwanda. Misión difícil por la edad que tenía y por lo que supone enfrentarte a esa realidad mundial de las diferencias sociales, económicas, culturales y en todos los campos de la vida. Contemplar y vivir de cerca la pobreza, la exclusión, las injusticias… hacen que sientas una convulsión interior que no acabas de comprender ni de asimilar. Aquí sí que me tuve que agarrar fuerte al Señor, confiar en Él.

Hoy, desde mi situación de  jubilada, sigo disponible para el servicio allí donde se me necesite. Y puedo dar gracias al Señor y decir con el salmista: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.

Señor aquí estoy para darte las gracias por estos 50 años de mi Oblación, gracias por tu LLAMADA.

Gracias a todas las personas que me ayudaron a poder vivir mi vocación.

A mi familia, especialmente a mi madre, que le costó mucho aceptarlo, pero no me puso inconvenientes y gracias a mis hermanos y hermana Amparo que siempre me ha ayudado.

Gracias al Padre Cornelio por todo lo que recibí de él directamente y a través del Instituto.

Gracias a muchos sacerdotes que siempre han estado a mi lado dándome fortaleza.

A muchas compañeras de Instituto, especialmente en los años de formación. Que algunas ya están en el cielo, como Carmen Molina, Ventury, Consuelo Amorós y a Carmiña que está aquí presente y siempre está dispuesta a ayudarme.

También quiero recordar a las que hemos vivido y trabajado juntas muchos años como son: Carmen García, Ascensión Cebrián, Ma. Carmen Castells y Leonor Casiano, que ya está gozando de la Echechiquia del Cielo.

También quiero agradecer al Instituto por todo lo que me ha dado, por tanto que he recibido en los tiempos de formación y a través de las Convivencias, cursillos, etc., etc.

He tenido diversas etapas en la vida: de trabajos, vivencias, dificultades, etc. etc. Pero estoy contenta, puedo decir que prácticamente no he tenido crisis, la vida me ha dado mucho.

Por eso Señor quiero seguir haciendo algo por Ti, (como hemos escrito ahí en el altar).

Quiero vivir el presente con coherencia, con alegría, con esperanza, con ilusión… Confiando plenamente en tu Espíritu que está en mi, que me da fuerza y ánimo.

Quiero aceptarme y aceptar a las demás como son.

Quiero caminar sin temor a riesgos. Caminar con libertad. Donde está el Espíritu del Señor hay libertad y como Tú estás en mí, quiero esa libertad.

Quiero ser dadora de VIDA Y PAZ  a través de mi entrega a los demás.

          GRACIAS SEÑOR JESÚS

          GRACIAS MARIA, MADRE DE JESÚS, que siempre me has llevado de tu mano.

Y por último quiero agradecer al Consejo actual y en especial a Ma. Carmen Martín que a través de los temas que preparó y trabajamos juntas, las tres que celebramos las bodas de oro, he podido hacer esta pequeña historia de mi vida y reconocer y ver tanto como he recibido desde la llamada del Señor, hasta la actualidad.

                            GRACIAS SEÑOR JESÚS

                            GRACIAS A VITA ET PAX  y

                            GRACIAS A TODAS VOSOTRAS QUE FORMAMOS EL INSTITUTO

Está claro que Dios llama a quien quiere, cuando quiere y como quiere. La respuesta está en nosotras/os.

Tenía 20 años, la vida me sonreía, una buena familia, religiosa, normal en esos años. Tenía relación con un chico que era la ilusión de mis padres y la “envidia” de mis amigas y con el que quería formar una familia.

Estudié en el Colegio de las Dominicas de la Anunciata y con frecuencia nos visitaba un dominico joven, muy dinámico, que nos hablaba de Jesucristo con mucha familiaridad y a mí me entusiasmaba. Empecé a leer el evangelio y fui descubriendo facetas de Jesús: cómo trataba a la gente, cómo hablaba, cómo vivía, cómo rezaba, etc. etc.

Mi juventud fue la de una chica normal, me gustaban las fiestas, los bailes, divertirme…pero todo eso en el fondo me dejaba insatisfecha.

Decidí hacer Ejercicios Espirituales para aclarar mis ideas y allí sentí la llamada del Señor, con tal claridad, que no me quedó la menor duda de que me pedía consagrarme a El en el mundo. Al tomar esa decisión recuerdo que me inundó una gran paz. Lo difícil y doloroso fue el tener que comunicar mi decisión a mis padres y al chico que tanto quería…

No conocía los Institutos Seculares y todo era rezarle al Señor: “¿dónde moras?”. Después de un año de búsqueda, conocí Vita et Pax y entendí la respuesta del Señor: “ven y lo verás”… Fui, vi y me quedé.

Mi primer contacto fue con el Fundador D. Cornelio Urtasun que, desde el principio, supo encaminarme y lanzarme a la gran aventura de ir descubriendo la humanidad de Jesucristo, hasta enamorarme cada vez más de El.

Yo no sabía de apostolado, solo quería hacer la voluntad de Dios.

Estuve en Japón colaborando con los PP. Jesuitas. En Brasil viviendo con “niños de la calle” y compartiendo la vida con la buena gente de las “favelas”. Allí aprendí cómo se puede vivir con tan poco, ser feliz y tan agradecidos a Dios!!! Esto para mí fue una bendición. Luego estuve en Roma y en España trabajando en nuestras “Librerías Manantial”.

En ese empeño de seguir a Jesús, no todo ha sido claro y fácil. He pasado años de oscuridad, baches, luchas… Buscaba ayuda y al final la encontré en un padre jesuita. El me ayudó a darme cuenta de que “estaba buscando fuera, al que tenía dentro” y me sale decir de corazón: ¡Dios compasivo y misericordioso!.

Ahora comparto mi vida con compañeras un poco más mayores que yo, algunas dependientes. Soy feliz y agradezco a Dios lo pasado y lo presente, sobre todo esta etapa en la que puedo afirmar con toda sencillez que: “EL MEJOR VINO SE SIRVE AL FINAL”.

DSCF5011La vida en la casa de formación de Vita et Pax Ruanda transcurre entre la cotidianidad más evidente y el trabajo escondido del Espíritu que se intuye en lo profundo de cada persona que vive y convive en la casa. En este momento hay tres jóvenes en formación y una en discernimiento. Las cuatro a la escucha del Espíritu para descubrir la llamada de Dios para sus vidas. Las cuatro con ilusión, coraje y deseo enérgico de responder a esa llamada con la mayor honestidad posible.

Llegaron cada una desde diferentes rincones del país, con su historia personal y familiar al hombro, con un idioma nuevo para aprender y un Idioma DSCF5169diferente para comunicar. Las dificultades, que las hay,  no han truncado sus anhelos de búsqueda, al contrario, las han confirmado y fortalecido para la respuesta valiente.

Quieren seguir a Jesús, comprometer por entero sus vidas al servicio de su Reino, entregar la vida al servicio de otras vidas y lo quieren hacer en medio de su pueblo, por eso, han elegido un Instituto Secular como medio de consagración. No quieren alejarse, salir de su entorno, ni vivir en la seguridad de claustros o conventos, al contrario, quieren encarnarse allí donde las gentes gozan y sufren; correr sus mismos riesgos y con ellas caminar por los caminos del mundo.

Y el Espíritu las trajo hasta Vita et Pax. Hacia ese lugar donde se vive de la Vida de Jesús como Jesús vive de la Vida de su Padre. Ese espacio donde, por gracia y por esfuerzo, nos vamos convirtiendo en tejedoras de Vida y artesanas de Paz. Y, con sencillez, les vamos enseñando quiénes somos, nuestra identidad regalada:

Somos un gesto significativo de DiosDSCF5037

Mujeres de paz en el corazón del mundo

Parteras de vida dando Vida a la vida

Siempre en camino, nunca quietas…

Por eso, nuestra vocación es fascinante.

Gracias Polinne, Caty, Bety y Cristine. No estáis solas, contad con nosotras, las mayores.

Del 16 al 19 de abril tuvo lugar en Nyarurema (Ruanda) una sesión vocacional organizada por Vita et Pax. Aunque parezca increíble Dios sigue llamando y hay jóvenes que tienen el coraje y la testimonio de una entregahonestidad de ponerse a la escucha e intentar responder.

Cuatro mujeres jóvenes sintieron esa llamada y quisieron discernir para atinar en su opción de vida. El primer día nos centramos en descubrir las llamadas de Dios que encontramos en la Biblia. De esta manera profundizamos en la vocación de Abrahám, Moisés, algunos profetas, María de Nazareth… descubrimos también los obstáculos que aparecen a la hora de responder pero cómo Dios siempre da la fuerza para poder hacerlo en libertad.

El segundo día, siguiendo la enseñanza del P. Cornelio, fundador de Vita et Pax, nos acercamos a Jesucristo como nuestro amigo. Para ello, nos ayudaron cuatro amigas de Jesús: la samaritana (Jn 4), María Magdalena (Jn 20,11-18), la cananea (Mt 15,21-28) y María de Betania (Jn 12,1-11). De ellas aprendimos el coraje para hacer lo que creemos que tenemos que hacer, la intimidad que podemos llegar a tener con Jesús, el amor desbordante que busca sin descanso y la generosidad gratuita.

El tercer día presentamos los Institutos Seculares, esos Institutos de vida consagrada formados por personas que comprometen radicalmente su vida en el seguimiento de Jesucristo y, dentro de ellos, presentamos el Instituto Secular Vita et Pax in Christo Jesu. Nos detuvimos en ese regalo fascinante que es su carisma. Regalo dado por el Espíritu de Dios al P. Cornelio Urtasun para servicio de la Iglesia y del mundo. Es nuestro don y a la vez nuestra tarea. Nuestro don es ser Vida y Paz en Cristo Jesús y nuestra tarea consiste en ser Vida y Paz en Cristo Jesús para la Iglesia y el mundo.

En la liturgia celebrábamos todo lo que íbamos aprendiendo y cada una de ellas, en diálogo sincero, iba poniendo palabras a esa intuición que percibía en lo más profundo de su ser y que llamamos vocación.

testimonio de una entrega

testimonio de una entregaQue el Espíritu del Resucitado os llene de su fuerza para responder con valentía y honradez a la propuesta recibida. Sólo deciros que ¡¡¡Merece la pena!!!

Testimonio en el II Encuentro Nacional de los Grupos Vida y Paz en Valencia

Lo mío con Jesús no fue el flechazo de un momento, ha sido el proceso de toda una vida.

He tenido la suerte de nacer en una familia cristiana, desde muy pequeños en casa ya se nos inculcaba el amor a Jesús y su Iglesia, también reforzaron esta vivencia las catequistas que me prepararon para la primera comunión, la Acción Católica, el contacto con la parroquia… todo ello me ayudó a descubrir a JESÚS como a mi Amigo.

En la primera comunión ya nos hicimos Amigos para siempre, fue nuestro pacto secreto. Yo no quería ir por la vida detrás de Él, quería ir con Él, si era su amiga y él mi Amigo, tenía que ir a su lado, cogida de su mano para poder hablar con Él, contarle mis secretos, compartir todo con Él, como hacen los amigos. Más o menos así transcurrió mi infancia, muy feliz.

La adolescencia transcurrió con los altibajos normales del momento, pero nunca se desfiguró la imagen del Amigo que estaba siempre a mi lado.

La juventud también fue normal; amigas, amigos; tenía dos pandillas, la de salir y divertirme y la de la Acción Católica; con la de AC teníamos nuestros planes; acercarnos cada vez más a Jesús, quererle cada vez más y prepararnos cada vez mejor para que así fuera, y con ello poder contribuir para que las personas le conocieran más y le amasen cada vez más como Él se merecía.

Todo esto creaba un interrogante fuerte en mi vida, ¿qué hacer?, ¿cómo hacer? con toda la vivencia que tenía de amigas, amigos, algún amigo “más fuerte”, la parroquia y el Amigo secreto, que cada vez apretaba más su mano, que cada vez me recordaba lo que nos habíamos prometido, y que no se separaba de mi lado y me recordaba aquello de… “amigos fuertes para siempre”.

¿Cómo hacer?… Todo era valioso en mi vida; me sentía útil, casi importante, pero me faltaba algo… hice mis sondeos, busqué apoyos… y un sacerdote que estaba de coadjutor en la parroquia de Alboraya, D. José Lluch, me habló de una entrega plena el Señor dada mi fijación por Jesucristo, de varias opciones de consagración… ¡ni hablar! No quería ser monja; no quería nada que oliese a hábito ni a ningún signo externo que revelase mi secreto a la gente, quería seguir con mi “Amigo para siempre” y con las personas, con todas sus consecuencias; darle a conocer al mundo sí, pero sin nada que fuese ostentoso, ningún signo externo que revelase mi secreto, tampoco quería encerrarme en un convento, ni estar lejos de las personas, quería llegar a ellas con mi Amigo Jesús.

D. José me habló de unas conferencias que daba en el Ateneo de Alboraya un sacerdote que también estaba chiflado por Jesús, como yo. Fui con muy pocas ganas, ya había visto demasiadas cosas… Pero aquel sacerdote (D. Cornelio Urtasun), me entusiasmó cómo hablaba de su Amigo Jesucristo, con el que mantenía una relación íntima, normal de amigo; y entre otras muchas cosas que nos contó de su Amigo dijo: “si las circunstancias de la vida pueden mucho, tienen mucha fuerza, Jesucristo puede mucho más”… Esto, con toda la “empanada mental” que yo tenía de mi vida, con lo importante que me sentía, con lo casi imprescindible que pensaba que era, esto me hizo apearme del “burrito”… intenté serenarme, rezar, rezar, confiar y fiarme. Pero sobre todo rezar… “Señor, qué quieres de mí”. “No voy a ser capaz…”. Y seguía rezando.

Aquello me superaba… contacté con aquella gente de la conferencia que era bastante normal, alegre; hablaba de Jesucristo sin ambages, como de su Amigo. Ahí descubrí a Vita et Pax.

No fue fácil dejar todo, actividades de la parroquia, trabajo laboral y, sobre todo, a mis padres, ya mayores y en situación muy precaria. Pero aquello de “Jesucristo puede mucho más” era la fijación que tenía. Y… pudo.

Llegué a Pamplona y me encontré con gente que trabajaba, que estudiaba, que vivía austeramente, que vivía la caridad dentro y fuera de casa, que rezaba… y todo con mucho orden, paz y alegría. Ya no me importaba nada, la relación con mi Amigo a “TOPE”.

Desde ahí se me abrió el mundo: casa de formación, Bertiz, Tudela, Barcelona, Casa sacerdotal de Pamplona, Casa sacerdotal de Vigo, Madrid y desde ahí 13 años en Alboraya cuidando a mis padres. Cumplida la misión con ellos, fui a Ruanda. De allí salí en el 94, por el conflicto bélico del país.

Ya en España me incorporé laboralmente a mi trabajo de Sanidad, tenía plaza en Valencia, -al irme a Ruanda había solicitado excedencia- y permanecí hasta la jubilación.

He vivido siempre en grupo, ahora en el de la calle Ayora. Desde la jubilación he colaborado en trabajos de voluntariado hasta hoy, pero siempre de la mano del “Amigo fuerte”. Y ahora ya en el “dique seco” hasta el encuentro definitivo con el Amigo.

En el año dedicado a la Vida Consagrada, quiero compartir cómo sentí la llamada que el Señor me hizo a seguirle más de cerca.

En los años 50 yo colaboraba en el movimiento de Acción Católica. En este movimiento conocí a Dios, la devoción al Espíritu Santo y a la Virgen. Me impactó de tal manera, que descubrí que era ése el lugar para hacer apostolado: estar en el mundo sin ser del mundo. Fueron años de búsqueda e incertidumbre.

Por fin conocí en Vic a personas que pertenecían al Instituto Secular “Vita et Pax”, cuyos miembros aspiran vigorosamente a participar de la Vida de Jesucristo y a ser vida y paz, con una entrega total al apostolado seglar y me uní a ellos. Después de un periodo de formación y estudio empecé a trabajar como enfermera en el mundo de los enfermos.

Cuando terminé mi trabajo laboral fui a prestar mi servicio en unos campos de refugiados del Congo, situados en la región de Bucavu. Los desplazados eran, principalmente, ruandeses. Estaban agrupados por miles. Cuando empezó la guerra, muchos de ellos murieron y los que sobrevivieron volvieron a Ruanda.

Actualmente colaboro en la Parroquia San Ambrosio del Barrio La Pau (Barcelona), en el grupo de la Pastoral de la Salud. Desde esta Pastoral acompañamos, visitamos y llevamos la Sagrada Comunión a quienes lo desean y no pueden participar en las misas de la Parroquia.

Y para concluir, quiero comunicaros que a finales de año celebraré 50 años de mi Consagración al Señor en el Instituto Vita et Pax. Serán mis “Bodas de Oro”.

Me sedujiste Yavé, yo me dejé seducir, eres más fuerte que yo y me venciste” (Jr. 20, 7)

Mi vocación no tiene nada de espectacular, el Señor no tuvo necesidad de “derribarme” del caballo como a San Pablo”. Mi vocación surge desde el ambiente de una familia cristiana. He vivido rodeada de familiares religiosos y religiosas, ellos fueron como un “icono” para mí.

Otro ambiente que propició mi vocación, fue el Colegio de religiosas. De ellas recibí, además de cultura, valores humanos y religiosos.

La Parroquia con sus buenísimos sacerdotes, me fueron llevando a compromisos desde los diferentes grupos de la Acción Católica. Luego vinieron los Coloquios con sus atrayentes propuestas y oportunidades de ir creciendo en la fe y en el compromiso. Todo ellos fue la base desde donde surgió mi vocación.

A través de uno de los sacerdotes de mi Parroquia, conocí al Instituto Secular Vita et Pax in Christo Jesu, fundado por el sacerdote diocesano Cornelio Urtasun Irisarri.

En aquel momento, no conocía lo que eran los Institutos Seculares. Me informé, conocí a Vita et Pax, ví y creí. Tuve la certeza de que había encontrado lo que andaba buscando. Vita et Pax sería el cauce para mi consagración Secular.

Han pasado 52 años y puedo decir con el Salmista: “ Mil años en tu presencia, son como un ayer que pasó”…(Sal. 89)

Mi trayectoria dentro del Instituto ha sido muy rica y variada. He realizado diferentes tareas y misiones en distintos lugares de España y del mundo. Destaco los 25 años vividos en Japón.

Terminé la formación inicial y marché al País del Sol Naciente, junto con otras compañeras. Era el año 1965. Colaboramos con los Jesuitas, con el P. Pedro Arrupe, S. J. y el P. José María Maruri, S.J. Nuestro trabajo consistía en dar a conocer la Misión de los Jesuitas en Japón.

La Iglesia de Japón, las congregaciones y todo el pueblo japonés, estaban sufriendo las consecuencias de la Bomba Atómica. Japón necesitaba de todo: bienes espirituales y materiales. Todos tratamos de ayudarles a reconstruir, no sólo, los daños materiales, también y, con mayor urgencia, los daños morales.

Otra misión realizada en Japón fue la atención a emigrantes de América Latina descendientes de los japoneses que emigraron a: Brasil, Perú, Bolivia, etc. Tratamos de proporcionarles los medios para una mejor adaptación e inculturación a la tierra de sus antepasados. Hubo diferentes actividades: reuniones mensuales para compartir sus alegrías y dificultades, clases de japonés para adultos y niños, clases de costumbres del país, cocina japonesa, Ikebana (arreglos florales. Eucaristías celebradas en castellano, así como, la celebración de los demás Sacramentos. Encuentros lúdicos, etc. Destaco la importancia de ponerles, a los recién llegados, en contacto con personas de sus propios países para que se pudieran comunicar entre ellos.

Termino expresando mi acción de gracias a Dios por haber podido vivir en Japón. Por el hecho de ser de Navarra, sentía una gran admiración hacia San Francisco Javier. Después de mi estancia en Japón, la admiración se ha convertido en pasión. ¿Cómo pudo Javier llevar la semilla del Evangelio en aquellas circunstancias? Y me respondo: “uno es el que siembra y Otro el que hace germinar la semilla”.

Termino con una frase que nos dijo el P. Manuel Amorós, S.J. al llegar a Japón: “no venimos a Japón a traerles a Dios. Dios ya está con ellos. Venimos a ayudarles a descubrirlo”.

Seducidas por el Espíritu: Bodas de Oro

Estamos celebrando las Bodas de Oro: ¡Cincuenta años seducidas por el Espíritu de: Jose Oller, Ana Roca, Adela Martí, Mª Angeles Sanabria y Ramona Tellechea!. Seducción que entraña una relación viva, en la que reconocemos a Dios presente en nuestra existencia, con la certeza de que siempre nos acoge, nos apoya, nos guía, nos impulsa y nos habla de tantas formas y maneras. La palabra hebrea Ruah es femenina y traducimos como Espíritu, es decir, esa presencia de Dios que nos habita, que penetra hasta lo más profundo del ser humano y hasta lo más profundo de nosotras misma.

Llevamos Cincuenta años viviendo en la seducción del Espíritu, cautivadas por la experiencia de sentirnos llamadas hijas por Dios y de poder llamar a Dios, Padre (Rm 8,16). ¡Cincuenta años dan para mucho! Vivir de la seducción del Espíritu no es otra cosa que poner en práctica la gracia recibida de Dios; nos impulsa a compartir solidariamente los proyectos liberadores de los pobres y su destino; nos acompaña en la tarea de hacer más real la fraternidad de los hijos e hijas de Dios.

Cincuenta años seducidas por el Espíritu en la vida corriente, en medio del mundo, el lugar donde hombres y mujeres viven, luchan, trabajan, sufren y gozan, pero además, el mundo es “el taller donde el Espíritu trabaja”, y trabaja sin descanso, incluso cuando el mundo duerme. Nos ha tocado vivir en una sociedad bien compleja y con profundos cambios que plantean nuevos desafíos. Es en ella donde nuestra persona y nuestro existir están animados y movidos desde dentro por ese Espíritu de Jesús. Y es en esa sociedad donde escuchamos el “susurro” del Espíritu. Susurro que nos empuja a ser y a crecer, nos restaura y cura nuestras heridas, da sentido a nuestro vivir, anima nuestro corazón y nuestras relaciones.

El Espíritu, la Ruah, es el Amor de Dios derramado en nuestros corazones (Cf Rm 5,5; Gal 4,6), que provoca lo que de más humano, personal y original hay en nosotras y nos impulsa a trabajar en favor de todo aquello que constituye la vida y la vida en plenitud. Esta ha sido la experiencia de seducción de estos cincuenta años y lo que nos embarga es el agradecimiento.

Este año es un año para AGRADECER. Estamos en el momento de la sabiduría, del “saboreo” del sentido y significado de nuestra existencia y es un momento privilegiado para la comunicación de corazón a corazón. Comunicación con Dios, con amigos, compañeras, familia…

testimonio de una entregaBUSCAR COLABORADORES PARA LLEVAR A CABO SUS PROYECTOS, es una de las tareas que tiene Dios. No ha querido hacer su obra solo. Ha querido y quiere incorporar a los hombres y mujeres, creados a su imagen, a sus proyectos: el de la Creación para que la desarrollen y el de lograr que todo contribuya a la consecución de sus bondadosos planes.

Esto es un gran regalo que hay que agradecer y que está envuelto en el misterio de la elección. Al recorrer la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo testamento, nos encontramos con distintas llamadas a cuál más original. En todas ellas, las personas se sienten abrumadas, incapaces de responder, buscan excusas para no ir adelante. Pero luego…¡qué maravillosas respuestas y qué variedad de vocaciones y misiones! Será una gozada contemplar algún día las inmensas constelaciones conformadas por los caminos que el Señor ha recorrido para buscar a sus colaboradores y el trabajo que la Ruah ha hecho al interior de cada uno. Todos y todas pueden cantar, como María, un “MAGNIFICAT”.

Bueno pues, también yo fui llamada y claro está “para” pero, aunque el para asomaba tímidamente en mis inquietudes, se fue manifestando y se ha ido manifestando poco a poco a lo largo de mi vida.

Mis principios vocacionales fueron muy sencillos sin ningún sobresalto espectacular. Fueron fruto del ambiente que vivía y de la siembra que hacían mis padres, las religiosas, educadores, los sacerdotes que nos acompañaban y dirigían. Pero también es verdad que no en todos y todas los que escuchábamos, tenía la misma caja de resonancia el mensaje. Fue siempre un misterio para mí. Nací en el seno de una familia muy profundamente iniciada en la vida espiritual, que iba cultivando los valores evangélicos no sólo en la parte religiosa sino también. y muy cuidadosamente, en la parte social. Podría contar bellos ejemplos.

Teníamos en el pueblo un buen párroco preocupado por el bien de las personas y con criterios claros y avanzados. Llegaron hacia los años cincuenta jóvenes coadjutores, entregados a la juventud, formados ellos exigentemente en el Seminario. Impulsaron los movimientos de Acción Católica y nos sembraron la inquietud de “ser apóstoles”, -no se estilaba entonces la palabra “evangelizar”-. En todo caso, se nos invitaba y urgía a transmitir lo que teníamos. Nos iniciaron también en la vida espiritual, a la amistad con Jesucristo. Íbamos diariamente a hacer “la visita a Jesús”. Poco a poco fue naciendo en mí el deseo de la entrega al proyecto del Reino impulsado también por el Papa Pío XII. Valía la pena consagrarle la vida.

En los años de mi adolescencia fue creciendo serenamente este deseo. Pero llegó un momento en el que hizo crisis. Debido a varias circunstancias, viví una fuerte crisis existencial, de falta de sentido de la vida y de falta de fe. Busqué ayuda y la encontré. Llegó el momento en que sentí el convencimiento interior de lo que significaba para mí CREER. Recuerdo que así se lo expresé a mi papá en un momento confidencial. De ahí el paso siguiente fue relativamente rápido. La opción de vida se iba clarificando: la entrega al Señor y desde él, al Reino dónde y cómo quisiera.

Pero, ¿cuál iba a ser el cauce por donde canalizar mis inquietudes? Tenía delante muchas ofertas. Rezaba y más rezaba para que el Señor me diera luz para acertar con su voluntad sobre mí. Me daba miedo equivocarme. En mis años de internado conocí algunos miembros de “VITA ET PAX” pero no fui adelante porque en aquel momento no me interesaba tomar decisiones. Ya cuando me decidí, pasados los veinte años, de nuevo aparecieron en mi camino y entré en contacto con toda seriedad. Después de correspondencias, conversaciones y visitas, me pareció que el Instituto respondía a lo que yo quería y bullía en mi interior.

Aparecieron de nuevo algunas dificultades fuertes, esta vez de salud, tuve una seria intervención quirúrgica que, gracias a Dios y a la ciencia -así lo digo siempre porque mi historia de salud es también larga- superé. Finalmente el día DOS DE FEBRERO DE 1964, FIESTA DE LA PRESENTACION DEL SEÑOR, entré a formar parte de la familia de “VITA ET PAX IN CHRISTO JESU”. Con su carisma siempre me sentí plenamente identificada. “Vivir de la vida de Jesucristo, pensar como él y llegar a sentir y amar como él” es apasionante y una estrella, punto de referencia porque alcanzarla es casi imposible.

Hasta aquí la historia vocacional: “TE LLAMÉ PARA….”. Las misiones que me ha tocado realizar han sido variadas y todas ellas, muy enriquecedoras. Por ser “Vida y Paz” un Instituto Secular, su misión primordial es estar en medio de las estructuras del mundo siendo sal y fermento, es decir sin que se note pero dándoles sabor y haciéndolas fermentar según el plan de Dios. Entonces, en un principio colaboré en la librería de Pamplona y luego fui enviada a Chile. Allí estuve trabajando en un barrio periférico dando clases y en la pastoral. Tuve experiencias importantes como conocer de cerca la naciente Teología de la Liberación, a continuación, el “golpe de estado” en el que asesinaron a Allende y asumió el poder el general Pinochet. ¡Vivimos infinidad de situaciones difíciles y comprometidas!

Pasados siete años, regresé a España por haber sido llamada al servicio directo del Instituto. También ahí tuve buenas y sorprendentes experiencias. Es estar en el corazón del la institución y conocer a las personas por dentro: un regalo de Dios y una bonita tarea ayudarles a ser lo que El quiere que sean.

Finalmente, hace casi veinte años que estoy de nuevo en América Latina, en Guatemala, un país multiétnico, plurilingüístico y con variedad de culturas. A pesar de poderse entender una con la mayor parte de la gente porque, o bien hablan el español o bien los indígenas, especialmente los hombres, lo tienen como segunda lengua, te encuentras con una cosmovisión distinta y manifestaciones culturales dignas de admiración por su contenido y por su colorido. Y aquí estoy, hasta que el Señor, por medio de las circunstancias normales de la vida, disponga otra cosa.

Acabo de celebrtestimonio de una entregaar en estos últimos meses mis BODAS DE ORO: Cincuenta años que han sido una bendición de nuestro BUEN DIOS, UNO Y TRINO, PADRE Y MADRE. No me cansaré de cantar siempre sus misericordias, de manera especial, en este año dedicado a la vida consagrada y en el siguiente, en el que las contemplaremos en el ROSTRO DE JESUS.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades.

Soy nacida en Pamplona en 1934. 80 años de historia en este mundo. Pero creo que antes ya me pensó Dios. Y los nueve meses que estuve en el seno de mi madre.  Y antes, el tiempo que me soñaron ella y mi padre.  A todos les agradezco que me trajeran a este mundo. Doy gracias por el Don de la vida.

Soy la mayor de cuatro hermanos. Fui a un colegio de monjas y aprendí lo más básico. Mi padre tenía un pequeño comercio y pronto tuve que ayudar a vender. ¡Me gustó mucho el oficio y sabía hacerlo! El trato con las clientes –casi todas eran mujeres- me ayudó a aprender cosas de la vida. Amplié  mi formación en una Academia de Contabilidad y en un Taller de Costura.

Mi infancia y juventud estuvieron envueltas en un ambiente religioso, propio de aquellos años en Pamplona y, fundamentalmente, en mi familia. Sobre los 18 años conocí la HOAC y a los 20 la JOC. A esa edad comencé a trabajar como asalariada, también como vendedora. Continuaba gustándome mi oficio y valoraba el trabajo pero la JOC me ayudó a ampliar esa valoración y a vivir y proyectar mi fe cristiana en el trabajo de cada día.  Fue una formación muy importante para mi vida y lo he agradecido siempre.

Durante esos años me fui planteando el futuro: ¿Qué quería hacer con mi vida?  Mejor dicho: ¿Qué quería Dios de mí?  Rezaba y pedía orientación, pero sin prisa. A los 24 años concreté mi orientación: consagraría mi vida a Dios para servir a los demás, de manera parecida a como lo que venía haciendo: en el trabajo, en los compromisos sociales, familiares, de amistad… desde la JOC.

Así conocí el Instituto Secular “Vita et Pax in Christo Jesu” y a los 25 años, con mi bagaje de vida y trabajo, en él inicié la formación  para la Secularidad Consagrada y el Carisma propio de “Vita et Pax”: Vivir de la Vida de Jesucristo para ser en el mundo su Vida y su Paz. Casi al mismo tiempo cursé los estudios que me prepararon para ser Trabajadora Social. Mi vida se iba enriqueciendo, mi conocimiento del mundo se hacía más grande y el campo de actuación se me iba ampliando, los límites de mi Pamplona natal se iban abriendo hasta poder sentir y decir: ¡Mi casa es el mundo!  ¡Mi corazón se hacía más grande!

Profesionalmente he trabajado en el mundo de la Empresa, con familias de Discapacitados, con Emigrantes españoles en un país europeo.  Por responsabilidades propias en “Vita et Pax” he  trabajado en y he conocido otros países, otras culturas.  Mi fe cristiana se ha enriquecido al contacto con  otros credos y religiones. Rezo el Padre Nuestro sabiendo y sintiendo que la entera familia humana tiene un solo Padre: el Nuestro, el de TODOS.  Desde ahí sé que esos TODOS somos hermanos y sé que eso comporta una responsabilidad: la solidaridad, más todavía, la FRATERNIDAD.  Intento vivirla aunque también sé que “ando” muy lejos cuando pienso en el 80% de los que no pertenecen al mundo que llamamos desarrollado, el nuestro, el mío.  Claro que hoy, también tenemos tan cerca a los parados, a los que ya no cobran el paro ni otras pensiones, a los niños mal alimentados, etc., etc.

Vivo ahora en un grupo de “Vita et Pax”, con varias compañeras jubiladas. Poco a poco, vamos despidiendo a las que se marchan a la Casa Definitiva, la del Padre. Cuestan estas despedidas pero nos ayudan a preparar la propia. Hay que avivar el fuego de la fe para que se afiancen la esperanza y la confianza. Y es el momento, más que nunca, de echar una mirada hacia atrás y comprobar todo lo recibido. Es momento de ensanchar el corazón para decir, con pleno convencimiento:

¡GRACIAS POR HABER TENIDO LA OPORTUNIDAD DE VIVIR TAN “RICAMENTE”!

¡Y POR CREER Y ESPERAR QUE LLEGARÉ A VIVIR PLENAMENTE!

Testimonio de Paky Lillo (Vita et Pax. Alicante) a la

Revista Diocesana Paraules de Valencia.

BUSCABA

Siempre he sido una persona inquieta, buscaba sin saber qué, andaba sin saber a dónde… siempre me he mantenido en camino pero siempre me faltaba un paso para llegar a… ¿dónde?

Insatisfacción. Creo que el sentimiento de insatisfacción era el que me empujaba a caminar, por lo menos así pensaba. Un día di un salto en mi vida y me marché primero a América del Sur, luego a África, ¿a qué? no estaba muy segura y encontré la explicación perfecta: en mi ser de antropóloga mi excusa era la necesidad de realizar mi doctorado.

El vivir en plena selva junto a creyentes que viven su fe en público y trabajan por sus semejantes sin disimulo, sin esconderse, compartiendo lo suyo, pobres entre los pobres, y ver su felicidad, su satisfacción, me cuestionaba. En muchas ocasiones me preguntaban ¿en qué crees? pero ¿en qué Dios crees?

Dios estaba ahí en medio, entre ellos, en sus vidas y era difícil escaparse de la vida, era casi imposible no encontrártelo en cualquier momento, en el sitio más insospechado.

YA ESTABA FICHADA

Y se produjo el encuentro así con la naturalidad de un día cualquiera, en un quehacer rutinario. En ese encuentro viví el despojamiento de todo aquello que anulaba, escondía la creación de Dios, esa mujer que Dios había creado a su imagen. Todo el caos de mi vida empezó a tener sentido, cada pieza del puzzle se colocó en su lugar y apareció el dibujo del puzzle, la imagen de aquel que me amaba y me invitaba a seguir el camino juntos, me invitaba a conocer la intimidad de su ser. Y dio una nueva traducción o interpretación a mis ansias de justicia, de igualdad, de acercamiento a los pobres, … de lucha.

POR ESAS CALLES DE DIOS

Por dónde caminar en ese cruce de caminos que aparece ante tu vida. En la toma de decisiones sólo había una seguridad, quería vivir entre los otros, como Jesús, andar por la vida entre todos, ser una más entre los suyos, entre los míos. Jesús no me pedía abandonar mi vida, cambiarla de rumbo. No. Solo quería formar parte de ella de forma activa, se incorporaba a ella y con su presencia, su estar, la transformaba. Seguía siendo mi vida pero con su sello de Vida abundante.

Desconocía la existencia de los Institutos seculares pero un día empujada por la necesidad de informarme me encontré con el Instituto secular Vita et Pax y le encontré sentido a todo y me cautivó. Sentí que por ahí me llamaba ese Dios de la Vida, ese Dios a quien acababa de descubrir y supe de ese camino diseñado que conducía a la felicidad, siempre de la mano de su amistad, la amistad con Jesucristo.

En ese su “ser” del Instituto Vita et Pax, de quererse identificar con Jesucristo, de que su vida sea vivir de la vida de Jesucristo, encontré ese paso que me faltaba en mi caminar. Allí me sentí en casa. Ahora sigo caminando por esas calles de Dios junto a los suyos, de la mano de todos y ofreciendo las mías.

La calle del si

 

La calle del sí

Por: Paky Lillo. Vita et Pax. Alicante.

Cómo decirte un Sí a Ti sin ser un Sí a los Tuyos, un Sí a solas en medio de los Tuyos, con los Tuyos.

Allí estaba ante Ti… te mire… nos miramos y exclamé ¡¡¡Mi Amigo!!! bajé mis ojos y Tú … silenciaste mis palabras. ¡Mírame!, dijiste. Y nuestras miradas se encontraron. Abriste las puertas de mi corazón y deslizaste en él toda la fuerza de tu Amor, iluminaste mi interior hasta llegar a sentirte, “estaba llena de Ti”.

Me hiciste comprender cómo un sí tan pequeño, como sentía que era el mío, podía transformar los minutos de una vida, hasta llegar a convertirlos en los momentos más grandes e importantes de mi vida, de nuestra vida, y me susurraste que Tú lo cuidarías y alimentarías hasta impregnarlo por completo de Ti, hasta convertirlo en Ti porque ese sí, era un Sí a la Vida de Dios.

Mis ojos no podían dejar de mirarte, me estabas descubriendo mi nueva vida, esa vida que habías pensado para mí, TU VIDA, me hablabas de compartir ilusiones, deseos, tristezas, alegrías… y volé, mi vida voló junto a la Tuya; hasta mi piel sintió el roce de tu ternura y me dejé llevar por Ti caminando por tu calle, la calle del Sí.

Tú sabias perfectamente por dónde ir. Sentí el temor de perderme y te pedí que me acompañaras siempre porque si no me perdería por las calles de mis pensamientos, mis luchas, mi calibrar posibilidades, mis dudas y mis miedos, porque… ¡¡¡me pierdo tanto en mi caminar!!! … Pero Tú me contestaste no te apures, no temas, NUNCA TE SOLTARE, apretaste mi mano y me dijiste: caminaremossiempre juntos,  por la calle del Sí.

La Palabra de Dios se comprende desde el corazón cuando en momentos concretos, en tu propia experiencia vital has visto, ves, que se ha hecho, se hace realidad en tu misma vida.

Me remito al profeta Isaías cuando dice “mis planes no son vuestros planes ni mis caminos son vuestros caminos” o a esa parábola de los jornaleros llamados a trabajar en la viña que lo fueron a distintas horas del día y después asalariados con el mismo denario al final de la jornada.

¿Por qué digo esto? Porque es una forma de explicar lo que “escuché” en ese momento de mi vida en que el Señor me llamó ante una gran ¿“sorpresa” podría decir?

Soy hija de una familia numerosa, de unos padres que dedicaron su vida a amar, trabajar y vivir para sus hijas. Estudié Magisterio y esa ha sido la gran vocación de mi vida, hasta entonces en solitario y después de este momento ensamblada con la vocación al seguimiento radical de Jesucristo en la consagración secular.

Llamada a dejar mi casa, mi familia, mi trabajo, mi independencia, mis planes… en un espacio de tiempo corto, sin apremios pero sin resquicios, sin dudas, con firmeza, con determinación y además casi sin conciencia de lo que estaba pasando. Me llamaba para ser suya y de los demás con mi propia identidad, tal y como soy.

Sé muy bien lo que son las mediaciones, sé muy bien cómo Dios llega al corazón y te hace consciente de su presencia en ti sutilmente, y te habla a través de personas, de situaciones, de acontecimientos, hasta que ves que algo se ilumina y deja de ser confuso, hasta que adquiere en tu realidad su verdadera realidad, hasta que oyes y respondes sí.

Antes de eso, una y otra vez, en lo que podría llamar el periodo de búsqueda, de clarificación, ante un enorme Cristo crucificado de una céntrica iglesia de mi ciudad, Valencia, le repetía las palabras parecidas de una canción de moda de entonces que me hacía decir “quiero en tus brazos abiertos buscar mi camino…” Ahora cuando le visito allí mismo me sonrío y le doy gracias.

Mis encuentros con el Señor eran cada vez más frecuentes y me sentía conducida. Había conocido Vita et Pax y él me iba mostrando lo que era este Instituto Secular y lo que para aquellas mujeres y su Fundador, era vivir la Amistad con Jesucristo.

Fue un año rico de experiencias donde mi vida cotidiana iba ampliando horizontes y las posibilidades de algo más creo que iban calando dentro como la lluvia suave, como la música que te conmueve.

Tras unos Ejercicios a los que fui invitada, durante una conversación con el Padre Cornelio, Fundador del Instituto, él me hizo alusión a la parábola de los talentos y a la posibilidad de hacer fructificar los dones que Dios me había regalado.

Nada más.

Ni me daba cuenta del camino que estaba recorriendo, lo vivía contenta y serena. Y una noche muy concreta, la de la Vigilia de la Fiesta de Pentecostés, fui consciente de su llamada y le dije que sí al Señor. Recuerdo qué feliz estaba y también con quién lo compartí.

Estaba claro todo, estaba segura de lo que iba a hacer aunque no sabía qué era exactamente pero tenía la determinación de seguir el dictado de mi corazón donde Jesús ocupaba ya un espacio y un lugar tan importantes que ningún problema, resistencia, dificultad, podrían desplazarle. Hubo comprensión y afecto junto a incomprensión y fuertes dificultades.

Quería seguir siendo maestra, hija, hermana, amiga, pero con otra manera de mirar, con otros criterios para vivir, con otras motivaciones, para ser fecunda y feliz. Y me marché de casa para iniciar mi Formación.

Desde aquellos momentos Jesucristo ha sido el centro de mi ser y actuar; mi consagración secular, mi identidad, y Vita et Pax mi segunda familia. Lo he vivido y lo vivo sintiéndome amada desde un gran amor y respeto hacia mi propia manera de ser, sensibilidad, cualidades y defectos.

Hoy, ya jubilada profesionalmente y después de un recorrido fructífero y enriquecedor, vivo con mi madre muy anciana; hasta hace tres años también pude cuidar de mi padre los últimos de su vida.

Soy plenamente consciente de que el Señor me llama cada día con tánta ternura y misericordia y que debo responder en cada momento, situación y realidad que comparta, que viva.

Me gusta repetir con el salmista ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Y proclamar que Jesucristo es mi Vida y es mi Paz y yo debo serlo, desde él, para los demás.

“Mi buen Jesús, yo quiero hacer algo por ti”

Los Institutos de Vida Consagrada de la Parroquia de San Pablo (Zaragoza) se presentan a la comunidad.

Por: Hortensia Murillo y Dora Bertomeu. Vita et Pax. Zaragoza

1. Los Institutos Seculares: Como algunos ya lo saben, los Institutos Seculares son un Don reciente del Espíritu Santo a la Iglesia. Son una nueva forma de Vida Consagrada en el mundo; su presencia en la sociedad es similar a la de la sal y la levadura en la masa.

Son reconocidos oficialmente el 2 de febrero de de 1947. Es el Papa Pío XII quien promulga su carta fundacional y con ella sanciona en la Iglesia la vida consagrada laical.

El Concilio Vaticano II da fuerte impulso a este tipo de consagración y Pablo VI alienta y apoya esta realidad viva presente en el mundo, como lo hacen también sus sucesores. En 1982, esta realidad queda reflejada en el nuevo Código de Derecho Canónico.

2. Orígenes del Instituto Vita et Pax en Cristo Jesús: El Fundador del Instituto es D. Cornelio Urtasun, sacerdote diocesano de la Archidiócesis de Pamplona (Navarra). Recibido el carisma, fue transmitiéndolo a un pequeño grupo de jóvenes. El Instituto inicia su andadura en Navarra allá por los años 40. Los primeros pasos fueron inseguros pero decididos. Poco a poco se va fortaleciendo y pronto se extiende a otras provincias de España. Rápidamente sigue su expansión a los cinco continentes.

3. ¿Quienes somos las de Vita et Pax? -Somos personas laicas que hemos recibido de Dios la llamada a una vocación de entrega total y para siempre a Él. Aspiramos a vivir de la vida de Jesucristo, tendiendo a la perfección evangélica y a la entrega total al apostolado según nuestro peculiar carisma en la Iglesia. A modo de “paracaidistas del Espíritu”.

-Vivimos los Consejos Evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Nuestro don es en favor de los seminarios del mundo entero y en especial el de nuestra Diócesis de origen. Oramos por los sacerdotes y seminaristas para que crezcan en número y en santidad.

4. Espiritualidad: -Nuestra espiritualidad está centrada en la persona de Jesucristo presente en la Liturgia y sobre todo en la Eucaristía. La oración de Amistad remansa nuestras jornadas. Vivimos intensamente de la Eucaristía y de la Palabra de Dios; nuestra espiritualidad es Cristocéntrica, Trinitaria y Mariana .

-Los miembros de Vita et Pax, amamos a la Virgen como Madre y Reina. Queremos imitarla e intentamos, como hacía Ella, dar al Salvador -única fuente de Vida y de Paz- en el desgranar de las labores cotidianas, en el transcurrir de una vida sencilla llena de preocupaciones, sufrimientos y gozos, contemplando siempre a su Hijo, nuestro Amigo, Maestro y Hermano, que es nuestro modelo de identificación.

5. Motivación profunda: “Para los miembros del Instituto, de manera especial, Jesucristo es la Vida y la Paz. Vida que brota del seno del Padre y Paz obtenida por la sangre de la cruz. Vivir de su Vida e irradiarla y convertirse en artífices de su Paz, ha de ser objetivo principal de sus existencias que deben converger y recapitularse en El con todas sus cosas”. (Estatutos, art. 6).

6. Objetivo: -Enamoradas de Jesucristo y deseosas de vivir de Su vida, sembramos Su Buena Noticia en todo lugar y circunstancia. Nuestra entrega se plasma en el servicio a toda persona a través de nuestras profesiones, trabajos y voluntariados. La realizamos, especialmente, en el campo de la Enseñanza y la Sanidad Estatales y el Trabajo Social. Se ha prestado especial atención al campo de la difusión de la Cultura cristina. Queremos dar gratis lo que gratis hemos recibido. Ningún entorno nos es ajeno. Estamos abiertas a las nuevas necesidades que van surgiendo.

Desde su inicio, el Instituto tiene y conserva su dimensión netamente misionera.

-Dado nuestro carácter laical, nos insertamos en todos los ambientes; vivimos una vida sencilla: en grupo, en familia o individual. Nuestro afán es responder con fidelidad a la vocación recibida en la Iglesia y en el servicio fraterno a los demás.

Les pedimos que recen por nosotras para que el Señor nos siga ayudando a difundir su Vida y su Paz, portando en nosotras el buen olor de Cristo Jesús, y derramando Su Mirada Misericordiosa y la Ternura de Su Corazón sobre toda la Creación.

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